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El Castillo de Concabella es actualmente un palacio señorial que se encuentra en el centro de la localidad del mismo nombre en la comarca de la Segarra, provincia de Lérida. Las primeras noticias sobre el castillo son del año 1031, cuando el obispo Ermengol de Urgell dio a Guifré una donación del término de Guissona. El castillo enseguida es dominado por la saga de los Concabella, que lo mantendrán hasta el siglo XIV. A partir de este momento pasa a manos de distintos linajes. Los Erill, en el siglo XVI, son quienes transformarán la antigua fortaleza en el castillo palacio y lo conservarán a lo largo de tres siglos.
El castillo es el más grande de la comarca de la Segarra, la edificación es de planta cuadrada, con 30 metros de fachada, patio interior, ventanales renacentistas, una torre octogonal, dos torres cuadradas y, en la fachada norte, una letrina en muy buen estado de conservación. Su origen está en la gran Torre de la fachada meridional, núcleo de la defensa del territorio y símbolo del poder de sus propietarios en época feudal. Su planta cuadrada y la disposición de los sillares de su primer tramo hacen pensar a algunos autores que su origen podría ser islámico, aunque no está documentado como tal.
Después de la desamortización del XIX el castillo fue adquirido por los vecinos de Concabella, que lo emplearon para instalar residencias particulares y para aprovechar sus sillares en nuevas construcciones.
Durante la Guerra Civil Española, en el año 1938, fue utilizado como campo de trabajo tanto el castillo como los edificios próximos, donde se concentrarían entre 800 y 1300 presos tanto prisioneros de guerra, como delincuentes comunes, presos políticos y eclesiásticos, traídos desde la prisión Modelo de Barcelona. Todos ellos realizaron las obras de fortificación de la retaguardia del frente republicano, en especial la llamada línea L-2.
El castillo ha sido parcialmente restaurado a finales del siglo XX y principios del XXI, por el Consell Comarcal de La Segarra, quedando aún algunos sectores pendientes de intervención.
Cuenta la leyenda que un barbero de Concabella, no pudo soportar que su esposa hubiera pasado la noche de bodas con el dueño del castillo en virtud del derecho de pernada. Esperó al momento de afeitar al noble para vengarse del abuso y le degolló. La señora del castillo ordenó capturarle. Le encarcelaron y le decapitaron. Su cabeza fue colocada en una jaula, que colgaron de la torre del castillo.
