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Castillo de Loarre

Castillo de Loarre posiblemente fue fundado en tiempos de Sancho el Mayor, primer tercio del siglo XI, es uno de los grandes destinos románicos peninsulares.

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Sin lugar a dudas, el castillo-monasterio de Loarre (provincia de Huesca) es uno de los grandes destinos románicos peninsulares, y más aún en función de su doble categoría real (y por extensión, militar) y religiosa.

Su acceso no tiene pérdida posible, ya que grandes paneles informativos, lo señalan en varios kilómetros a la redonda. Se ubica próximo a la localidad del mismo nombre y se considera el conjunto religioso-militar más importante, más antiguo y mejor conservado del Medievo hispánico. Desde su privilegiada posición estratégica se controlaban al sur de su emplazamiento las tierras de Al-Andalus, pues esa fue la función original.

Historia

Posiblemente el castillo de Loarre fue fundado en tiempos de Sancho el Mayor (primer tercio del siglo XI), sobre un puesto avanzado de los cristianos del Pirineo frente a los musulmanes de la llanura de Usqa (Huesca). Después de ser intercambiado de bando varias veces (es lo que tiene ser un puesto fronterizo), el rey Sancho Ramirez situó definitivamente la fortaleza bajo la égida aragonesa en 1070. El rey además ordenó levantar una iglesia adosada a la primitiva construcción militar, la dedica al Salvador y a San Pedro y la pone bajo la advocación de los monjes de la Regla agustina, en una simbiosis entre los poderes militares y religiosos del naciente reino pirenaico.

Probablemente el monarca aragonés se inspiró en la diarquía musulmana, constituida por las funciones sacerdotal y guerrera, de lo que podemos deducir que entre la comunidad islámica y la cristiana existían muchos más lazos de los que habitualmente podríamos pensar. Para cubrir el ábside, los constructores encontraron la solución arquitectónica de taparle con pequeñas cúpulas, y así estaba antes de la restauración de 1913. Es una solución que procede de Oriente, lo que apoya la hipótesis de las fuertes interrelaciones e influencias mutuas entre los musulmanes y los aragoneses en aquellas tierras limítrofes.

El Maestro de Loarre, autor de la iglesia intercalada de San Pedro procedía de la fraternidad de Jaca, puesto que esculpe figuras muy semejantes en cuanto a técnica y temática, a los de otros maestros jaqueses. En los altos capiteles interiores del ábside de San Pedro, el artista enfrenta al hombre con su destino y al tiempo con su propia libertad de elección. Por esta razón, representa a los personajes humanos rodeados de animales feroces y violentos, como leones o serpientes, incorporados todos a escenas en las que a veces es vencido por estas fuerzas de la Naturaleza, mientras que en otras se alza triunfante. Sobre las volutas del capitel se asienta una “Y” griega, que simboliza los dos caminos que el hombre, dentro de su capacidad de libre albedrío, puede elegir, una decisión que es una constante durante el período de nuestra existencia terrenal. El simbolismo, tan característico de la totalidad del arte románico (no olvidemos que se creó para una población que en su mayor parte ignoraba el arte de la escritura y de la lectura), encuentra su apogeo en la iglesia de San Pedro en Loarre.

Descripción

La visita del conjunto comienza en las fortificaciones externas, que son al tiempo la parte más nueva del conjunto, y culmina en la ciudadela, la edificación más antigua de Loarre.

Inmediatamente nos llama la atención la incorporación del elemento religioso, representado por el ábside de San Pedro, entre los fuertes muros de la fortaleza, y también el aprovechamiento perfecto de espacios y de la topografía agreste del terreno.

Entrada y escalinata principal

En la portada de la iglesia, punto de acceso al recinto principal, han desaparecido el Pantocrator y su correspondiente tetramorfos, de los que queda algún vestigio. La arquivolta principal de la puerta se apoya sobre dos capiteles que describen la lucha de personajes entre motivos vegetales entrelazados y monos. Como dije anteriormente, estos motivos proceden de la escuela jaquesa. Una vez traspasado el umbral, nos damos de bruces con una espectacular y empinada escalinata, obra maestra de la arquitectura de Loarre y que articula todo el conjunto religioso-militar. Cuando se consigue alcanzar el final de la escalera, por el pasillo izquierdo accedemos al espacio sagrado de Loarre, representado por la iglesia de San Pedro, y si tomamos el pasillo derecho, nos introducimos en la fortaleza militar. La escalera, interior, está cubierta por una bóveda de medio cañón, y consta de escalones centrales, de gran altura, flanqueados a ambos lados por sendas líneas de escalones menos elevados, probablemente por razones de protocolo en las recepciones: por la escalinata central ascenderían las grandes personalidades y escoltándolos, las personas de menor rango social. Aunque también se ha apuntado como hipótesis el desarrollo de que fuesen un sistema de desagüe las escalinatas laterales.

A medio camino entre la puerta de entrada y el final de la escalinata, se abren, también a ambos lados, y enfrentados, dos pequeñas puertas, una occidental que da paso a una pequeña cámara rectangular abovedada, y posiblemente ocupada por un cuerpo de guardia, y otra oriental, por donde accedemos a una cripta cuyas bóvedas sostienen la planta que forma el ábside de la iglesia.

Con la ya comentada bifurcación en forma de “T” de la escalera, el constructor de Loarre se revela como un consumado arquitecto de espacios sagrados, pero también como un fino y hábil estratega. La disposición de la escalera obligaba a los posibles invasores del recinto a dividirse en dos frentes, y a medio camino, eran hostigados desde el puesto de guardia que vigilaba la escalera.

Iglesia

Si continuamos por el brazo izquierdo de la “T”, accedemos a la iglesia de San Pedro, cuya planta descansa sobre las estructuras anteriormente descritas: la cripta oriental, la escalera , a las que se añade la roca madre. La iglesia es de gran belleza y ligereza, realzada por la gran altura con la que nos acoge. No hay que olvidar que es una de las obras maestras del Románico hispano, del estilo románico internacional que corrió como la pólvora por el norte de nuestra geografía al socaire de la Ruta Jacobea, y que tuvo en la cercana Jaca uno de sus focos más deslumbrantes. Esta es la maravillosa iglesia que mandó construir Sancho Ramirez, para el uso y disfrute de la comunidad agustina que lo ocupó.

La iglesia está dotada de un ábside semicircular perfecto, y de dos tramos de nave, de planta cuadrada uno y trapezoidal el segundo, por adaptación a la topografía del emplazamiento rocoso, que aflora en uno de sus lados. El ábside está rematado por una arquería compuesta por trece elementos ciegos y sus correspondientes capiteles, sobre cuya línea se impostan 5 ventanales (dos de ellos ciegos) rematados por un arco de medio punto, por donde penetra la luz del día, iluminando con fuerza el interior de la iglesia. El ábside está cubierto por una bóveda de cuarto de esfera, solución arquitectónica muy en boga en la arquitectura religiosa bizantina, de donde procede gran parte de los elementos románicos, tanto estructurales como decorativos.

Los capiteles de las estilizadas columnas que sostienen el ábside conforman un espacio ligero y luminosos que nada tiene que ver con las pesadas formas que observamos en un gran número de edificaciones románicas rurales, y que nos recuerda más al estilo gótico que al románico. Loarre fue construido por y para reyes, los de Aragón.

Los motivos que aparecen en los capiteles están entremezclados, unos de procedencia islámica (como los entrelazados, de gran elegancia, o las palmetas de hojas), mientras que otros provienen de la tradición iconográfica cristiana, con sus imágenes instaladas en la moral, entre los que destaca la lucha permanente entre el Bien y el Mal y la existencia perenne del Pecado Original.

No obstante lo ya descrito, la obra maestra de la arquitectura de Loarre es la cúpula que cubre el tramo contiguo al ábside, ese espacio dividido en dos al que me he referido anteriormente, una cúpula compuesta de perfectos anillos concéntricos y clave central, que muestra al espectador sobrecogido por tal magnificencia la cuadratura del círculo mediante piedras de sillería cortadas con gran precisión por los maestros canteros que participaron en la edificación de Loarre.

El segundo tramo, como dije antes, es trapezoidal, por imposición del terreno, y está cubierto por una bóveda de medio cañón. Asoma con cierta frecuencia la roca en el zócalo de los lienzos que limitan este espacio de planta trapezoidal. Es el contraste entre la naturaleza de la estructura occidental de Loarre, representada por el roquedo natural y la perfección de la obra humana de oriente, lo que proporciona a Loarre ese equilibrio, y al mismo tiempo, esa tensión simbólica que transmiten al espectador no solamente las figuras esculpidas en los capiteles, sino la misma estructura compuesta por ábside, arquería, capiteles y cúpulas.

La fortaleza

Después de disfrutar del delicado simbolismo románico inspirado por la perfecta disposición espacial sagrada subyacente en San Pedro, abandonamos la iglesia y nos internamos  a través del otro brazo de la “T”, aquel que da acceso por pasadizos y vericuetos ocultos y semiocultos hacia la fortaleza propiamente dicha o ciudadela, la parte más antigua del conjunto, y en un bastante buen estado de conservación. Dentro de los elementos que la componen y que podemos admirar, destacan los siguientes:

Torre del Homenaje, así denominada a pesar de que muchos autores insisten en la inexistencia del feudalismo en Aragón. Es de planta rectangular, con cinco cuerpos o pisos. El camino de ronda que rodea la muralla asciende al tercer cuerpo de la Torre.

Torre de la Reina. También de planta rectangular, pero de menor altura que la anterior, pues solamente consta de tres cuerpos.

Capilla de la Reina, atravesando el patio de armas, que es la iglesia a la que acudían los defensores del emplazamiento de Loarre para satisfacer sus necesidades espirituales. Su estructura y decoración, sencillas y humildes, nada tienen que ver con la majestuosidad que emana de la vecina iglesia de San Pedro.

Un reposado paseo, pero con los sentidos alerta, por el recinto amurallado de la ciudadela y sus laberintos, así como una atenta visión de los paisajes que componen las sierras de Loarre y Caballera, así como de la planicie de la Hoya, terminan de satisfacer al visitante más exigente, aquél que busca en los lugares más recónditos de nuestra geografía, ese placer que sólo puede proporcionar la comprensión de los elementos que componen nuestro riquísimo patrimonio histórico, concretado en Loarre en el simbolismo románico.

Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías propiedad de Diego Salvador Conejo

Geolocalización:

© Colaboradores de OpenStreetMap
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Comentarios sobre 

15:24 19/11/2012

Es cierto tenemos un patrimonio histórico riquísimo, este Castillo es un lujo!!

MARIS

20:02 20/11/2012

Quiero ir!!!!!!!!!! :)

Carmen