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Iglesia visigoda de Santa Lucía del Trampal

La iglesia de Santa Lucía del Trampal, del siglo VII o del siglo VIII, situada en el municipio de Alcuéscar, es un ejemplo singular de arquitectura visigoda.

La iglesia visigoda de Santa Lucía del Trampal está situada en un paraje cercano a la localidad cacereña de Alcuéscar, a cuatro kilómetros de la vía romana conocida actualmente como Vía de La Plata. Se encuentra ubicada cerca de Montánchez, en la comarca de Montánchez y Tamuja. Desde esta población es muy fácil llegar hasta la iglesia, además de estar el acceso indicado. Hay que salir por la Calle de la Fuente y seguir una carretera estrecha asfaltada. A poco más de 2 kilómetros puede verse la iglesia. Se encuentra a menos de 4 km del centro de Alcuéscar.

Descripción

En las iglesias visigodas con cabecera independiente se pretende obtener un conjunto de tres capillas de dimensiones iguales o muy semejantes, y esto parece coincidir con otras novedades en la distribución interior, a las que debe buscarse una explicación estética o litúrgica más sólida. Esta distribución es un modelo extendido en la Hispania de los siglos VII y VIII, y de carácter netamente visigodo. San Juan de Baños y la de Santa Lucía del Trampal son dos ejemplos de este modelo constructivo que se ha asociado a la herejía arriana. El arrianismo era la forma de cristianismo que traían los visigodos consigo cuando atravesaron los Pirineos y se instalaron en Hispania. Para los arrianos, las Personas de la Trinidad tenían naturalezas distintas e independientes, y podría haber dado lugar a una separación de santuarios, encarnada en estas tres capillas absidiales independientes. De todas formas, a partir de la reforma religiosa en época de Recaredo (589), el catolicismo fue la creencia oficial del reino de Toledo, y este tipo de iglesias parecen haberse edificado en fechas posteriores.

Santa Lucía del Trampal está construida en su totalidad con sillares reutilizados de edificios más antiguos, sobre todo de época romana (pero también prerromana), cuya impronta podemos comprobar sobre muchos de ellos en forma de inscripciones epigráficas. Algunas de ellas se refieren a la diosa prerromana Ataecina, asimilada a Ceres y Proserpina. Su nombre completo en época romana sería: DEA DOMINA SANCTA TURIBRIGENSE ATAECINA (Diosa Señora Santa de Turóbriga Ataecina). El emplazamiento de la ciudad de Turóbriga, citada por Plinio, es desconocido.

La iglesia de Santa Lucía es hoy día tan solo el núcleo central de lo que fue en su día, pues excavaciones arqueológicas permiten descubrir los vestigios de dos estancias laterales, quizás porches, uno al norte y otro al sur, cuyas puertas nunca se cerraban. El hecho es completamente excepcional, pues el acceso se encontraba en la mayoría de los templos cristianos al oeste y de noche se cerraban. El edificio fue restaurado en época gótica. La iglesia visigoda en sí conserva la cabecera con tres capillas independientes, la nave transversal y un pequeño tramo de nave central, que se interrumpe en la obra gótica.

Las tres capillas, de planta cuadrangular se abren hacia el brazo de crucero, mientras que en esta nave se disponen seis arcos transversales de herradura, uno a cada lado de las entradas de las capillas, que descansaban en columnas adosadas al muro. El crucero delimitaba los seis arcos transversales mediante siete tramos: tres delante de cada ábside cubiertos por una estructura que en el exterior se muestra como cimborrio de tejado piramidal de planta cuadrada, dos intermedios y los dos extremos cubiertos con bóvedas de piedra.

Aunque la iglesia es de reducidas dimensiones, la complejidad de su planta hace que sea un ejemplo magnífico de arquitectura religiosa visigótica. Incorpora multitud de habitaciones y espacios interiores (hasta 24) de formas diferentes. La alternancia de zonas oscuras e iluminadas y la reiteración de zonas estrechas pero altas y largas hacen que el espacio interior parezca mayor de lo que realmente es. El arquitecto que la diseñó era un verdadero maestro innovador. Tanta complejidad interior se traduce en numerosos recovecos y esquinas, entrantes y salientes.

Restos de cancelas en la entrada de las capillas nos señalan que en tiempos, el oficiante de la ceremonia estaba completamente separado de los feligreses, de quienes posiblemente también les separaba una celosía que no dejaba ver el rito que estaba cumplimentando el sacerdote, a la manera en que actualmente los sacerdotes toman confesión a sus feligreses en los pequeños confesionarios de madera con celosías.

Para ocultar el irregular aspecto del templo, debido en gran parte a la reutilización de materiales, se cubrieron sus muros de un estuco pulido que le dieron un aspecto muy diferente y más homogéneo que el que se ha conservado hoy día. Acentuaban este aspecto blanco y brillante los mármoles tallados que la decoraban. Las ventanas del crucero y los ábsides tenían celosías caladas.

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Historia

Como hemos visto, se trata de un edificio único por sus peculiares rasgos arquitectónicos y por ser uno de los pocos edificios de la España visigoda que se conservan en la mitad sur de la Península. Aunque hasta ahora hemos considerado una cronología visigoda para Santa Lucía del Trampal, La fecha exacta de su construcción no está muy clara. Algunas fuentes indican que la construcción finalizó a mediados del siglo VII (arquitectura visigoda) y otros expertos retrasan la fecha hasta principios del siglo VIII (arquitectura mozárabe).

Junto a la propia basílica de Santa Lucía existían otras construcciones, que formaban un complejo monacal de cierta importancia en la región. La actividad monástica se limitó a raíz de la invasión musulmana durante el siglo VIII, y hacia el año 900, fue completamente abandonado.  Después de 4 siglos de abandono, se reconstruye en clave gótica durante el siglo XV, y en esta reforma se perdieron las dos habitaciones laterales con que contaba el complejo desde su fundación para obtener un único espacio interior. De esta restauración datan los arcos ojivales que soportan la nueva techumbre de madera. A partir de este momento, se recupera la vida monástica bajo la advocación a Santa Lucía, con mayor o menor fortuna hasta el siglo XVIII. Con la guerra de la Independencia, cambia de función drásticamente, siendo utilizado el viejo edificio como fortín, y después como almacén y establo. Por fin a finales del siglo XX, se restaura la vieja fábrica del edificio, es puesta en valor y se musealiza.

El entorno goza de un microclima privilegiado, pues se encuentra al abrigo de los fríos vientos del noroeste, por localizarse en la zona de umbría de la Sierra del Centinela. Esta posición favorece la presencia de abundantes naranjos y otros frutales, entre los que brota un caudaloso manantial de aguas minerales, denominado precisamente Manantial del Trampal, que da nombre al templo. Junto al manantial se encuentra el antiguo molino de agua. Actualmente funciona un moderno centro de interpretación, un tendido eléctrico y unos aparcamientos que arquitectónicamente contrastan de forma negativa con el maravilloso entorno en que se encuentra tan hermosa construcción. En sus alrededores se han hallado numerosas escorias de hierro de antiguas forjas romanas, varios elementos de una prensa de aceite y más de 40 altares de un primitivo templo pagano, donde se han documentado las referencias a la divinidad indígena Ataecina, mencionada más arriba.

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Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías propiedad de Diego Salvador Conejo

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