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¿Quiénes eran los carpetanos?

¿Quiénes eran los carpetanos? Son los primeros manchegos de los que tenemos noticia en la Historia, como pueblo, ya que aparecen en las fuentes clásicas.

¿QUÉ CONOCEMOS DE LOS CARPETANOS?

Vamos a hacernos la pregunta que me hice yo cuando elegí este tenebroso tema para proceder a su estudio. Es muy sencilla. ¿Qué conocemos de los carpetanos?

Y tras pensar y pensar y pensar...sólo nos sale a algunos tres términos relacionados: la Vía Carpetana, los Montes Carpetanos y carpetovetónico. ¿Y bien? La Vía Carpetana es una avenida de Madrid, los Montes Carpetanos son la cadena montañosa que va desde el Pico Peñalara hasta el puerto de Somosierra, picacho más, picacho menos, y que supone el límite norte de la Comunidad de Madrid. Y carpetovetónico, bueno...la RAE da dos acepciones, una perteneciente o relativo a los carpetanos y vettones y la otra, más sibilina, es la que se refiere a las personas, ideas, etc, que se tienen por españolas a ultranza...

Y poco más. Pero es que los carpetanos son los primeros manchegos de los que tenemos noticia en la Historia, incluyendo dentro del término manchego a los esforzados habitantes del gran poblachón que existe al sur de los Montes Carpetanos, que así denominó Quevedo a la capital de España.

Ya conocemos algo de los carpetanos. Son los primeros manchegos de los que tenemos noticia como pueblo, etnia, ya que aparecen en "los papeles", esto es, en las fuentes clásicas, en las crónicas que escribieron los autores grecorromanos y que tenían como tema casi único la conquista y la Geografía de la Península Ibérica. Los carpetanos aparecían entre los pueblos de la meseta que las pasaron canutas con el paso de Aníbal cual torbellino huracanado por estas tierras áridas y duras, y que después de ser vapuleados con estrépito por los pérfidos púnicos, pasan a ser los habitantes de la Carpetania, tierra preferida por las legiones romanas para descansar de sus durísimas campañas contra celtíberos y lusitanos.

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¿QUÉ SIGNIFICA CARPETANO?

Para responder a esta pregunta tan peliaguda hay que hacer una larga introducción del asunto, que nos lleva hasta la primera guerra púnica, pues tiene cierta relación, un poco enrevesada, eso sí, pero no menos entretenida.

No me extenderá demasiado sobre la primera guerra púnica. Esta fue una de las primeras guerras mundiales, pues involucraron a las dos potencias principales del Mediterráneo central, que comenzaron a dirimir quién es quién en el concierto internacional: una muy veterana en estas lides, Cartago, y otra, advenediza y que pedía su sitio en el nuevo orden internacional, como decía Bush Jr., Roma. El caso es que la isla de Sicilia fue el oscuro objeto del deseo de ambas, y después de muchos años de guerras y matanzas, al final, Cartago perdió la guerra, se firmó un tratado de paz por el que los púnicos (otra manera de nombrar a los cartagineses) se comprometieron, entre otras muchas cosas, a pagar a Roma una astronómica indemnización de guerra, que es lo que pasa cuando uno pierde: hay que pagar al que gana. Y como los cartagineses estaban en bancarrota ya que además de a los romanos, debían dinero a sus mercenarios, que los tenían y en cantidades ingentes, se fueron a buscar oro y plata con que pagar tan cuantiosa deuda. Ciudadanos cartagineses que se enrolasen en el ejército debía haber pocos, y los que había no firmaban de muy buen agrado, parece ser. Así que optaron por la posibilidad más cara, la de externalizar el servicio, que como sabemos, suele ser más oneroso. Y se fueron a buscarla un poco lejos de Cartago (ciudad que estaba muy cerca de la actual ciudad de Túnez). Así que recalaron en la Península Ibérica, donde fenicios (los predecesores de los púnicos) y griegos (amiguetes de los romanos) hacían las Américas (en este caso las Hispanias), pues había en esta tierra oro y plata para dar y tomar. Y allí que se fueron los Barca, familia de potentados púnicos, para sacar un dinerillo para el Estado, y de paso para ellos mismos. O al revés. Y durante su periplo por meseta, uno de los cachorros de la familia Rayo (que es lo que siginfica en castellano Barca), el inconmensurable Aníbal, se dio de bruces contra un buen número de pueblos, tribus, etnias de la meseta, entre las cuales estaban nuestros viejos conocidos. Todo esto es mucho más complicado, pero baste esta información para dar una ligera semblanza de donde nos estamos introduciendo. Estamos hablando de finales del siglo III a.C.

Aunque debía estar un poco despistado Aníbal, pues en la tierra de los que habitan sobre lugares poco elevados, poca plata debía de haber. Y a esta gente mesetaria los púnicos les dieron el nombre de kart-p-(t)anos, que no quería decir ni más ni menos que "aquellos que habitan los escarpes", es decir, lugares poco elevados situados en las inmediaciones del río Tajo y sus afluentes. Los autores griegos, que estaban al servicio de los romanos y les escribían sus crónicas, transcribieron la vieja grafía fenicio-púnica y les llamaron karpetanoi. Julio Caro Baroja ubicaba sobre riscos y escarpes numerosas ciudades carpetanas. Y el arqueólogo Dionisio Urbina, reinterpretando al antropólogo y etnólogo, iba más allá: los carpetanos son los "habitantes de las ciudades de los escarpes" y la Carpetania, el "país de aquellos que habitan en las ciudades de los escarpes" que yo añadiría del Tajo.

Así que en resumidas cuentas, el término carpetano tiene un origen cartaginés y no procede de los Cárpatos, como algún autor ha dicho por ahí.

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CRONOLOGÍA CARPETANA

Los carpetanos aparecen en los papeles, esto es, en las crónicas de cartagineses (éstas desaparecidas), griegos y romanos, a partir del último tercio del siglo III a.C. Para entonces, nuestros protagonistas ya habían entrado en la Edad del Hierro II.

Así que vamos a hacer un esquema de la cronología que nos ocupa:

Edad del Hierro I: siglos VIII - V a.C. Comienzan a aparecer los primeros utensilios en hierro. Llamemos a los carpetanos, no carpetanos, si no precarpetanos, porque todavía no se han individualizado en las fuentes históricas, y técnicamente aún permanecen en la Prehistoria.

Edad del Hierro II: siglos V - II a.C. Los utensilios de hierro se han generalizado, pero no sólo eso, sino también la cerámica a torno y las viviendas de arquitectura más sólida, de planta rectangular con zócalos de piedra, paredes de adobe y cubierta vegetal. A finales del siglo III a.C., entran en la Historia de la mano de los escritos púnicos, griegos y romanos. Antes de ese momento, cuando estaban a punto de irrumpir en los escritos, les voy a llamar protocarpetanos, porque casi lo eran ya.

Período romano republicano: siglos II - I a.C. Es la época de la conquista de la Meseta por los romanos. O los carpetanos habían quedado muy tocados durante la ocupación cartaginesa o se hacen enseguida muy amigos de los romanos, por lo que pueda pasar. Aparecen poco como carpetanos, pero sí como habitantes de las ciudades consideradas carpetanas: toletani, complutenses, consaburenses, caraccitanos.

Período romano altoimperial: siglos I - III d.C. La cosa está ya bastante más tranquila, y en la Carpetania se pueden dedicar a embellecer y engrandecer sus ciudades, algunas de las cuales pasan a ser municipios latinos, como Toletum, Complutum, Consabura, y con reservas, Segobriga, cuya población pudo ser mixta, celtíbero-carpetana. En todo caso, los carpetanos ya son carpetanorromanos. Vaya, romanos.

Período romano bajoimperial: siglos IV-V. Ahora pinta en bastos. La gran fiebre municipalizadora de siglos anteriores cae en picado, pero aun así, en Complutum se realizan grandes obras en el foro que datan de finales del siglo III d.C. Y la casa de Hippolytus, esa pedazo escuela para niños bien levantada en la época de las grandes villas, el siglo IV d.C.

Período visigodo: siglos V-VIII d.C. La cosa parece ruralizarse cada vez más. Excepto Toeltum, que brilla con luz propia entre las urbes que sobreviven al desastre bárbaro. Pero todavía quedan restos de las creencias carpetanas cuando hay textos toledanos eclesiásticos que ordenan acabar con las prácticas paganas en zonas fronterizas de la Carpetania, que ahora, como pudo serlo antes, es el nombre de una provincia eclesiástica del reino de Toledo. Y fíjense que Toletum es ahora capital del reino de los visigodos.

Con los musulmanes, ya no se habla de carpetanos, pero sí de Tolaitola, la antigua Toletum carpetano-romana.

 

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¿POR QUÉ SABEMOS ALGO DE LOS CARPETANOS?

Sabemos algo de los carpetanos a través de las fuentes grecorromanas, de textos en los que aparecen los karpetanoi como adversarios dignos de tener en cuenta para los poderosos púnicos, un pueblo o conjunto de pueblos que aparecen aliados a los fugitivos de Helmantiké y a los olcades vapuleados por Aníbal en su campaña de 220 a.C. Por esta circunstancia es de suponer que los autores griegos y latinos obtuvieron esta información de los cronistas cartagineses que dieron cuenta de los hechos de sus compatriotas, pues es de justicia pensar que Amílcar, Asdrúbal o Aníbal contasen entre sus filas de cronistas o escribas que se encargasen de la administración o de describir lo que veían u ocurría según avanzaban por tierras de Hispania. Esos textos fueron de conocimiento de los cronistas grecolatinos, que maquillados convenientemente, los incorporaron a sus propias crónicas.

Después de dirimir sus cuitas con los cartagineses, los carpetanos siguen apareciendo como etnónimo durante la primera fase de la conquista romana de la Meseta. Polibio, Livio, Apiano, entre otros cuentan las andanzas de nuestros protagonistas, unos de segunda mano y algunos incluso de tercera mano. Polibio es el autor más cercano en el tiempo a hechos de la conquista de la Meseta en la que aparecen involucrados los carpetanos, por lo que su crónica aparece menos contaminada que la de los otros.

Otra fuente inestimable de información son las listas de ciudades carpetanas, sobre todo las de Plinio y Ptolomeo. Plinio se basa en su conocimiento de la realidad administrativa de Hispania. Ptolomeo clasificó las ciudades del territorio imperial según su adscripción a antiguas unidades indígenas, una de las cuales era un territorio "fósil" denominado Carpetania, la región de los carpetanos, términos que tenían para el autor alejandrino un sentido meramente geográfico. Seguramente las ciudades carpetanas de Ptolomeo no eran tales, sino tan solo una lista de mansiones o lugares de descanso situadas e un determinado intervalo de millas romanas entre unas y otras dentro de las calzadas o vías que vertebraban el centro peninsular, y que aparecen documentadas en textos como los Itinerarios de Antonino o el Ravenate, que no son más que el MOPU de la época.

Y por fin las excavaciones arqueológicas, que tras una serie de prospecciones en la región donde estas listas sitúan antiguas poblaciones, confirman o desmienten las fuentes. En realidad lo que las excavaciones hacen es desenterrar estructuras urbanas y utensilios cotidianos de la Edad del Hierro, que son datados en una época anterior a la conquista romana o dentro de etapas históricas, en función de los resultados de técnicas como el C14 o la termoluminiscencia, que en solitario o en sinergia, son bastante fiables para conocer el tiempo en que florecieron los asentamientos descubiertos a base de excavadora, pico y pala.

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¿DÓNDE VIVIERON LOS CARPETANOS?

Como buena etnia, o pueblo o tribu que se precie, los carpetanos debieron ocupar físicamente un solar donde realizar sus actividades cotidianas, como todo quisque. Es uno de los puntos del orden del día cuando un equipo multidisciplinar se propone investigar sobre el pueblo objeto de nuestros desvelos.

Y para ello, los expertos se han puesto a leerse de arriba abajo las listas de ciudades de Plinio y Ptolomeo, a identificarlas con poblaciones actuales, si es que ello es posible (que hay muchos casos en que no), y a inventarse un fósil-director, cuya mera existencia en un yacimiento se asocie automáticamente a los carpetanos. La afortunada para ocupar el honor de fósil-director del pueblo carpetano ha sido la cerámica que Cuadrado llamó en 1973, "jaspeada", un tipo de alfar decorado a brochazos que imitan la madera. Aunque hay muchos arqueólogos que dudan de que esta forma de actuar sea la adecuada, puesto que pueden aparecer ejemplares de este tipo de cerámica en otros lugares que no sean los teóricamente originarios de los carpetanos.

El caso es que a la luz de los hallazgos arqueológicos y de las interpretaciones más o menos afortunadas de los textos grecorromanos, son considerados carpetanos por algunos investigadores la práctica totalidad de los territorios de la actual Comunidad de Madrid, la mitad oriental de la provincia toledana, puntos del norte de Ciudad Real, parte de la campiña de Guadalajara, y zonas conquenses colindantes con Segóbriga, ciudad que algunos consideran carpetana, otros celtíbera y algunos más, de población mixta carpetano-celtíbera.

A mí me parece una excelente propuesta territorial la de Pilar González Conde, de la Universidad de Alicante. Según ella, los carpetanos limitarían al oeste con los vettones, en función de la existencia o inexistencia de verracos, considerados propiedad intelectual vettona, por la diferente onomástica y por la ausencia de cultos indígenas de procedencia lusitana entre los carpetanos, que sí se dan entre los vettones. Una teórica línea dividiría la provincia de Toledo entre Toletum y Caesaobriga (Talavera la Vieja) de norte a sur. En el nordeste, la gran ciudad de Complutum y su alfoz marca el límite de lo carpetano. Entre Complutum y la alcarreña Segontia (posiblemente Sigüenza), una amplia región que sería difícil de adscribir étnicamente. Según los datos epigráficos de época romana, la campiña de Guadalajara estaría dentro de los límites admisibles de la tierra carpetana. Al Norte, el sistema Central separa a carpetanos de celtíberos, pero en Cuenca, al no existir accidentes topográficos dignos de mencionar, la frontera se hace difusa. Por el sur, la cosa parece ser más fácil, pues los montes de Toledo serían la línea divisoria con los ibéricos oretanos, pues al sur de esta cadena montañosa no se encuentran gentilicios, característica de las onomásticas célticas, en cuya nómina se incluyen los carpetanos, con sus matices. Los hallazgos más meridionales atribuidos a la etnia carpetana se encuentran en le norte de Ciudad Real, a la altura de la localidad de Navas de Estena, hasta que otro hallazgo más al sur no diga lo contrario.

He aquí el solar patrio de los carpetanos...

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LA CONQUISTA DE LA CARPETANIA

El batacazo de los habitantes de Helmantiké, que se pusieron chulos ante Aníbal Barca, y la posterior victoria del general cartaginés (el hijo del Rayo) en los vados del río Tajo contra una coalición de carpetanos, fugitivos vettones o vacceos (que no sabemos) de Helmántiké y olcades inician el dominio púnico en la sufrida Carpetania. Y fue sufrida porque aunque los carpetanos, parece ser que pueblo poderoso hasta el momento, la relación contra los imperialistas norteafricanos no fue todo lo buena que sería deseable. Las levas forzosas iniciadas por los estrategas púnicos dejaron tiritando a los carpetanos, que no tuvieron otra que rebelarse ante tamaño desafuero.

Cuando los cartagineses son derrotados en Hispania por los romanos, curiosamente también dejan de aparecer en las fuentes escritas de griegos y romanos las alusiones directas al pueblo carpetano, y se limitan a hablar de la Carpetania como territorio geográfico o a referirse a los habitantes de las ciudades carpetanas por su etnónimo particular: por ejemplo, toletani, complutenses, consaburenses...Los carpetanos parecen esfumarse de las crónicas. Aún tuvieron alguna aparición estelar como tal pueblo, cuando participan en los hechos de 195 a.C. Carpetanos, vettones, vacceos y celtíberos (en una enumeración que debía dar miedo) se enfrentan a las legiones de Nobilior en las cercanías del oppidum carpetano de Toletum.

En 186 a.C., los romanos son puestos en fuga (de momento, que ya sabemos que los romanos son como MacArthur: siempre volvían) por una coalición antinatura de celtíberos y lusitanos en las ciudades carpetanas de Dipo y Toletum. Pero de los carpetanos no se dice ná de ná. Quizás las fuentes les incorporaron dentro de la nómina celtibérica. Puede ser algo así, porque constantemente romanos y celtíberos se pegan en tierra carpetana.

En 151 a.C., el taimado general romano Lúculo, personaje de armas tomar, cruza el río Tajo desde la Carpetania, y arrasa Cauca, tras traicionar la confianza de sus pobladores. Y todo ello, por haber "molestado a los carpetanos". ¿Es que los carpetanos no se defendían solitos? Pues en esta época, parece que no.

Viriato se paseaba como Pedro por su casa por la Carpetania, la saquea a su gusto, se esconde en el Mons Veneris, el lugar de paso entre las tierras de los vettones y el valle medio del Tajo. Pero no solamente Viriato, sino que también sus hermanos lusitanos sientan sus reales en la Carpetania, donde los romanos invernan y se lo pasan de lujo cuando no están guerreando. Debía ser un lugar muy tranquilo, y sus ciudades, lugares de solaz esparcimiento de los legionarios en momentos de asueto.

La Carpetania es donde los celtíberos, guerreros irredentos, lavan su mala sangre, u donde se expanden de forma natural durante el siglo II a.C., lo que les lleva a chocar contra los romanos, que parece que estaban muy bien asentados. El desastre numantino corta las alas de momento a los susodichos celtíberos, pero en algún momento puntual volvieron a las andadas.

Nuevamente durante las guerras sertorianas se mencionan a la Carpetania y a diversos enclaves carpetanos en las fuentes (Caracca, Complutum, por ejemplo), pero los carpetanos como etnia siguen misteriosamente desaparecidos, como si se les hubiese tragado la tierra o la vorágine de la Historia, que al estar de buenas en los romanos, ya no eran considerados interesantes por sus apologetas.

 

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LAS MÚLTIPLES CARPETANIAS

Hay algo que debe quedar claro. No hubo un reino llamado Carpetania. Nunca existió una entidad política y organizada conocida como Carpetania. Ni hubo un rey de los carpetanos. Esa complejidad administrativa no existió en la Meseta. Nunca existió un Estado carpetano.

Las estructuras políticas de mayor jerarquía fueron las ciudades, o lo que los romanos llamaban civitas. Incluso a alguna la calificaron de pequeña ciudad, como Tito Livio ("parva urbs sed loco munito", pequeña ciudad pero en lugar fortificado), pero no mucho más. Y cada una de estas ciudades tenía un tipo que sobresalía entre los demás. Los romanos lo llamaron reyes, que es un término que les resultaba familiar. Los autores contemporáneos los llaman "reyezuelos" o "régulos", porque tenían tan poca gente y tan poco territorio a su cargo, que no merecía la pena llamarles reyes. Por ejemplo, el mítico Argantonios, rey de la no menos mítica Tartessos era un rey de los pies a la cabeza, en razón del elevado número de súbditos, de la gran extensión de su territorio, y atención, a la gran cabaña ganadera que mantenía en sus campos. Y además era el rey de la plata, como su propio nombre bien dice.

Nada de ello se dio entre los humildes carpetanos. En las crónicas aparece algún jefe o "régulo", y su jurisdicción se limitaba a una ciudad-estado, como Hilerno o Thurro. Cada asentamiento dentro del territorio establecido como la Carpetania era en sí misma, una Carpetania en pequeño, independiente de los demás enclaves, y autosuficiente, puesto que las granjas de su alfoz eran las encargadas de alimentar a los habitantes del emplazamiento propiamente dicho. De estas microcarpetanias dependían esas granjas o núcleos menores que les proveían de vituallas. Quizás hubo un tiempo, en que ante la amenaza de males mayores, los carpetanos de las microcarpetanias aparcaron sus diferencias, como sucede entre todos los vecinos que se precien, para hacer frente a los que venían de fuera, como los cartagineses, que les hicieron un roto tan grande, que después de su paso ya no fueron lo que fueron. Los carpetanos eran considerados por los cronistas griegos que escribieron sobre ellos como un pueblo poderoso. Algo tenían que tener en común los habitantes de las múltiples Carpetanias, para que estos extranjeros les metiesen a todos en el mismo saco: ¿la lengua? Todos los pueblos de la meseta sur debían hablar dialectos parecidos, y debían tener un aspecto físico similar. Quizás eran gentes cuyos poblados estaban ubicados en "escarpes" yesíferos en las cercanías del río Tajo y sus afluentes. Eso es, las gentes que vivían en "las ciudades del país de los escarpes", como asevera el arqueólogo Dionisio Urbina.

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ONOMÁSTICA CARPETANA

Los carpetanos, sus cosas, sus asuntos propios, todo lo que les rodeaba, debían tener unos nombres tan rarillos, que a los delicados y finos oídos de un itálico resonaban como rebuzno de jumento o pollino. Y a veces se negaban a transcribirlos, y otras escribían lo que les sonaba. Pero en realidad los nombres carpetanos no debían estar tan alejados de la nomenclatura latina. Y es que ambos proceden del frondoso árbol indoeuropeo. El dialecto o idioma carpetano es posible que fuese un dialecto del celtíbero, y el celtíbero debió ser una lengua procedente del antiguo celta que quedó fosilizado en la Meseta de la Península Ibérica, mientras que otras lenguas allende los Pirineos progresaban con mayor o menor fortuna. La misma lengua celta, sin ir más lejos.

Los carpetanos, según los estudios epigráficos realizados en estelas romanas, estaban inmersos en el mundo de las gentilidades, y ése es un mundo muy céltico, y por tanto, indoeuropeo. El carpetano y el latín debían ser primos lejanos, pero muuuuyyyyy lejanos, tanto que no se comprendían nada de nada. De hecho, es posible que un carpetano de Complutum y otro de Toletum tuviesen dificultades para comprenderse, conque con un celtíbero...y con un itálico, ¡para qué les vamos a contar!

Si los itálicos venían con sus trianominas, sus tres nombres (el de pila, el de la familia, clan o gens, y el apodo en función de una característica física), los carpetanos tenían tres también, no iban a ser menos: "Retógenes, hijo de Liticus, de los Consaburenses". Estaban constituidos, por tanto, por un nombre de pila, el "hijo de" y una especie de apodo o de nombre de la gens o clan, con lo que en esencia, no era una onomástica tan diferente de la latina. Lo que no sabemos exactamente es si el "apellido" (que no la filiación) de los carpetanos correspondía a ciencia cierta a un apodo (de los de los pueblos de toda la vida, como por ejemplo, "Los Cacharreros", que denominaba a una familia así conocida porque seguramente su antepasado común se inició en el noble arte de la venta de cacharrería) o a la gens, clan, familia, de la que procedía el individuo.

Por las epigrafías romanas, conocemos el nombre de varios clanes de la Meseta, y es cierto que muy latinos no suenan: Aelariqum, Arquiocum, Aucaliqum, Boccouriqum, Dagenicum, Elguismiqum, Eturicus, Malugeniqum, Manuciqum, Metturicum, Uloqum, Vacemqum...

En tiempo de los romanos, la onomástica carpetana primitiva se había latinizado, llegando algunos individuos a poseer los tres nombres, por aquello de ser más papistas que el Papa. Otros mantuvieron la gentilidad, puesto que debieron ser más reticentes a las moderneces que representaban los romanos. Por ejemplo, en Manzanares el Real (Madrid), una estela funeraria todavía citaba a un individuo con su onomástica céltica: "Monis, hijo de Allonis, del clan de los Bocouricanos, de 30 años". En cambio, en otra inscripción de Talamanca del Jarama, podemos transcribir: "Caius Aburius Lupus cumplió gustosamente su voto". Dos formas diferentes de nombrar a una persona, pero igual de eficaces, obviamente.

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¿EN QUÉ CREÍAN LOS CARPETANOS?

En las creencias de los carpetanos no queda más remedio que introducirse en el movedizo terreno de la conjetura, porque al contrario que de los pueblos vecinos, no ha quedado rastro, al menos de momento, de los dioses carpetanos en la epigrafía romana. Ni Ataecina, ni Airón, ni Endovellicus, ni Lug, ni demás dioses de los panteones célticos y lusitanos, que son los más próximos a nuestros protagonistas.

Esto no significa que los carpetanos no adorasen a dioses propios, lo que ocurre es que no han aparecido vestigios del culto, o es que entre sus costumbres no estaba la de citar por su nombre al dios al que le pedían árnica. Probablemente tuvieron sus representaciones materiales de las divinidades, pero puede ser que el material sobre el que lo realizaban fuese perecedero, como la madera, o que la intransigencia de los acólitos de posteriores religiones asentadas en el solar carpetano acabara con sus restos.

Como buenos célticos (con sus matices ibéricos), debieron adorar a un dios sin nombre, un dios superior, máximo y óptimo, como el Júpiter romano, caracterizado por un notable talante guerrero. Pero también debieron de ser devotos de la Diosa de la Naturaleza y de la Fecundidad, la Diosa Madre celta, indoeuropea. Como no se ha documentado la religión druídica en la Península Ibérica, es de suponer que tampoco hubiese druidas entre los carpetanos. No olvidemos que las corrientes culturales y humanas procedentes del centro de Europa, atravesaron los Pirineos y aquí se fosilizaron, mientras que allende nuestras montañas protectoras y separadoras al mismo tiempo, tales ideas evolucionaban. Nuestros celtas proceden de una estirpe muy antigua, donde no había todavía sitio para las creencias druídicas. No obstante los carpetanos eran devotos de la Naturaleza, y realizaban sus prácticas de culto en santuarios al aire libre, algo que a los romanos les irritaba sobremanera, puesto que ellos estaban habituados a los templos cerrados.

Los carpetanos debieron adorar al caballo, y a las divinidades acuáticas, como la inmensa mayoría de los celtas peninsulares. En Complutum eran especialmente afectuosos con las ninfas de las aguas. No olvidemos la fama de los jinetes meseteños, por cuya contratación se pegaban romanos y cartagineses.

Durante época romana, el culto a Marte, el dios de la guerra romano estaba muy extendido, y se asociaba su culto con el toro, animal de carácter sagrado en todo el Mediterráneo y sus riberas. El toro tenía además un matiz de orden astral, tiene carácter funerario y también simboliza la fecundidad. La religiosidad indígena también estaba predispuesta a los sacrificios cruentos y combates gladiatorios en los funerales de grandes personajes, como Viriato, que no era carpetano, pero sí lusitano, con quienes hubo bastante contacto, y no siempre amistoso.

Sí se conocen aras votivas en la Carpetania con inscripciones romanas, pero dedicadas a dioses romanos, aunque seguramente muchas divinidades del panteón romano se asimilaron con los indígenas, como Marte. En cambio, las alusiones a religiones mistéricas orientales, y por supuesto a los viejos dioses carpetanos, brillan por su ausencia. También está documentado en los municipios carpetanos de época imperial el culto al emperador, cuya gestión llevaban un colegio sacerdotal dominado por libertos, los sevires augustales.

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¿POR QUÉ NO VENDE LO CARPETANO?

Este punto nos lleva al primero: ¿qué conocemos de los carpetanos? Nada, y por eso no vende y no vende porque no conocemos nada. Es como se dice vulgarmente, la pescadilla que se muerde la cola.

Yo pienso que los abulenses están orgullosos de su pasado vettón, aunque no conozcan mucho de él. Pero es que las autoridades se preocupan de divulgar el conocimiento sobre los antepasados. También es cierto que en Ávila tienen unos asentamientos de la Edad del Hierro que ya quisiésemos por Madrid y Toledo. Ulaca, Las Cogotas, El Raso de Candeleda o la Mesa de Miranda son destinos arqueológicos formidables. Los sorianos también están orgullosos de su pasado celtíbero, y también se preocupan sus dirigentes de dar a conocer sus secretos, por lo menos antes, que ahora hay poco dinero para alegrías. Pero claro, los sorianos tienen Numancia, que durante muchos siglos se ha tratado como el símbolo de la independencia patria contra el invasor foráneo, y eso pesa mucho en el ánimo de la gente.

En la Carpetania no tenemos nada igual a nuestros vecinos vettones y celtíberos. Solamente conocen algo de los carpetanos los investigadores de la Universidad y los arqueólogos profesionales. Y poco más. La población en general no sabe nada de nada del asunto. Ni quiere saber porque nadie se ha preocupado de expandir el saber carpetano. La verdad es que hay poco que ver. La Dehesa de la Oliva podría ser el yacimiento que mayor atracción podría suponer en algún sector de la población, pero está encima de un cerro, sin señales visibles y completamente abandonado. Y eso, a 60 km de Madrid.

Durante la mayor parte del año 2012, el Museo Arqueológico Regional de Madrid (en Alcalá de Henares) ha abierto las puertas al público de una exposición monográfica sobre los carpetanos, tomando como base las excavaciones que se han realizado en diferentes campañas en el Llano de la Horca, en Santorcaz (Madrid). Además podemos contemplar los grandes hitos del mundo carpetano. No es para tanto, no vayan a pensar: se trata de la Medusa de Titulcia, un plato ceremonial de oro y plata y el relieve orientalizante de El Cerrón de Illescas.

Y exceptuando esta iniciativa del MAR y el departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid, poco más. Parece un tema que no interesa ni a políticos ni a universitarios. Y si a la Universidad no le interesa o le interesa poco, no son capaces de hacer mover un dedo a los políticos, que son quienes gestionan el dinero (escaso en los días en que escribo esto). Así que malos tiempos para reivindicar el pasado carpetano manchego. Y menos cuando los vestigios de esta cultura de la Edad del Hierro son tan pobres y escasos. Quizás es que no hay más cera que la que arde.

 

Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías propiedad de Diego Salvador Conejo