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Arnau Mir de Tost

Arnau Mir de Tost conocido como el Cid de Lleida, sin duda el personaje histórico leridano más importante de la alta edad media. Nació alrededor del año 1000.

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Arnau Mir de Tost es sin duda el personaje histórico leridano más importante de la alta edad media.

Nació alrededor del año 1000, seguramente en 998, primogénito de una de las familias más poderosas del condado de Urgell. Su padre fue Miró de Tost, miembro de la pequeña nobleza catalana y feudatario de Ermengol I de Urgell, y su madre, Sança, era hija de los vizcondes del condado de Conflent, en la Cerdanya, y pariente también del poderoso obispo Ermengol de Urgell.

No se conoce a ciencia cierta la infancia de Arnau Mir de Tost. Su nombre aparece por primera vez en un documento de 1019, aunque es de suponer, que como hijo de un caballero feudal del conde de Urgell, se criaría como paje primero, y escudero después, en la corte del conde Ermengol I, fallecido durante una expedición contra los cordobeses. Durante la minoría de edad de Ermengol II, su sucesor, el condado fue gobernado por el obispo Ermengol, miembro de la familia condal urgelitana. El regente condal confió el mando del ejército de Urgell a Arnau Mir, militar que a pesar de su juventud, ya sobresalía por su destreza en el ejercicio de las armas,  para arrebatar a los musulmanes de Lleida algunas poblaciones fronterizas, como Guissona o Alós de Balaguer, aprovechando el estado decadente del antaño poderoso Estado cordobés. El éxito de esta expedición proporciona al joven Arnau un renombre y la confianza en unas dotes de mando que le hacen muy conocido en los condados catalanes fronterizos con las taifas musulmanas de la zona que sucedieron a la caída del califato cordobés.

Entre 1030 y 1033 contrajo matrimonio con la primogénita del señor de Montanisell, con quien tuvo siete hijos, cuatro de los cuales fallecieron durante la infancia. Dos de las hijas que sobrevivieron, Valença y Redgarda, hicieron emparentar por matrimonio a los señores de Tost con parte de la nobleza catalana, el conde de Pallars Jussà y el vizconde de Cabrera, respectivamente. Mir de Tost y su esposa Arsenda compraron al conde de Urgell el castillo fronterizo  de Llordà, punto de partida de las razzias contra los territorios andalusíes.

Se piensa que Arnau Mir de Tost fue uno de los precursores catalanes del ejército profesional, origen de las fieras milicias almogávares, que tanta fama tendrían como temible fuerza de choque años más tarde durante la expansión catalanoaragonesa en el Mediterráneo.

En poco tiempo consiguió el pleno control de la Conca Dellà y llegó a las estribaciones del Montsec. La poderosa posición fortificada de Ager era la piedra angular del sistema andalusí en la zona, y en seguida Mir de Tost se aplicó en cuerpo y alma para conquistarla, lo cual finalmente consiguió, aprovechando la descomposición del califato cordobés y la falta de un poder centralizado que pudiese hacer frente a los cristianos en aquel momento, pues los reinos de taifas se encontraban en plena formación. Una vez que Ager fue tomado por las tropas de Mir de Tost en 1034, el conde Urgell le nombró señor de la población recién conquistada, y se dedicó a la reorganización y repoblación del territorio arrebatado a los musulmanes, la comarca del Montsec. De todas formas, esta plaza fuerte cambio de manos varias veces, debido a la reorganización musulmana, en este caso dentro del reino taifa de Lleida, cuyo rey Sulayman Ibn Hud, lo fue también del poderoso estado zaragozano. Ager cayó definitivamente en 1047 en poder de los cristianos, esto es de los urgelitanos, entre los cuales se encontraban como cabeza de lanza las huestes comandadas por Arnau Mir de Tost. La conquista definitiva del valle de Ager, amplió las fronteras del condado de Urgell hasta el valle del Segre.

Los dominios de Mir de Tost comprendían varios castillos y poblaciones fortificadas, como Vallferosa y Biosca en el Solsonès, Montmagastre y Artesa de Segre en la alta Noguera, o los castillos Purroy y Llaguarres, incluidos en el Montsec de Estall. En total, Arnau Mir de Tost fue señor de más de 30 castillos y numerosas villas y posesiones fortificadas que le valieron el título de vizconde, concedido por su señor natural, el conde de Urgell. Además de ser el señor de los territorios que conquistó por su propia mano, fue dueño por derecho de primogenitura del feudo de Tost tras la muerte de su padre y del que heredó después de la muerte de su suegro, señor de Montanisell. Debido a su habilidad como militar fue nombrado general de los ejércitos mancomunados de los condados de Urgell y Barcelona. Como feudatario de los condados de Barcelona, Pallars y Urgel, hacia 1060, Arnau Mir de Tost era uno de los principales señores de guerra de la marca catalana. El prestigio de la figura de Arnau y el respeto que imponía entre sus vecinos, hizo que fuese solicitado por los tres gobernantes mencionados como puente de unión y concordia entre ellos. En aquellos tiempos, los condados catalanes mantenían constantes pugnas por la hegemonía regional, como en general todos los microestados del sistema feudal europeo.

En 1068 participó en la asamblea de magnates que promulgó los primeros Usatges de Barcelona, el código de leyes feudales vigente en Cataluña hasta el año 1714.

Piadoso cristiano, concede tierras al estamento eclesiástico y promociona, impulsa o construye él mismo recintos religiosos dentro de los territorios de su señorío, así como en la propia villa de Ager, donde funda la abadía de San Pedro. Ager se convertía de esta manera en el centro neurálgico de sus dominios, un cada vez más extenso señorío feudal. Gracias a su amistad con el poderoso abad-obispo Oliba (abad de Ripoll), con la condesa Ermessenda de Barcelona, su fama de guerrero de la cruz y a una generosa donación a las arcas de San Juan de Letrán en Roma, la abadía quedó vinculada en el año 1060 a la Santa Sede vaticana. El Papa Nicolás II, pese a la lógica oposición de los obispos de Urgell y Roda, otorga una bula por la que a partir de este momento corresponde al señor de Ager y a sus descendientes la facultad de designar al abad de San Pedro de Ager. Ninguna autoridad eclesiástica podía intervenir en los asuntos del monasterio. Evidentemente, este acto papal no pudo hacerle ninguna gracia a los obispos nombrados, sobre todo al titular del poderoso episcopado urgelitano. En el futuro esta abadía se fue haciendo cada vez más poderosa, pues a ella iba a parar gran parte del botín conseguido por el propio Arnau y los señores feudales subordinados. No en balde se convirtió en una de las principales abadías, rica y poderosa, del sur de Europa, y heredera en parte de los dominios del vizconde, aquel al que acabaron conociendo como el Cid de Lleida.

A las órdenes del conde de Barcelona conquistó las villas de Camarasa y Cubells. Durante la llamada cruzada de Barbastro en 1064, comandó las huestes cristianas urgelitanas para conquistar esta fortaleza musulmana en Aragón, bajo el mando supremo del rey aragonés Sancho Ramírez. Arnau fue en gran medida impulsor de esta acción militar, pues pidió al Papa Alejandro II, valiéndose de sus privilegiadas relaciones con el Vaticano, ayuda para conquistar tan estratégica plaza. Barbastro cayó en manos cristianas, pero la reacción mahometana le costó la vida al propio conde urgelitano Ermengol III, y la recuperación momentánea de la ciudad por las huestes de la Media Luna. Esta acción se integra dentro de la expansión de catalanes y aragoneses hacia el sur, en un intento por debilitar de forma definitiva el poderío de la taifa de Zaragoza. Al fallecer el señor feudal de Urgell, Arnau se hizo cargo de sus restos mortales, como principal feudatario y hombre de confianza, dándoles sepultura en sus posesiones de Ager, en concreto en la colegiata de San Pedro y haciéndose cargo del hijo de su señor fallecido, en aquel momento menor de edad y que ascendería al condado de Urgell con el nombre de Ermengol IV. Durante la minoría de Ermengol IV, Arnau fue de facto el verdadero señor de Urgell. Pero al llegar Ermengol IV a la mayoría de edad, Arnau renovó sin problemas el juramento de fidelidad que le ligaba a la familia condal de Urgell.

Tras la muerte de su esposa y de su hijo Guillem-Arnau, Arnau se retiró a sus posesiones de San Pedro de Ager, el castillo-abadía que se había hecho construir y había enriquecido y engrandecido durante años, aunque en 1072, ya setentón,  todavía tuvo fuerzas para peregrinar a Santiago de Compostela. A su vuelta redactó su famoso testamento, en el que no pudo dejar sus dominios a ningún hijo varón por haber desaparecido todos, nombrando en él heredero al nieto habido de su hija Ledgarda con el vizconde de Cabrera, Guerau II de Cabrera. Otra parte de sus bienes fueron a parar a su querida abadía de San Pedro. En dicho testamento se citan todos los castillos de los que disponía, conseguidos unos por herencia, otros por compra y la mayoría por conquista. En el testamento para referirse a su señor natural el conde de Urgell, emplea la formula "seniore meo", pero también para referirse tanto a su yerno, Ramón IV de Pallars, como al rey de Aragón, Sancho Ramírez. Es más que seguro que el contenido del testamento de Arnau supuso el despertar de la codicia de algunos de sus familiares que no habían sido directamente nombrados en él, como su yerno Ponce I de Cabrera, padre del nieto de Arnau, aquél que había sido directamente beneficiado por los bienes de su abuelo.

Arnau Mir de Tost había colocado la base del poderío catalán en las Tierras de Lleida. Fue enterrado en la Colegiata de San Pedro de Ager, pero sus restos fueron trasladados en 1856 a la iglesia de Ager, donde en diciembre de 2009 fueron recuperados. No nos han quedado retratos ni efigies del prestigioso guerrero catalán, tan sólo las armas de su linaje y su sangre, perpetuada en otras casas nobles de la vieja Cataluña, a través de los matrimonios de sus hijas.

Bibliografía, Créditos y menciones

Texto propiedad de Diego Salvador Conejo