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Injustamente olvidado, Don Blas de Lezo fue uno de los mejores marinos y estrategas militares con que ha contado jamás la Armada española. Afortunadamente en la actualidad su figura está alcanzando un merecido reconocimiento, de la que es buen botón de muestra el acto de presentación de la efigie en cera del insigne personaje el 20 de mayo de 2014 en el Museo de Cera de Madrid, en un emotivo encuentro al que asistieron entre otras personalidades, los descendientes del ilustre militar, representantes de la Armada Española, de la Real Academia de la Historia y el Delegado del Área de las Artes del Ayuntamiento de Madrid. Además, una magnífica exposición en el Museo Naval de Madrid sobre la biografía de Lezo y una semblanza del tiempo histórico que le tocó vivir, han puesto al marino en el lugar que, por justicia, le corresponde en la Historia. La exposición llegó tras seis meses de muestra en Madrid, a Cádiz, donde ha permanecido en la Casa de América hasta el 12 de mayo de 2014. El Ayuntamiento de Madrid, el Museo de Cera, la Real Academia de Historia, el Museo Naval y la Armada, junto con otras instituciones, han conseguido poner en el punto de mira del público la figura de Blas de Lezo. Para octubre de 2014, el Ayuntamiento madrileño tiene prevista la inauguración de una estatua del ilustre marino en los Jardines del Descubrimiento, en la plaza de Colón de Madrid. La escultura ha sido sufragada por suscripción popular. Asimismo, la Armada española cuenta en la actualidad dentro de sus unidades con la fragata F-103, que porta el nombre de Blas de Lezo.
Blas de Lezo y Olabarrieta nació en 1689, en Pasajes (Guipúzcoa), y falleció en 1741, en Cartagena de Indias (Colombia). Ostentó el cargo de Almirante de la Armada española y debido a las gravísimas e incapacitantes heridas de guerra que sufrió en los inicios de su azarosa vida, fue conocido entre sus contemporáneos como Patapalo y Mediohombre, y gozó de justa y merecida fama en su tiempo.
Durante el siglo XVIII, Gran Bretaña incrementó su poderío marítimo y comercial, y se convirtió en el máximo adversario del imperio español, una rivalidad que se trasladó a todos los rincones del orbe. Gran Bretaña intentaba romper por todos los medios el monopolio comercial de la metrópoli hispana con sus colonias, sobre todo con el gran mercado americano. Y lo hacía en forma de contrabando, a través de buques con patente de corso, y desatando conflictos de baja intensidad, cuando no originando una guerra abierta. Ambas potencias marítimas practicaban el mercantilismo económico, pero poco a poco se internaban cada vez más dentro del libre comercio. Tanto una como otra practicaban el monopolio con sus colonias, alejando a las demás potencias europeas de los beneficios ocasionados por el fructífero comercio estatal con los territorios ultramarinos. En los conflictos que asolaron Europa durante el siglo de la Ilustración, España y Gran Bretaña estuvieron siempre enfrentadas, con aliados ocasionales a veces, en otras más sólidos y fieles, como la enraizada amistad francoespañola desarrollada en esta centuria y cimentada en los Pactos de Familia firmados entre las dos ramas de Borbones, reinantes a ambos lados de los Pirineos.
En esta época y en este ambiente de confrontación entre los dos imperios marítimos que luchan por romper los respectivos monopolios comerciales, Blas de Lezo ingresó en la Marina con 15 años, destacando inmediatamente por su enorme coraje y audacia, y forjándose como militar. Intervino en la Guerra de Sucesión que se desató en España a la muerte de Carlos II, el último representante de los Austrias españoles. Participó en la batalla de Vélez-Málaga (1704), donde según las crónicas, una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, siendo necesaria su amputación sin anestesia por debajo de la rodilla, y durante la cual no profirió lamento alguno. Tomó parte en las operaciones de ayuda a la ciudad levantina de Peñíscola y a la siciliana de Palermo, estuvo presente en los dos asedios de Barcelona (1706 y 1714, durante el cual recibe un balazo en el antebrazo derecho, que le deja manco de por vida) y en el sitio de Tolón (1707), donde pierde el ojo izquierdo. Durante el desarrollo del conflicto, con 23 años ascendió al empleo de capitán de navío. Y con tan sólo 25 recibía ya el apodo de Mediohombre a consecuencia de las numerosas heridas recibidas en los múltiples combates librados a tan temprana edad, las cuales le había dejado cojo, tuerto y manco.
Lezo combatió tras la Guerra de Sucesión en todos los escenarios en los que se enfrentaron el imperio español y sus enemigos, sobre todo los británicos y sus aliados. Durante el reinado del primer Borbón, Felipe V, la Corona trató de potenciar la Armada española como el medio más eficaz para recuperar los territorios perdidos a consecuencia del Tratado de Utrecht, que puso fin a la guerra sucesoria. Así, fue creada la Real Armada en 1714 y se publicaron las primeras Ordenanzas en 1717. La administración peninsular y colonial fue reorganizada, lo que contribuyó a mejorar la eficacia de los astilleros en la construcción naval y de la industria complementaria. Además se impulsó el adiestramiento de oficiales técnicos y científicos, con la creación del Colegio y la Compañía de Guardiamarinas.
Finalizada la Guerra de Sucesión, es dentro de las nuevas directrices políticas de Felipe V, encaminadas sobre todo a recobrar las pérdidas españolas como consecuencia del Tratado de Utrecht, donde Blas de Lezo desarrollará sus actividades militares: lucha contra el contrabando y defensa del imperio colonial; intentos de recuperar Gibraltar, Menorca y Orán. Por ello, fue destinado en principio a la Escuadra del Mar del Sur, que operaba en el océano Pacífico, y luchó contra los corsarios ingleses y holandeses que hostigaban las costas de Chile y Perú.
En el Mediterráneo, al mando de la escuadra española en este escenario, organizó las expediciones contra Génova (1731) y Orán (1732), que fue conquistada. En 1734, fue nombrado teniente general, la más alta graduación de la Armada, durante su estancia en el Departamento de Cádiz, donde estuvo destinado seis años. Lezo fue hombre de confianza de José Patiño, secretario de Estado, quien le confió la defensa de Cartagena de Indias en 1736, y hacia donde zarpó en 1737. Esta plaza era pieza clave en el sistema militar español en América. Fue en las costas americanas, donde alcanzó fama imperecedera, al enfrentarse a una enorme flota inglesa, que trataba de ocupar Cartagena de Indias.
El Almirante defendió en 1741 la ciudad con tan solo 6 barcos de guerra y unos 3000 hombres, que se enfrentaron a 180 barcos y más de 23000 combatientes británicos, dirigidos por el Almirante Vernon, que había saqueado hacía poco tiempo Portobelo, en Panamá, dando buena cuenta de una plaza fuerte mal defendida. Y pensó que Cartagena de Indias caería igualmente como fruta madura a sus pies. Esta acción de combate se incluye dentro del conflicto conocido como Guerra de la Oreja de Jenkins, un episodio más del enfrentamiento angloespañol a lo largo del siglo XVIII por la ruptura de los monopolios estatales del comercio americano. Esta lucha se desató a consecuencia del apresamiento de un barco corsario inglés comandado por Robert Jenkins, cerca de la costa de Florida. El capitán español Juan León Fandiño apresó el buque corsario y le rebanó la oreja a su capitán, inmediatamente interpretado por los ingleses como casus belli. El mismo Jenkins denunció su caso delante de la Cámara de los Lores, llevando su oreja en la mano. De ahí el nombre con el que se conoció a esta guerra.
Pero la experiencia en más de 20 batallas de Blas de Lezo fue decisiva en el desarrollo del combate. Los defensores españoles hostigaron a los británicos en un primer momento desde el fuerte de San Luis de Bocachica, que hubo de ser abandonado a consecuencia del asedio inglés, y después desde el castillo de San Felipe de Barajas. La casi imposible defensa de Cartagena de Indias, frente a un enemigo tan superior en armas y hombres, sólo pudo llevarse a cabo gracias a la adecuada estrategia puesta en marcha por Lezo. Tanta confianza tenían los ingleses en su victoria, habida cuenta de la enorme superioridad numérica con que contaba su escuadra (la II Armada Invencible, fue denominada por algunos), que incluso se habían permitido la licencia de acuñar ya las medallas que conmemoraban el triunfo de Vernon. Las condecoraciones incorporaban una efigie en las que se observa al comandante español arrodillado y vencido a los pies del británico, y una leyenda en el anverso que decía: “Los héroes británicos tomaron Cartagena el 1 de abril de 1741” y “El orgullo español humillado por Vernon”. Parece ser que el almirante británico, mientras se retiraba derrotado de la costa colombiana, gritó al viento y a quien quisiese escucharle, la frase: “God damn you, Lezo!” (¡Que Dios te maldiga Lezo!).
Detalle de la contra-medalla del Museo de Cera de Madrid, en la cual se ve de rodillas el Almirante Vernon ante Blas de Lezo.
Aunque tras conocerse en Londres el enorme fiasco y fracaso de las armas inglesas, el rey Jorge II ordenó hacer desaparecer esas medallas, han logrado sobrevivir al paso de los siglos, y algunas forman parte de la colección permanente del Museo Naval de Madrid. En esta batalla, Gran Bretaña sufrió quizás la derrota naval más severa de su historia, logrando los españoles conservar una ciudad considerada la llave de América, vital para los intereses de la Corona hispana en la zona. Es muy posible que la derrota inglesa en Cartagena de Indias asegurase el dominio marítimo español hasta el desastre de Trafalgar, en 1805.
En septiembre de 1741 muere Blas de Lezo en la misma ciudad que había defendido con tanto éxito semanas antes, a consecuencia de la epidemia de peste desatada por la descomposición de los cuerpos insepultos de los caídos en los combates, la mayor parte de ellos británicos. Fue enterrado en una tumba anónima, sin el debido reconocimiento, algo a lo que no debió ser ajeno el agrio enfrentamiento de Lezo con el virrey de Nueva Granada Sebastián de Eslava, quien le apartó de su puesto como comandante de la Escuadra de Cartagena de Indias, a pesar de la decisiva intervención de Mediohombre en la hábil estrategia defensiva que dio al traste con los planes de Vernon. Eslava había anunciado la victoria y recibió todos los parabienes y felicitaciones, enviando un escrito al rey Felipe atribuyéndose injustamente el triunfo contra la escuadra de Vernon, ocultando de esta forma una actitud cobarde y sus graves deficiencias como estratega militar. Mientras, Blas de Lezo quedó relegado de forma arbitraria al anonimato.
Aunque en su época fue todo un héroe, Lezo cayó muy pronto en el olvido, un olvido que se ha prolongado hasta nuestros días, y del que ha sido por fin rescatado.