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El mito de las suecas

El mito de las suecas relatado por nuestro colaborador Diego Salvador se centra en la España de los años 50 del siglo XX bajo la dictadura de Franco.

La España de los años 50 estaba sometida al yugo terriblemente purificador de la Iglesia. Los obispos se tomaron la revancha de la quema de iglesias y del anticlericalismo feroz frentepopulista. La mujer española, reposo del guerrero, vivía en un mundo impensable para el resto de su entorno europeo. En aquella época en que Europa conseguía ganar sus libertades individuales, en España no se permitía que fumaran en la calle o llevasen pantalones cortos. Era una época de represión como no se había visto nunca o casi nunca. La dictadura franquista pisoteaba sin piedad todo atisbo de libertad de cualquier índole.

El bikini era una prenda prohibida y a los hombres se les obligaba, en nombre de una timorata y supuestamente bien pensante moralidad hipócrita y farisea, en muchas playas, a llevar el pecho cubierto. En la costa catalana, las beatas de Acción Católica apedreaban a las turistas que paseaban con pantalón corto, se mesaban los cabellos, se sacudían golpes de pecho y se rasgaban las vestiduras ante tamaña demostración del poder infernal, pues el demonio andaba a la caza y captura de incautos en la Tierra y había que luchar para que no se hiciera con su botín: el mayor número posible de almas. Lo que nunca se imaginó nadie es que quizás los españoles querían ser poseídos.

El arzobispo de Sevilla increpaba vocinglero desde su vehículo oficial a las descarriadas turistas que en manga corta osaban pasar delante de su diócesis, reducto de la moral triunfante nacional-católica. Las doctrinas de Darwin eran consideradas una auténtica herejía. Y en este clima irrespirable de represión social, política, moral, España se moría de hambre, sometida a una autarquía que sojuzgaba con sus cartillas de racionamiento los estómagos de los vencidos y de muchos de los vencedores. España estaba fuera del Plan Marshall, debido a su pasado reciente filo-nazi.

Finalmente el gobierno de Franco logró romper el bloqueo internacional, a partir del Concordato con la Santa Sede y los pactos con los norteamericanos (en clara situación de inferioridad) , ambos firmados en 1953. La ayuda internacional no fue gratuita, y el monolítico régimen franquista debió hacer concesiones, entre las cuales estaba la de permitir la entrada de extranjeros sin necesidad de visado, medida que como se vio posteriormente, resultó crucial para el comienzo de la modernización y actualización sociocultural del sufrido ciudadano español.

Y hete aquí que empezaba la era del turismo. En 1956 llegaron a las costas españolas cerca de millón y medio de turistas. Gran parte de los turistas eran chicas de los países nórdicos: Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca, a las que se llamó genéricamente, "suecas", pero también francesas, británicas, alemanas, ...Sus hábitos sociales y culturales les conferían cierta tolerancia sexual, fruto de una educación vanguardista y revolucionaria que había arrancado desde las cenizas la Europa tras la II Guerra Mundial. España, bajo el puño de hierro de un régimen carpetovetónico y aislada geográficamente por los Pirineos, se encontraba en el Paleolítico. Las libertades que traían los extranjeros en sus maletas apenas se podían imaginar, y así se fue forjando el mito de las "suecas". La mayor parte no venían en busca de sexo, sino del sol de España. Originarias de países con muchas horas de oscuridad a lo largo del año y con muy bajas temperaturas, consideraron España como un paraíso perdido. Además era un país extremadamente barato, con lo que cada vez llegaron más turistas.

Las "suecas" se convirtieron en un mito, un sueño de libertad, que aún persiste en gran parte de la generación nacida inmediatamente después de la Guerra Civil. Si un marido quería increpar a su mujer la decía "pues me voy con una sueca", pero en realidad eran pocos los que lo hacían.

Según Umbral, "Toda sueca (de París para arriba todas son suecas) lleva dentro un hispanista en tanga que se interesa por la confección de nuestros vinos, por el baile del pueblo, por el ritual de las bodas, por el mito de la virginidad y hasta por la Guerra Civil". Otras "suecas" perseguían en España el paraíso que la generación hippy había inventado. Pero hay que reconocer a las "suecas" que nos enseñaron un mundo que por aquéllas épocas nadie podía imaginar.

Sigrid, la eterna novia vikinga del mismísimo Capitán Trueno, personaje de cómic hispano aparecido en la década de los 50, es en realidad una clara trasposición del mito de las turistas suecas que por entonces asolaba España: cualquier propio que veranease en una localidad costera deseaba beneficiarse a una sueca, por su belleza y también porque venían de un mundo totalmente ajeno a lo que entonces era la recia España, donde la liberación sexual era un concepto desconocido, y las mujeres estaban para fregar y tener hijos (tal y como decía antes, el reposo del guerrero). 

Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías propiedad de Diego Salvador Conejo