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Introducción al Carlismo 1833-1876

Primer artículo que a modo de introducción analiza la Historia del Carlismo 1833-1876 y los antecedentes del enfrentamiento de las dos Españas en el siglo XIX.

Historia del Carlismo 1833-1876 antecedentes del enfrentamiento de las dos Españas en el siglo XIX

 INTRODUCCIÓN:

 

Hablar del origen del Carlismo o tradicionalismo español, significa referirnos  al contexto político e histórico que atraviesa España a lo largo del siglo XIX. Decir una fecha clara como hito del nacimiento de este movimiento, es ciertamente bastante complejo, pues lo cierto es que sus fundamentos se fueron gestando a lo largo de los avatares de dicho siglo. Los orígenes de este movimiento político y social, se encuentran en la crisis del Antiguo Régimen, no obstante, aunque siempre se nos ha planteado el carlismo como resultado de una lucha dinástica, desde este prisma hemos de entender, que sin lugar a dudas es mucho mas complicado. Sus bases ideológicas surgen a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, ante la revolución francesa en 1789, aparece en España una corriente contrarrevolucionaria y anti-liberal liderada por intelectuales eclesiásticos temerosos de la política anticlerical de los gobiernos de corte revolucionario.

 

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El carlismo como tal, fue un movimiento político tradicionalista y legitimista de carácter antiliberal y contrarrevolucionario surgido en España en el siglo XIX que pretendía el establecimiento de una rama alternativa de la dinastía de los Borbones en el trono español, y que en sus orígenes propugnaba la vuelta al Antiguo Régimen. En el último tercio del siglo XX el carlismo se fue dividiendo en dos grupos, uno que promovía el socialismo autogestionario, llamado el Partido Carlista; y otro partidario del tradicionalismo, llamado Comunión Tradicionalista Carlista. Las consecuencias de la revolución llegan en 1808, con el periodo de la Guerra de la Independencia, fruto de aquella experiencia nace el primer liberalismo español y la elaboración de la primera constitución de 1812, conocida como la Pepa. Tras estos sustanciales cambios, se producirá una división política en la sociedad española, entre liberales y realistas. Los realistas procedían de todas las capas sociales, pero al frente de los mismos estaban los grupos privilegiados. Tal heterogeneidad trae una disparidad de motivaciones y objetivos, aunque por encima de todo les unía la lucha contra el liberalismo y una serie de valores comunes, como la defensa de la religión, la crítica de la desamortización y la decadencia de los valores tradicionales. Será en el periodo de la década absolutista del Rey Fernando VII 1823-1833 cuando el realismo se divide en dos corrientes, una moderada y otra ultra-realista. Los problemas internos, como el no reconocimiento de los grados de muchos realistas o una represión anti-liberal que no satisfizo a una parte de los absolutistas, fraguan esta separación. Las tensiones entre ambas corrientes serán constantes.

 

No hemos de olvidarnos que el Carlismo es un fenómeno histórico hispánico que ha dado mucha bibliografía de diversa índole, sobre todo histórica, pero muy centrada en sus aspectos militares, asociados a una confrontación ideológica  progreso /reacción o revolución /tradición. Otros aspectos de su cultura política, o si se quiere quizá de subcultura, a lo largo de su larga historia, han quedado relegados a un segundo o tercer plano, y no digamos ya los aspectos estrictamente culturales que también han generado a lo largo de todos estos años. En primer lugar es necesario constatar que el movimiento carlista, en líneas generales, parece no haber encajado demasiado bien en la mayoría de las tendencias historiográficas que han ido dominando a lo largo de su ya dilatada historia. El carlismo se ha declarado como un fenómeno marginal, cuyo conocimiento no merecía demasiado interés, bien porque se consideraba simple y llanamente una cultura reaccionaria, contraria al progreso, o bien porque se hallaba al margen del sistema dominante. Por otra parte, conviene diferenciar entre las culturas intrínsecas más o menos populares del carlismo y la alta cultura o arte que, como ya he dicho, ha ido generando, al inspirar a escritores y pintores como Valle-Inclán, Pérez Galdos, Baroja, Unamuno en literatura y Cussachs, Fortuny, Joaquín Vayreda, Zuloaga o Saenz de Tejada en Pintura. 

 

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Disputas doctrinal del Carlismo:

 

Otro aspecto de la disputa transcurría en el terreno religioso, con el deseo de los carlistas de conservar la catolicidad de las leyes y las instituciones, propia de la tradición política española. Los liberales iniciaron un proceso de desamortizaciones (Madoz y Mendizabal) que privaban de terrenos de cultivo a los monasterios, para venderlos en subasta pública a las grandes fortunas, llenando las arcas públicas del estado y de algunos políticos del liberalismo. Iniciaron, también, la quema de conventos y el asesinato de religiosos (1834) y privaron al campesinado de las tierras comunales de los Ayuntamientos, con las que mantenían una economía de subsistencia, obligándoles a engrosar las filas de un incipiente "proletariado" que, unos años más tarde, sirvió de fermento a las revoluciones socialistas y anarquistas. Así, España se vio reformada en el terreno político, religioso y social muy gravemente. Como consecuencia de ello, apareció la reacción de los sectores tradicionalistas, defensores del viejo orden gremial, y de la Iglesia, ante la política de los nuevos gobiernos liberales que, con la excusa de modernizar el país, estaban abriendo las puertas al capitalismo. Además, los partidarios del reclamante Carlos alentaban la reinstauración de la totalidad de los fueros de los territorios de las zonas sublevadas (si bien existen discrepancias entre los historiadores respecto si la defensa de los fueros fue un rasgo característico del carlismo desde su origen o si se manifestó ya empezada la Primera Guerra Carlista), aunque, donde surgió por primera vez el carlismo fue en Castilla, y no en las regiones forales. Así se conformó el ideario carlista: legitimidad dinástica, tradición católica, monarquía confederal y misionera, con derechos forales de las regiones no afectadas por el decreto de Nueva Planta. Su lema: «Por Dios, por la Patria y el Rey».

 

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Antecedentes históricos:

 

Ya durante el Trienio Liberal (1820–1823) había surgido un movimiento de carácter antiliberal y contrarrevolucionario. Sin embargo, el movimiento hundía sus bases ideológicas en el pensamiento español anti-ilustrado y antiliberal de autores como Fernando de CeballosLorenzo Hervás y Panduro Francisco Alvarado, enmarcados en una corriente europea de reacción contra el enciclopedismo y la Revolución francesa. Durante la segunda restauración absolutista -conocida por los liberales como la "Década ominosa" (1823-1833) y que constituye el último periodo del reinado de Fernando VII- los absolutistas se dividieron entre absolutistas "reformistas" -partidarios de "suavizar" el absolutismo siguiendo las advertencias de la Santa Alianza, cuya intervención militar mediante los Cien Mil Hijos de San Luis había puesto fin en 1823 a la breve experiencia de monarquía constitucional del Trienio Liberal- y los absolutistas "apostólicos" o "tradicionalistas" que defendían la restauración completa de la monarquía católica tradicional, en la que el pueblo estaba representado por las cortes, y el poder del rey estaba por tanto limitado. Los tradicionalistas tenían en el hermano del rey, Carlos María Isidro -heredero al trono porque Fernando VII después de tres matrimonios no había conseguido tener descendencia- a su principal valedor, y por eso comenzaban a ser llamados "carlistas"

 

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 La Sucesión al trono:

 

No es de extrañar ante el panorama dibujado, que la problemática descendencia de Fernando VII fuese un elemento aglutinador de tales tensiones, punta de un iceberg afilado y peligroso. En 18 de mayo de 1829 falleció la tercera esposa de Fernando VII, sin haberle podido dar descendencia. Era de vital importancia un nuevo casamiento, para albergar la posibilidad de continuar su línea sucesoria. De no conseguirlo, el Trono pasaría a su hermano el Infante Don Carlos María Isidro, apoyado por los ultra-realistas. Aquí se llega al cuarto matrimonio de Fernando con la Princesa María Cristina de Nápoles, que le dará una heredera, la Princesa Isabel. La legalidad dinástica vigente procedía de la Ley Sálica, implantada en España por Felipe V, en la cual primaba la descendencia directa por varón, aunque las hembras tuvieran mayor derecho para tal sucesión. En marzo de 1830, Fernando VII publicó la Pragmática Sanción por la cual las hijas del Rey recuperar la prioridad en la sucesión respecto a su tío. Ello asesto un duro golpe a las pretensiones del Infante Carlos  de acceder al Trono de España. El último rayo de luz para el pretendiente al Trono fue la decisión de su enfermo hermano en 1832 de derogar la Pragmática Sanción para evitar tras su muerte una lucha fraticida en el país. Pese a ello, ante una mejoría del Rey Fernando, se restablece la Pragmática, y se eliminan del gobierno todos los elementos subversivos ultra-realistas, estableciendo un gabinete de realistas moderados. Los sucesos de la Granja de 1832, evidencian la falta de apoyos de la opción de Carlos y a lo largo de 1833 los voluntarios realistas, que son el principal apoyo de Carlos, serán depurados. En este contexto el Rey Fernando muere el 29 de septiembre de 1833, con la expectación de su hermano que no había dado por acabado aquella lucha. El 1 de octubre, don Carlos dictará el Manifiesto de Abrantes, en la ciudad portuguesa que da nombre a dicho manifiesto, por lo que se auto-proclamaba Rey de España, como acto simbólico del inicio de las hostilidades  y que refrenda el apoyo al Infante Carlos. En la noche del 2 de octubre de 1833, el comandante de los voluntarios realistas proclama en Talavera de la Reina a Carlos V como Rey de España, aunque el levantamiento tuvo escaso calado en la zona. No obstante, la Primera Guerra Carlista fue una guerra civil que se desarrolló en España entre 1833 y 1840 entre los carlistas, partidarios del Infante Carlos María Isidro de Borbón y de un régimen absolutista, y los isabelinos, defensores de Isabel II y de la regente María Cristina de Borbón, cuyo gobierno fue originalmente absolutista moderado y acabó convirtiéndose en liberal para obtener el apoyo popular.

 

 

 

Horarios

Por: David Odalric de Caixal i Mata
Historiador Militar
Director de la Fundación Sociedad y Defensa de ECOSED
Director del Área de Investigación, Análisis y Formación Universitaria del Instituto Europeo de Seguridad y
Defensa de ECOSED (Espacio Corporativo de Seguridad y Defensa)
Miembro del Grupo de Investigación del LSTE (Libertad, Seguridad y Transformaciones del Estado) de la
Universidad Autónoma de Barcelona.
Miembro del Grupo de Investigación de “Estudios de Historia de España” de la Universidad a Distancia de Madrid.

Bibliografía, Créditos y menciones

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