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Los oficios ferroviarios

Con el ferrocarril se crearon nuevos puestos de trabajo adecuados a sus especiales características. Algunos perduran en la actualidad y otros cayeron en el olvido según progresaba la tecnología.

Con el ferrocarril llegaron nuevos puestos de trabajo adecuados a las especiales características del invento. En origen, estos oficios, dada su responsabilidad, estaban muy regulados por las compañías ferroviarias. Echemos un vistazo a los más importantes de estos oficios, surgidos al calor de nuevas necesidades.

El jefe de estación era el representante de las compañías ferroviarias, por lo que asumía grandes responsabilidades y competencias. En consecuencia, en ciertas poblaciones de pequeño y mediano tamaño adquirían preponderancia dentro de la sociedad local, junto con otras personalidades como el alcalde, al maestro, el médico, el boticario o el cura, por poner ejemplos que todo el mundo conoce. Los jefes de estación se encargaban de la salida y llegada de los trenes, de supervisar los billetes, de guardar el patrimonio y los intereses de la compañía ferroviaria (a la cual representaban, no lo olvidemos) y de la gestión de la distribución, el embarque y la descarga de las mercancías. Como representantes de las compañías de líneas ferroviarias, los jefes de estación tenían el deber de mantener el buen nombre de ésta, y tenían la obligación de presentarse en público con su uniforme completo y en perfecto estado de revista, mantener una actitud irreprochable, mantener la paz en los límites de la estación y restablecer el orden en sus dominios ante posibles trifulcas entre los pasajeros, además de permanecer en su puesto hasta que era reemplazado. Hasta mediados del siglo XX vestían elegantes uniformes y portaban como símbolo de su oficio un farol y un silbato para avisar al maquinista de la puesta en marcha del tren.

Jefe de Estación Jefe de Estación

Por debajo del jefe de estación, y a sus órdenes directas, se encontraba el jefe de tren. Viajaba en un furgón especial y custodiaba equipajes, bagajes y mercancías facturados. También hacía uso del silbato para dar salida a los trenes en los apeaderos en los que no existía la figura del jefe de estación.

Los revisores o interventores controlaban los billetes de los pasajeros y podían ser el blanco de las iras de algunos cuando eran descubiertos sin el preceptivo ticket. Pero tenían otros deberes, pues anunciaban en voz alta el nombre de las estaciones a las que se acercaba el tren y ayudaba a subir y bajar a los viajeros de sus respectivos vagones. Tenía orden de no comunicar con el maquinista y sólo podía dar a los viajeros noticias concretas sobre la marcha del tren. Su trabajo revestía de otros peligros, pues en tiempos había trenes cuyos vagones carecían de pasillo central, y para desplazarse de uno a otro, el revisor se apoyaba en un estrecho estribo de madera externo al vagón.

En los trenes de vapor, el maquinista y el fogonero formaban un equipo bien avenido como podemos apreciar en numerosas películas “del oeste”. La misión del fogonero era crucial y especialmente dura, pues se ocupaba de mantener constantemente encendido el fuego de la caldera. Para ello se situaba en la boca de la caldera y suministraba paladas de carbón continuamente, pues el combustible se consumía con rapidez: cuatro toneladas al día en ferrocarriles de vía estrecha y once en los de vía ancha. Como vemos el oficio de fogonero exigía una gran fuerza física. Tanto maquinistas como fogoneros podían hacer jornadas de 12-14 horas, descansando en la mayoría de las ocasiones fuera de casa, en locales habilitados a tal efecto por las compañías ferroviarias. A pesar de la dureza del trabajo, no estaban bien remunerados y se les penalizaba por retrasos y averías. Con la llegada del tren eléctrico desapareció la figura del fogonero y mejoraron considerablemente las condiciones de trabajo del maquinista, que vio cómo se reducía su jornada laboral.

Fogonero Fogonero

Estos eran los principales oficios ferroviarios, pero existían otros no tan conocidos. Los guardabarreras vigilaban los cruces. También hubo mujeres guardabarreras o guardesas, uniformadas de manera diferente a sus compañeros masculinos, pues eran provistas de delantal y pañuelo para la cabeza. Los guardagujas eran los responsables del cambio de agujas, un trabajo fundamental, pues de ellos dependía el sentido de la marcha del tren. Otro de los oficios ferroviarios era el de los supervisores de vías y trenes.

Mujer guardabarreras Mujer guardabarreras

Los calzadores son un oficio ferroviario poco conocido, pero fundamental en el mantenimiento de la línea férrea. Eran los trabajadores que tenían a su cargo la correcta conservación de la vía. Trabajaban en grupos o brigadas a las órdenes de un capataz y, al igual que la figura del fogonero, su trabajo exigía enorme esfuerzo físico y energía para realizarlo. Los calzadores mantenían la vía férrea nivelada y alineada para prever los previsibles descarrilamientos, pues eliminaban las irregularidades provocadas en la línea férrea por acción del agua, la nieve y el propio paso del ferrocarril, que con su peso solía hundir sobre todo las juntas entre raíles. Además estos trabajadores mantenían la separación adecuada entre raíles y sustituían las traviesas por otras nuevas o cambiaban los raíles desgastados. Desempeñaban su tarea utilizando herramientas como palas, azadas, cestos y hachas.

Bibliografía, Créditos y menciones

Texto propiedad de Diego Salvador Conejo