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¡Instala rutas con historia!
Los restos arqueológicos nos hablan del pasado y no pocas veces de nuestra forma de ser. Son voces que reverberan en nosotros y debemos esforzarnos por escuchar, por comprender. Por guardar.
Y en Seseña perduran ecos cuasi tangibles que nos susurran historias de otro tiempo y a las que, empero, se les ha prestado escasa atención: atención sería y decidida. Y ese es precisamente el reto de Fernando Ortega Consuegra, concejal de Emprendimiento y Cultura del Ayuntamiento de Seseña, que desde hace tres años lleva adelante desde la concejalía la recuperación del entorno arqueológico, cualquiera que sea su estado, tiempo y lugar. Dichos restos tienen que ver asentamientos desde la edad de hierro y poblados carpetanos, hasta túmulos, enterramientos ceremoniales, alfarería y armas de guerra procedentes de la Guerra Civil (1936-1939); éstas al menos aparecieron incontables hasta mediados de los 90, año en que finalmente se puso fin a las batidas de presuntos arqueólogos que venían devastando el entorno. Pese a todo, al día de hoy se conservan decenas de vestigios dignos de ser reseñados y protegidos.
Pero para el artículo que nos ocupa, nos concentramos de momento en los restos arqueológicos de la Guerra civil, ya que es uno de los más visibles y fácilmente identificables. No en vano Seseña cuenta con aproximadamente 10 km de trincheras en diverso estado, algunos tramos, pese al tiempo transcurrido y el abandono cuando no su uso como vertedero, se han conservado en bastante buen estado. Resisten, asimismo, dos fortines, otros dos más en estado de derrumbe -sin techo-, y tres casamatas con desmoronamientos y obstrucciones parciales, amén de una treintena de cuevas, no pocas de ellas usadas desde tiempos inmemoriales, o para ser más exactos desde la época carpetana como refugio o almacenes de las minas de sal de sus proximidades. Son todos estos vestigios los que nos hablan o claman por no ser barridos por la negligencia o el olvido, cuando no del estrago intencionado.
Y es que hasta hace pocos años -apenas una década- se han venido llevando a cabo prospecciones ilegales a base de detectores de metales, azadas y picos, que han acelerado el deterioro de todo este tipo de restos, en algunos casos de forma irreversible, como es el caso de cuevas y fortines horadados hasta el derrumbe en busca de armas o supuestos “tesoros” enterrados. El resultado de tal saqueo y desdén ha generado un vacío cultural que en la actualidad está en curso de reparación y surgimiento.
Pese a todo, y respecto de restos de la Guerra Civil, se pueden apreciar a día de hoy cuevas que fueron usadas durante el conflicto como hospitales de sangre, almacenes de avituallamiento y hasta polvorines circunstanciales, amen de casamatas, trincheras, corredores de sillería, puestos de tirador, nichos antiaéreos, parapetos, blocaos, etc... Una colección de vestigios que convierten ciertos itinerarios en rutas de un poderoso encanto donde se mezcla el esparcimiento y solaz de una excursión con la historia.
La idea en marcha entre la concejalía dirigida por Fernando Ortega y varios vecinos de la localidad es promover su conocimiento y sensibilidad con el fin de darlo a conocer a todos los aficionados de la arqueología de guerra en general y a todos los vecinos en particular. De ahí las actividades divulgativas que en el año se han puesto en marcha con rutas de senderismo donde se aúna la contemplación y las actividades al aire libre, el conocimiento compartido y el espíritu de equipo: se trata de reconocerlo y protegerlo a la par que se reclama de las administraciones públicas competentes su intervención y auxilio. Ojalá dichas administraciones acaben por tomar conciencia y finalmente implicarse.
Seseña y la arqueología de la Guerra Civil, un reto en marcha: el de preservar, comprender y compartir.
Como nuestra dejamos una serie de fotos que denotan su enorme importancia e interés.
