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En la provincia de Burgos, al sur de Trespaderne, por la carretera nacional que une Oña con Trespaderne se encuentra el desvío que sube a Tartalés de Cilla.
Desde la carretera Trespaderne-Oña, dejando el complejo de la Cueva de los Portugueses abajo para subir al pueblo de Tartalés, el eremitorio se encuentra a media ladera y se llega cogiendo un camino que lleva al depósito de agua.
Descripción
El eremitorio de Tartalés de Cilla es un conjunto de cuevas artificiales excavadas en roca arenisca, alineadas a ambos lados del arroyo de las Torcas en su confluencia con el Ebro. El origen se supone en época visigoda y altomedieval (ss VII-X). La funcionalidad de estos covachos se debate entre dos hipótesis, que fuese un núcleo habitacional, un auténtico poblado de ganaderos seminómadas o una "laura" cenobítica, incipiente agrupación de monjes en relación con la iglesia rupestre de San Pedro o con la desaparecida ermita de San Fermín.
La iglesia propiamente dicha, se encuentra excavada en la falda del monte que domina el valle, algo más arriba que los covachos que forman la llamada “Cueva de los Portugueses”. Además de servir de oratorio a los eremitas que habitaban los covachos, pudo servir también como punto estratégico de vigilancia, y está formada por un cuerpo central y dos ábsides contrapuestos de planta en forma de herradura. con una longitud total de 9 m y un cuerpo central de 3 m. de ancho por 5 de largo.
La cabecera de la iglesia está en muy mal estado, quedando solamente ligeramente marcada la forma abovedada, pues la roca que la componía ha debido caerse de su lugar original en el pasado. La forma de herradura del arco principal también se encuentra muy difuminada. Dicho arco está flanqueado por una hornacina a su izquierda y por símbolos y cruces grabadas a su derecha. En el centro del ábside observamos el hueco de soporte del pie del altar. La nave es de planta rectangular, ligeramente redondeado el lado del muro norte. No quedan restos de la entrada original, y en el exterior, hallamos dos grandes tumbas talladas en la roca.
Posiblemente esta iglesia rupestre de San Pedro sea originaria de época visigoda, pues presenta características de esta etapa: ábsides contrapuestos y el arco triunfal, ambas estructuras en forma de herradura, aunque otros elementos bien pudieron añadirse posteriormente, ya que el arte rupestre es fácil de modificar según la moda artística imperante. Por ejemplo, la imposta corrida del muro norte y la bóveda de cañón posiblemente sean posteriores al diseño original.
Es más que probable que esta ermita rupestre de San Pedro esté relacionada, como dije antes, con las cámaras o covachos excavados, al pie del mismo monte y al lado de la carretera, y que se conoce como “Cueva de los Portugueses". Aunque pudo servir como hospedería para los viajeros que se aventuraban por la sierra circundante, y que ambos conjuntos rupestres pudieran depender de Santa María de Mijangos o de Santa María de los Reyes Godos, ambas en la zona de Trespaderne, es más probable que San Pedro fuese el oratorio de la comunidad-laura que habitó la “Cueva de los Portugueses”, ya que las celdas pétreas peninsulares suelen estar asociadas a alguna iglesia cercana. Por ejemplo, Cillaperlata, con dos cavidades, una probablemente para uso religioso, está a escasos kilómetros.
El reino visigodo siempre tuvo dificultades para imponer su dominio en el norte de la Península. De hecho los vascones jamás estuvieron sometidos de facto ni al poder político ni al religioso del reino visigodo de Toledo. Y la zona de Tartalés está muy cercana, si es que en tiempos no lo fue, a la zona de influencia vascona. Por ello, algunos investigadores opinan que Tartalés de Cilla pudo ser la avanzadilla de la cristianización del norte en época visigoda, así como Cillaperlata. La iglesia de Santa María de Mijangos (también ubicada en esta región) fue consagrada en 601, y el monasterio de San Juan de la Hoz tuvo asimismo una fase visigoda. Además muy cerca se encuentra Santa María de los Reyes Godos, cuya denominación ya nos da alguna pista de su origen. En la zona hay una red de asentamientos visigodos, sin olvidar tampoco que la sede de Oca se creó en 589, y de allí pudo partir el impulso evangelizador de la zona. Tras la conquista árabe la sede de Oca se restableció como Oca-Valpuesta, algo alejada de Trespaderne en dirección noreste, pero que fue el lugar desde donde partió la repoblación de Castella Vetula, ya en el siglo VIII. En el siglo siguiente se reinstauró la sede de Amaya que sirvió de lazo de unión con Asturias. Estos datos parecen reforzar un origen visigodo del conjunto eremítico rupestre de la Cueva de los Portugueses y la iglesia de San Pedro.
Los cercanos restos del antiguo castillo de Tedeja se encuentran en una de las últimas cumbres de la sierra de la Tesla, donde hemos encontrado los restos del eremitorio de Tartalés de Cilla. El control del desfiladero de la Horadada, paso crucial en la comunicación entre la Meseta y el Cantábrico, era una tarea muy fácil debido a la estratégica posición de esta fortaleza, considerada como la más antigua de Castilla, y cuyos orígenes parecen remontarse al siglo V, un momento en que los visigodos ya habían penetrado en la Península, aunque todavía no era el centro de sus dominios, que era Toulouse por aquel entonces.