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El colegio Isidoro Gil de Jaz es un edificio realizado en sillería, con una planta baja más tres alturas, destacando que el último piso está compuesto por una hilada de nueve arcos de medio punto. Posee varias entradas, siendo reseñable que en la calle Gil de Jaz hay una entrada lateral con un arco de medio punto sobre el que hay una portada adintelada. En la fachada se encuentra un escudo dividido en cuatro cuarteles; el primero está a su vez dividido en cuatro cuarteles, mostrándose en el primero y en el cuarto un águila con las alas extendidas, y en el segundo y el tercero un castillo. En el segundo cuartel se representa un arco de medio punto que descansa sobre cuatro pilares. En el tercero se halla una cruz a cuya derecha hay dos flores de lis, y a cuya izquierda hay dos barras verticales. En el cuarto aparece una figura de animal en perfil, posiblemente de un lobo. En la fachada que da a la calle Pérez de Biel hay una puerta en arco de medio punto cuyo clave está tallado con dos figuras; la inferior es de tres cuartos, está mirando a lo alto y lleva un objeto, tal vez un libro, en la mano. La figura superior está de pie, con una hoja en su mano derecha, y lleva arriba la leyenda San Esteban.
El colegio fue mandado construir por don Isidoro Gil de Jaz en la segunda mitad del siglo XVIII. Este ilustre personaje de Sos fue un alto cargo de la monarquía bajo los reinados de Fernando VI y de Carlos III, ocupando puestos de altísima responsabilidad, como Oidor del Consejo del Reino en Navarra, Regente de la Audiencia del Principado de Asturias y finalmente miembro del Consejo de Castilla. No sólo destacó don Isidoro por su carrera política, sino que fue un auténtico erudito, escribiendo obras como la voluminosa “La nobleza navarra”. Ese espíritu de la época ilustrada, que buscaba realizar las reformas que necesitaba la sociedad, dando un impulso a la educación, fue la que le impulsó a financiar la construcción de un colegio en el pueblo donde aprendió las primeras letras, comenzando las obras el año 1759, y finalizándose en el 1793. Desde entonces fueron los Padres Escolapios quienes instruyeron a multitud de generaciones de sosienses y de habitantes de los pueblos cercanos.
Isidoro Gil de Jaz nació en la villa navarra de Sangüesa el 11 de abril del año 1703, hijo de don Joseph Gil y Fernández, y de doña Ursula-Babila Jaz y Sos. Pese a ello muy pronto la familia marchó a vivir a la vecina localidad aragonesa de Sos, desempeñando su padre el cargo de administrador de la aduana de Sos entre los años 1708 y 1709, período especialmente conflictivo en la zona y en el conjunto de España por la Guerra de Sucesión entre el archiduque Carlos de Austria y Felipe de Anjou. Al parecer don Joseph Gil y Fernández fue leal en el desempeño de su labor a la causa borbónica, lo cual provocó que se le retirase del puesto de aduanas cuando el desarrollo de la guerra fue favorable a los ejércitos austracistas, aunque finalmente la ofensiva borbónica que finalizó con la victoria total de Felipe V, hizo que se le restituyese en su puesto de aduanero. Fue precisamente por cumplir con las obligaciones de su oficio por las que perdió la vida, al recibir el impacto de dos pistoletazos el año 1711 en los portales de la villa de Sos.
La familia Gil de Jaz tuvo pues la circunstancia de no contar con la figura paterna durante mucho tiempo, situación complicada que solventó el apoyo de otros miembros de la familia, en especial del tío, don Martín de Jaz, Canónigo de la Catedral de Barbastro y Vicario General del Obispo, con quien Isidoro Gil de Jaz pasó grandes períodos de tiempo en sus vacaciones, lo cual influyó en su profunda fe cristiana, hasta tal punto que llegó a ser ordenado de primera tonsura, aunque no pasó de allí adquiriendo nuevos votos.
Y es que el destino de Isidoro Gil de Jaz le llamaba a otros campos. Tras cursar sus primeras letras en la villa de Sos, estudió en las Universidades de Zaragoza y de Huesca; en la primera, por tres años, se dedicó a Artes y Filosofía, mientras que en la ciudad oscense estuvo cinco años, realizando la Carrera de Jurisprudencia Civil, obteniendo en el cuarto año el grado de Bachiller el Leyes, y en el quinto fue nombrado por el Consejo de la Universidad Consiliario por Bachiller en Leyes.
El año 1722, don Isidoro marchó a Madrid, consiguiendo en unas oposiciones el cargo de abogado del Consejo Supremo de Castilla, tras lo cual se dedicó a la defensa jurídica de grandes nobles situados en el entorno de la Corte, lo cual le confirió un gran prestigio, ingresando en el año 1729 en el Colegio de abogados de Madrid.
Toda esta brillante labor no pasó desapercibida para la monarquía, siendo nombrado Oidor del Consejo del Reino en Navarra el 6 de septiembre del año 1736 por el rey Felipe V, tomando posesión de dicho cargo el 5 de octubre del mismo año. Diversas tareas tuvo a lo largo del tiempo en el reino navarro, como la de perseguir a los ladrones y conseguir seguridad interna, o la de iniciar una política de repoblación forestal.
Debido al éxito que en sus actuaciones tuvo en Navarra, el rey Fernando VI, el 1 de mayo del año 1749 le dio un puesto de mayor responsabilidad, al nombrarlo Regente de la Audiencia del Principado de Asturias. Aquí sus principales realizaciones se centraron en mejorar las comunicaciones entre Asturias y León, mejorar el urbanismo de la ciudad de Oviedo, y fundar el Real Hospicio que aún se conserva.
A comienzos del año 1752, el rey Fernando VI le nombra Presidente de la
Chancillería de Granada, aunque don Isidoro Gil de Jaz permaneció en Asturias, recibiendo el 22 de agosto de ese mismo año honores y sueldo de Ministro del Consejo de Castilla. Esta plaza la ocupó de manera efectiva a partir del año 1754, por haber una plaza vacante por la muerte de don Alonso Rico, desempeñando el cargo de asesor del Consejo de Guerra.
En el año 1759, tras la muerte de Fernando VI, accedió al trono de España Carlos III, quien mantuvo a Isidoro Gil de Jaz en puestos de alta responsabilidad, al comprobar la eficiencia en los cometidos que desempeñó, dándole varios cargos, como el de Asesor de los Cuerpos de Reales Guardias de Corps y de Infantería Española y Walona, Presidente de la Real Compañía de la Habana, etc... A los sesenta y dos años de edad, un 22 de abril del año 1765, Isidoro Gil de Jaz fallecía en Madrid.
Toda la labor de Isidoro Gil de Jaz se desarrolla en un momento histórico en el que en Europa y en España, se da el movimiento de la Ilustración, de las Luces, y en el que se pretenden llevar a cabo reformas que modernicen el país. Isidoro Gil de Jaz representa perfectamente este arquetipo de hombre ilustrado, puesto que a la faceta de eficiente político, se una la de erudito preocupado por la Historia, como atestigua su obra de nueve tomos sobre “La Nobleza Navarra”, o la de mecenas, como prueba el que ordenase construir un retablo barroco, cuya titular fue la Virgen del Pilar, en la capilla de la iglesia de San Esteban de Sos en las que su familia tenía el derecho de sepultura.
Pero si en alguna actuación se aprecia la voluntad reformista de don Isidoro, ésta se manifiesta en la decidida voluntad a construir un colegio en la villa de Sos, para que puedan acceder a la cultura todos los muchachos del pueblo. En efecto, la Ilustración concedía una importancia preferente a la educación, a la ciencia, a las letras, a que las nuevas generaciones estuviesen mejor formadas para poder realizar notables progresos en el desarrollo de la humanidad. A esta idea, típicamente ilustrada, don Isidoro unió su profunda fe y formación cristianas, por lo que asignó a los Padres Escolapios la labor de impartir clases en el colegio que quería realizar en Sos.
El proyecto de fundación del colegio data del año 1759, aunque tardó en realizarse, y no conforme el proyecto original, puesto que se quería que el colegio fuese erigido en el solar en el que hoy se alza el Parador Nacional; mientras tanto, don Isidoro pensaba que sería bueno dar ya clases en el Palacio de los Sada, mientras se construía el nuevo edificio; pero los Marqueses de Campo Real dieron largas al ilustrado, y éste, decidido a que los escolapios impartiesen clase cuanto antes en Sos, cedió sus propias casas, en la plaza de la villa, y compró las de alrededor para ampliar las salas y dependencias necesarias. De este modo, en un emplazamiento en el que no se había pensado en un principio, comenzó a realizarse el colegio, olvidándose la opción de construirla en el solar donde hoy está el Parador. La obra fue larga, muriendo don Isidoro en su transcurso, pero finalmente el año 1793, con la construcción de la iglesia de San José de Calasanz, se dio por acabado el colegio, en el que hoy en día se siguen dando clases, cumpliendo con ello la voluntad del mecenas y benefactor ilustrado que quiso devolver a su villa con creces lo que había recibido de ésta en su infancia y adolescencia.