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La erosión del macizo granítico ha dado origen al espectacular cordal conocido como sierra de la Cabrera, caracterizado por un punzante perfil dentado, y que antecede a las sierras de Somosierra y Guadarrama. La principal cumbre es el Pico de la Miel (1392 m), que destaca en el extremo norte y que domina la autovía A-1 en ese punto. La sierra de La Cabrera incluye también otros picachos como el Cancho Gordo, el collado del Altrecho, y el cerro de la Cabeza. Forma la serranía un perfil severo, escaso de vegetación y agua, a cuyos pies se extienden las poblaciones de La Cabrera y Valdemanco.
El magnífico paisaje serrano no debió ser ajeno a la fundación del convento de San Antonio, en el siglo XI. Cuando Alfonso VI llevó la frontera castellana hacia el sur, ocupando Toledo, los pastores segovianos y sus cabras repoblaron esta región con gentes de religión cristiana y economía ganadera. Ellos le dieron el nombre al lugar.
Descripción
Los yacimientos arqueológicos hallados en los alrededores de La Cabrera demuestran la presencia más o menos estable de comunidades humanas en La Cabrera.
Patrimonio declaró en 1989 el municipio de La Cabrera como Bien de Interés Cultural, en la categoría de “Zona Arqueológica”.
La denominada Tumba del Moro es una necrópolis posiblemente paleocristiana o visigoda en el sureste del Cerro de la Cabeza. Y decimos posiblemente por su similitud con otros enterramientos cercanos documentados en la región, como el yacimiento de Sieteiglesias, a escasos 10 Km. En la necrópolis encontramos varias tumbas simples, delimitadas por lajas de piedra hincadas, siendo la más llamativa una tumba antropomorfa tallada directamente sobre un afloramiento granítico, de los múltiples que encontramos en la zona. Se excavó en su totalidad a comienzos de los años 90 del siglo XX.
La necrópolis se compone de 8 tumbas según he podido constatar in situ, aunque otras fuentes hablan de 10. Todas son de fosa delimitadas por lajas, excepto una de ellas, la más espectacular, antropomorfa excavada en un afloramiento de granito. Dos de ellas aparecen adyacentes, tienen la misma longitud y puede que perteneciesen a un matrimonio, en todo caso semeja un pequeño panteón para enterramientos familiares.
Están escondidas en un bosquecillo de encinas al lado mismo de la carretera. Seguramente está asociada al “castro” del Cancho de la Cabeza, en la época en la que según los investigadores, el primitivo asentamiento de la Edad del Hierro fue reutilizado, posiblemente al comienzo de la etapa visigoda, hacia los siglos V-VI d.C. Otras fuentes la fechan en el siglo VII d.C. En todo caso, parece fuera de duda que pertenecen al período visigodo.
Las necrópolis suelen agruparse alrededor de un centro de culto, ya sean basílicas, o simplemente capillas o iglesias de menor entidad. No parece este el caso de la necrópolis de la Tumba del Moro, pues no hay documentada ninguna iglesia en sus cercanías. Las sepulturas incluso invaden en algunas ocasiones el interior de los templos, aunque la práctica común es la existencia de cementerios alrededor de edificios, ininterrumpida hasta la invasión musulmana a comienzos del siglo VIII, y que continuó aún después de esta ruptura. Las sepulturas son de variadas formas y generalmente forman tipologías locales, pues junto a ricos sarcófagos decorados, visibles en criptas, o sarcófagos lisos de mármol o piedra y cajas de tableros también de mármol, con la tapa decorada e inscrita, tenemos éstas de la tumba del Moro, que suelen aparecer muy frecuentemente en ambientes rurales. Y la España visigoda era en su mayoría, una sociedad rural. Las tumbas antropomorfas excavadas en piedras de gran dureza son bastante frecuentes en la meseta norte. A pocos km de La Cabrera, aparece una necrópolis de mayor tamaño que la que nos ocupa, alrededor de la iglesia parroquial de Sieteiglesias, también en Madrid. Además, las fosas delimitadas por piedras y cubiertas con una gran laja pétrea, son una tipología muy extendida en la comunidad madrileña. Tenemos el cercano ejemplo de la necrópolis visigoda de la ermita de los Remedios, en Colmenar Viejo.
La orientación de las tumbas suele ser de E-O, con la cabecera en posición oriental, aunque también se dan excepciones en las que las inhumaciones están orientadas de N-S, circunstancia que no conocemos a qué obedece.