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Yacimiento Los Baños de la Reina

El yacimiento romano de los Baños de la Reina ubicado en Calpe es un enclave costero privilegiado, es una piscifactoría, está enfrente del Peñón de Ifach.

La construcción denominada "Baños de la Reina" es un recinto rectangular dividido en seis compartimentos por un muro longitudinal y dos transversales. Consta también de cuatro canales para entrada de agua; dos de ellos están separados por un tajamar triangular. Junto a la boca de los canales se conservan las muescas de las verjas o tablones que cerraban el recinto. Todas estas obras están talladas en la piedra "tosca".

Aunque el topónimo "Baños de la Reina" alude a una función balnearia, reservada según una leyenda a cierta "reina mora", en realidad nos encontramos ante un complejo de viveros comunicados entre sí y con el mar. Los compartimentos podrían conservar distintas especies de pescado vivo, cuya finalidad pudo ser el consumo del núcleo de población aledaño, del que se conservan vestigios en las excavaciones cercanas.

La bahía de Calpe con la silueta vigilante del  tómbolo de Ifach, ha sido desde épocas remotas un paisaje admirado y apreciado por las diferentes culturas que han formado parte de estas tierras desde la Antigüedad.

El yacimiento romano de los Baños de la Reina en Calpe es un enclave costero privilegiado. Situado frente a una bahía de aguas tranquilas, al abrigo del Peñón de Ifach, aún hoy  hunde sus brazos rocosos en las cristalinas aguas del  Mare Nostrum, abrigando protectoramente a los bajeles de  los navicularios que se atrevían a cruzarlo.

El mar y la sal fueron la base y el sustento de los antiguos colonos, dando pie a fluidos intercambios comerciales que se han podido atestiguar. El producto estrella eran las conservas de pescado y la preciada salsa llamada garum o liquamen. La preciada carga se apilaba en los barcos,  sólidas navis onerarias que habían  descargado previamente,  productos de lujo de distinta naturaleza: cerámicas, mármoles, recipientes de vidrio e innumerables mercancías procedentes de la gran metrópoli, de Roma.

Dicha actividad generó una pequeña población que construyó sus casas sobre las dunas costeras, dando lugar a un urbanismo selectivo y diversificado.

Por un lado, las estructuras de hábitat que giran alrededor de la industria del mar: la piscifactoría o vivero excavado en la roca, así como el necesario abastecimiento de agua  para llevarlo  a cabo. De ahí la aparición de una espectacular noria excavada en la roca, sobre una fuente de agua dulce a escasos metros de las balsas.

Por otra parte, las viviendas o domus  y los dos complejos termales thermae, hicieron que la vida en el lugar transcurriera plácidamente a través de los siete primeros siglos de nuestra Era. La domus 1 fue la casa principal, la del dueño del pago y el concesionario que explota las riquezas del mar. Nos habla de ello los mosaicos que tapizan su patio y peristilo circular, la riqueza de sus habitaciones cubiertas de placas de mármol de procedencias tan lejanas como Egipto o Turquía, y también la pervivencia y mantenimiento del lugar como lugar de culto ya en época cristiana.

Tras el paso del tiempo y los siglos de olvido, la  imaginación popular fue la heredera del antiguo legado,  identificando las balsas como los "baños de la reina mora", causa inmediata del topónimo del lugar. Si a ello sumamos la existencia de algunas galerías de desagüe cegadas en la actualidad, el mito estaba servido: esos eran los túneles que alcanzarían un misterioso palacio desde el que la "reina mora" llegaba hasta su baño costero. También esta creencia popular forma parte del importante legado cultural del yacimiento.

No es de extrañar pues que los sucesivos e intermitentes hallazgos en el lugar, hayan sido noticia durante cuatro siglos. Investigadores y eruditos han unido su nombre al del yacimiento en pro de su mejor estudio y comprensión. Desde Gaspar de Escolano (1610), al botánico A. J. Cavanilles en 1797, A. de Laborde en 1825, Madoz en 1845, Teodoro Llorente en 1889, Sanchís Sivera en 1922, el Padre Belda en 1960 y Manuel Pellicer (1965), hasta la década de los 80 con sucesivos equipos de investigadores de la Universidad de Alicante dirigidos por primero por D. Lorenzo Abad Casal y finalmente por D. Juan Manuel Abascal, han hecho que hasta el día de hoy no haya declinado, si no todo lo contrario, el vivo asombro que nos invade ante este magnífico enclave.

Ana María Ronda Femenia

Directora de excavación de Baños de la Reina

 

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Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías propiedad del Ayuntamiento de Calpe.

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