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Catedral de Sevilla

La Catedral de Santa María de la Sede de Sevilla es la catedral gótica cristiana con mayor superficie del mundo. Patrimonio de la Humanidad Unesco en 1987.

La catedral de Santa María de la Sede se constituyó como tal en la última semana del mes de diciembre de 1248, instalándose en el edificio que había sido hasta unas semanas antes la mezquita mayor almohade de la ciudad; ésta, a su vez, se había construido entre 1172 y 1198 sobre los terrenos expropiados que habían sido los de un barrio formado en el siglo precedente. Por ahora no hay datos que avalen la presencia en este mismo sitio de la antigua catedral visigoda, la que los documentos del siglo VII titulan Sancta Iherusalem.

La catedral gótica, cuyas obras empezaron en 1433, con trazas atribuidas al Maestre Ysanbarte, se trazó aprovechando o siguiendo los cimientos del perímetro exterior de la mezquita; involucró un gran número de profesionales de la cantería, casi todos ellos forasteros, empezando por los arquitectos que, con el título de «maestros mayores», sucedieron a YIsanbarte (1433-34), Carlín (1435-1447), Normán (1454-1478), Hoces (1488-1496), Colonia (1495-1498), Rodríguez (1496-1512) y Gil de Hontañón (1512-1519); junto a ellos intervinieron numerosos albañiles, carpinteros, herreros, esparteros, ceramistas, vidrieros, escultores…, perfectamente acreditados en la documentación del archivo catedralicio.

Magna Hispalensis - La Planta

Al usar los cimientos de la mezquita como guía, la catedral gótica resultante fue la más extensa que se levantó en estilo ojival, constituyendo con otras ocho la reducida nómina de las góticas que tienen más de tres naves: Toledo, Zaragoza, Milán, Colonia, Amberes, París, Chartres y Amiens.

Aún así el edificio gótico fue insuficiente, pues no sólo se conservó el patio de la mezquita con funciones de claustro, y su alminar convertido en campanario, sino que añadió espacios al rectángulo general para obtener tres capillas (la Real, san Pedro y san Pablo), ampliar otra (la de la Antigua), dos sacristías (de los Cálices y Mayor), la sala capitular y las dependencias administrativas (patio de los Óleos y la contaduría) y de ocio (patio del Cabildo y letrinas). En total el territorio catedralicio, protegido por columnas y cadenas, alcanza la superficie de 23.457 m2.

Hoyos, cantos y ripios - Estructuras y proporciones

La construcción del edificio, que se fue haciendo por tramos transversales a partir de los pies, obligó al paulatino derribo de la antigua mezquita; a continuación se abrían los «hoyos», es decir los pozos para cimentar los pilares, que se rellenaban de un hormigón de cal. Las paredes fueron de sillería sin relleno alguno, pero los pilares, dado su gran tamaño, fueron construidos mediante una corona exterior de piedra que se rellanaba con un enripiado de cal, ladrillos y trozos de piedra, aparejados por tongadas de manera irregular. Antes de llegar a los capiteles, que son muy simples, despareció el enripiado, pues todo fue ya de piedra. Carece de sentido proponer la existencia, en el proyecto de la catedral, de una cabecera tradicional gótica, es decir, con girola semicircular.

El Patio de los Naranjos

Forma parte de la gran mezquita que ordenó construir el Amir al Muminin Abu Yaqub en mayo del año 1.172 siendo su autor el arquitecto sevillano Ahmad b. Baso, autor de otros importantes edificios en Gibraltar, Córdoba y la misma Sevilla. Las obras quedaron interrumpidas en varias ocasiones y no se concluyeron hasta el 10 de Mayo de 1.198, bajo la dirección de un arquitecto llamado Ali al Gomari.

Lo que se conserva del patio original son dos naves paralelas en el lado este, que, junto con la que resta hacia el nortefondo, fueron dedicadas por los castellanos a capillas funerarias a partir de Noviembre de 1248, cuando la ciudad pasó a sus manos; una parte se destinó muy pronto a Biblioteca y así continua; la parte simétrica está ocupado por la parroquia del Sagrario. La actual organización del patio fue diseñada y construida por el arquitecto Félix Hernández Giménez en el tercer cuarto del siglo XX.

La Giralda

Es la denominación actual de la torre campanario de la Catedral, constituyendo dentro de ella una entidad arquitectónica autónoma, destacable no solo por su ubicación sino también por sus características formales, funcionales y simbólicas.

Su base cuadrada tiene 13,61 m. de lado y alcanza la respetable altura de 94,70 m. siendo el resultado de la superposición de dos obras muy distantes en el tiempo y en los estilos, pero integradas visualmente gracias a los artificios compositivos del arquitecto cordobés Hernán Ruiz. La primera obra, coincidente con el gigantesco paralelepípedo de ladrillo que forma casi la mitad de la altura del edificio, se realizó en la etapa almohade, como Torre (Zoma o Alminar) de la mezquita aljama, recorrida interiormente por una rampa; se construyó a partir del 24 de mayo del año 1184, auque las obras no comenzaron hasta el otoño del citado año; las obras quedaron interrumpidas durante el año 1185 y no volvieron a reanudarse hasta 1188, continuando hasta su total terminación, que se produjo con la colocación de un amud dorado, obra de un siciliano, Abu I Layz, en 1198.

El arquitecto Hernán Ruiz Jiménez, entre 1557 y 1568, diseñó y construyó los cuerpos superiores los que comienzan con el campanario propiamente dicho.

La Sala Capitular

La esquina suroriental de la catedral gótica quedó encerrada por un gran muro apilastrado que engloba la sacristía de los Cálices, la sacristía Mayor, el patio de los Oleos, el patio del Mariscal, la sala Capitular, el Antecabildo y la Contaduría; esta es una hermosa sala que comenzó Hernán Ruiz en 1.560 y cuyo techo se labró en 1583, estando hoy dedicada a albergar gran parte del Tesoro.

Al igual que la Contaduría todos los demás ámbitos siguientes fueron labrados, hasta la altura de unos cinco metros, bajo la dirección del arquitecto cordobés Hernán Ruiz, desde 1.561 hasta la fecha de su muerte (1.569) y concluido por los maestros Asensio de Maeda y Juan de Minjares hacia 1.591, pero siguiendo las directrices del maestro cordobés. Lo más espectacular sala capitular, espacio elíptico, de ordenación estratificada, decorado con frescos (Pablo de Céspedes, 1.592), relieves (J.B. Vázquez y D. de Velasco, hacia 1583 y M. Cabrera, hacia 1590) y tablas pintadas (B.E. Murillo, 1667) y que corona una "capilla oval quarta", planteada por Hernán Ruiz hasta la primera tanda de cruceros y cerrada por el granadino Asensio de Maeda en 1590; debemos destacar el sillón episcopal, de 1592, y el pavimento inspirado en el de la Piazza del Campidoglio de Roma, cuyos diseños, de Miguel Ángel, llegarían a Sevilla en los grabados de Étienne du Pérac.

Capilla de San Clemente y parroquia del Sagrario

El 23 de junio de 1619 se puso la primera piedra de la capilla del Sagrario, que era, según un relato coetáneo, una "Piedra blanca de media vara en quadro con ciertas letrasú, primera del Sagrario. Se dijo misa en la nave de la Granada, donde se hará el Sagrario."  Como en la iglesia medieval esta capilla, con categoría de  parroquia catedralicia, estaba y está dedicada a la advocación del día en que la ciudad musulmana se rindió a los cristianos.

 El 15 de junio del año 1662, día del Corpus Christi, se llevó el Santísimo al «Sagrario Nuevo», con lo que éste pudo darse por terminado, pero a causa de la deficiente construcción de sus cimientos fueron necesarias varias e importantes campañas de restauración, que continuaron hasta las obras de reforma estructural que finalizaron en el año 1971.

El pabellón de oficinas

Consta que las primeras ideas para construir este conjunto de espacios datan de 1732, cuando se pensó ampliar las dependencias seculares de la catedral, especialmente la cilla; diez años mas tarde los maestros Diego Antonio Díaz y José Rodríguez informaron la posibilidad de fabricar las oficinas y graneros en un edificio de tres plantas, ubicado en la misma zona del actual.

En 1757 se celebró un concurso, para iniciar las obras de la cilla, entre maestros del gremio, en el que participaron Vicente Bengoechea, Tomás Zambrano, Juan Núñez y José Herrera, que fue el vencedor, iniciándose las obras en 1760.  

Las obras quedaron detenidas a comienzos del siglo XIX, reanudándose mediante un proyecto del arquitecto Joaquín de la Concha Alcalde, fechado en 1907, y que se ejecutó, en la parte correspondiente al piso inferior, entre 1913 y 1917. El proceso no se reanudó hasta 1923, bajo la dirección de Javier de Luque, concluyendo en 1929.

 “Hagamos una Iglesia que los que la vieren labrada nos tengan por locos”, así  tradujo el pueblo lo que habían decidido en sus reuniones los canónigos de  Sevilla en 1401. Estaban dando a luz, sin saberlo del todo, esta maravilla que hoy contemplamos y cuya historia resulta sorprendente.

Soñaban, por qué no, que un día  fuera la mejor Cátedra del Arzobispo de Sevilla y futuro Patriarca de la Indias;  que en ella se celebrara el más esplendoroso culto litúrgico de la metrópoli hispalense; que asombrara a sus visitantes al caminar bajo sus bóvedas góticas, al descubrir su multiforme iconografía, (pintura, escultura, orfebrería, tejidos, libros corales, vidrieras), llenando las más diversas capillas góticas y renacentistas, para llegar después a encontrarse, en el remanso del Patio de los Naranjos, con las joyas bibliográficas y documentales que se custodian en el Archivo y Biblioteca  Capitular, pórtico de un singular sancta sanctorum:  la Biblioteca Colombina. Piedra a piedra ven crecer esa impresionante “montaña hueca”, bajo la severa mirada de la Giralda, señora de Sevilla.

El Cabildo Metropolitano ha sido su fiel custodio, durante siete siglos de rica historia y lo quiere seguir siendo con una atención y  organización, cada día, más moderna y esmerada. Para ello, mantiene a diario la liturgia de las Horas y la Misa coral,  rompe moldes en la celebración de las grandes festividades del Corpus y de la Inmaculada (baile de seises, procesión por la ciudad, repique de sus 24 campanas), atiende permanentemente la devoción a la Virgen de los Reyes, y realiza amplia pastoral sacramental, como primera Iglesia de la Diócesis de Sevilla.

Pero hay más. Esta maravilla tiene que ser compartida por todos, creyentes o no. Y, para ello, programa ciclos de conferencias, conciertos de órgano en  Adviento y Cuaresma, exposiciones permanentes y, sobre todo, cuida con toda clase de atenciones la visita cultural a todas sus dependencias.

Catedral de Sevilla Catedral de Sevilla

Curiosidades y leyendas

La Catedral en Semana Santa

A la Catedral harán estación de penitencia todas las Cofradías o Hermandades que salen a sus calles en las siete tardes de estos días  de la Semana Mayor y en la madrugada del Jueves Santo. Todas entran en la Catedral por la misma puerta, la de San Miguel, y todas van a salir, después de recorrer las naves de la Catedral, por la puerta de los Palos. Todavía, en la mañana del Domingo de Gloria, hará su entrada en la Catedral la última de las procesiones con Jesús resucitado con la que la Semana Santa de Sevilla,  que tanta palabra y tanta tinta ha derramado en los medios de comunicación provinciales y nacionales, ha llegado a su fin.

La Catedral ha logrado que su recinto sagrado sea lugar de oración y  de atenta contemplación de las sagradas imágenes. Lejos quedan, por suerte, aquellos momentos en que la propia Catedral se convertía en una calle más, con una afluencia de pueblo masiva y desorganizada, que enturbiaban la paz de ese recinto.  Al entrar el paso  de la Virgen por la Puerta de San Miguel,  la Junta de Gobierno de la Hermandad ofrece  a los Capitulares, que presiden este palco, la vara del Hermano mayor, y así es conducida la procesión hasta su salida del templo. Por megafonía, unas veces se reza, otras se oyen piezas de música cuaresmales, o se leen trozos de los libros sagrados.

Pero la Catedral no es sólo lugar de concurrencia de las imágenes sagradas en procesión de penitencia, ella tiene y ofrece su liturgia propia de estos días especialmente sagrados.

Comienza la celebración con el Domingo de Ramos o de Palmas. A las 10 de la mañana el Arzobispo ha bendecido los ramos de olivo y las palmas en el altar mayor de la Catedral; la procesión va a comenzar.  El diácono anuncia al pueblo el comienzo de la misma. Todos los fieles se unirán a la procesión que, encabezada por la Cruz patriarcal y seguida por la Hermandad Sacramental del Sagrario, va saliendo por la puerta de San Miguel a la Avenida de la Constitución.  El Cabildo le sigue,  revestidos todos sus miembros  con  capas rojas, color litúrgico de este día.  El Arzobispo, acompañado de los canónigos - dignidades cierra el cortejo.  Los cánticos del coro, durante el recorrido por las calles adyacentes a la Catedral, van a concluir en la puerta de Palos recordándonos la entrada del Señor en Jerusalén.  La semana mayor ha comenzado.

El Martes Santo los sacerdotes de la Diócesis se reúnen en el Altar Mayor de la Catedral, para celebrar la bendición de los óleos sagrados: el de los enfermos, el de los catecúmenos y el crisma, que  serán usados después en las parroquias para la administración de  determinados sacramentos. Al concluir la ceremonia las ánforas de plata conteniendo los óleos consagrados se depositan en su Capilla especial – la de Scalas -, para distribuirlos a los sacerdotes y para que queden expuestos a la contemplación de los fieles durante todo el año en tan bellos recipientes.

El Jueves Santo es un día especial en Sevilla y también en su Catedral. Los oficios, en la actual liturgia, se celebran  siempre por la tarde. A las 5 en punto comienza la Misa in Coena Domini. El órgano suena, por última vez en estos días, en el canto del Gloria. Al terminar la Misa, el Santísimo Sacramento es llevado, bajo el palio que portan los Concejales de Municipio, al Monumento donde quedará hasta la celebración litúrgica de mañana Viernes.  El Altar del  Monumento es el que se construyera en los siglos XVII y XVIII,  todo de plata y que está situado hoy en la puerta de la Concepción de la Catedral. Un verdadero monumento en el más pleno sentido de la palabra. Al terminar de cerrar el Sagrario, el Maestro de Ceremonias entrega, según manda la tradición,  una llave del mismo al Arzobispo  y otra al Subdelegado del Gobierno en la Provincia.

El Viernes Santo la liturgia es sumamente discreta y  austera. El Cabildo es convocado a esta celebración sin el toque de campanas, que ya no suenan hasta la noche del Sábado Santo. En su lugar se usa un instrumento, llamado matraca, (como unas grandes  castañuelas) construido con maderas que, desde la Giralda, emite un sonido bronco para anunciar la hora de los oficios.

El Sábado Santo, a la noche, se  celebra la Vigilia Pascual. Comenzando la ceremonia en la Puerta de San Cristóbal, donde se bendice el primer fuego, se entra en la Catedral en procesión mientras el clero y los fieles mantienen encendidas sus velas, para continuar con el canto del Pregón pascual y la bendición de la pila bautismal. Al canto del Gloria suena el órgano, las campanillas todas del coro y altar  y un gran repique de campanas en la Giralda.  Alegría por la Resurrección del Señor.

El gran terremoto del 1 de Noviembre 1755

Llamado el gran terremoto de Lisboa de 1.755. Ocurrió un 1 de Noviembre en plena celebración de los Divinos Oficios. Fue uno de los más destructivos y mortales de todos los tiempos. Afectó a un amplio entorno geográfico y dentro de este entorno se encontraba Sevilla. Las actas capitulares del Cabildo son una de las mejores fuentes para verificar la repercusión directa que tuvo dicho suceso en la Catedral.

La ciudad veneró varias imágenes marianas en agradecimiento a la intercesión de la Virgen por que a pesar de la magnitud del terremoto, los daños personales fueron limitados. De ahí que se levantara el monumento del triunfo por acuerdo capitular.

Quedaron en estado ruinoso partes de la torre y las principales bóvedas de la Catedral. Se llevó en procesión la imagen de nuestra Señora de la Sede y se trasladó el culto a otra iglesia. Por acuerdo capitular, se debía celebrar todos los años por estas fechas y en agradecimiento, una procesión  desde la Catedral al monumento del Triunfo, donde se entornaría el Te-Deum. Consta que se ha hecho hasta nuestros días, celebrándose ahora dentro de la Catedral y desde el Altar Mayor a la Capilla de la Antigua.

El monumento o triunfo erigido se constituye por un pedestal de mármol y jaspe sobre gradas, rematado por un templete que alberga una imagen de la Virgen.

En la base, una inscripción recuerda lo acaecido durante el terremoto. Esta plaza se conoce hoy con el nombre de plaza del Triunfo.

La leyenda cuenta que en aquel día fatídico, Santas Justa y Rufina tuvieron 5 minutos de gloria al no caer la torre de la Giralda porque la sujetaron las mártires alfareras. Motivo este por el que pintores y escultores de la época las representaron flanqueando a ambos lados la torre.

Dicho suceso, por tanto, digno de recordar y de señalar como histórico en el contexto monumental de este grandioso edificio.

El Giraldillo

Estatua renacentista de bronce quizás la más majestuosa e importante del renacimiento sevillano. Representa la Fe victoriosa y corona la torre de la Giralda.

Llamada Giraldillo por vía popular pues gira sobre si misma con la acción del viento: es una veleta y da nombre a la torre que la sostiene. En la mano derecha lleva el gran láboro con el que choca el viento y en la izquierda, sostiene una palma símbolo del cristianismo. En la cabeza lleva un capacete y va vestida heroicamente como una auténtica Minerva cristianizada.

Pesa, incluyendo su pedestal, 1.300 kilos. Mide unos 7,5 metros en total (la figura sólo mide 3,5 metros) y fue fundida y esculpida por  Bartolomé Morel en el año 1568. Modelo de Juan Bautista Vázquez y dibujo del pintor Luis de Vargas.

Miguel de Cervantes narró sobre ella en el episodio del “caballero del bosque”: “…una vez me mandó que fuese a desafiar a aquella famosa giganta de Sevilla, llamada Giralda, que es tan valiente y fuerte como hecha de bronce y sin mudarse de un lugar, es la más movible y voltaria mujer del mundo…” Datado en el siglo XVII.

Ha sufrido varias reparaciones desde el año 1592 hasta la restauración del año 1999, en la que la figura original fue sustituida por una copia mientras duraba el proceso de restauración. Actualmente, esta réplica está instalada en el atrio de la Puerta del Príncipe o de San Cristóbal frente al Archivo de Indias. En el año 1.998, antes de su sustitución, estuvo expuesta junto con la copia en la exposición inaugurada por SS.MM. los Reyes llamada “la mirada del otro”, en los aledaños de la Catedral. En esta ocasión y desde Felipe II, el rey D. Juan Carlos ha sido el primer rey de España que ha podido ver cara a cara al Giraldillo.

Existen réplicas del Giraldillo, algunas más pequeñas, de varios materiales y en distintos lugares, siendo la más importante la que la sustituyó durante su restauración antes comentada.

Popularmente ha recibido varios nombres que coloquialmente le han dado varios personajes o el pueblo sevillano a lo largo de la historia: “Santa Juana”, “la giganta de Morel”, “la muchacha de bronce del corral de los olmos”, “coloso de la Fe victoriosa”, etc… No cabe duda de que es un importante símbolo de la ciudad de Sevilla.

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Los restos de Cristóbal Colón

HISTORIA DEL MAUSOLEO DE COLÓN EN LA CATEDRAL DE SEVILLA (1898-1902)

Es muy poco conocida la historia del montaje del mausoleo dedicado a Cristóbal Colón en la Catedral hispalense, que se extiende desde que se solicitan los restos del Almirante para Sevilla (mediados de 1898) hasta que son depositados finalmente donde todos conocemos en noviembre de 1902. Sin embargo, en su momento este proceso se vivió de una forma muy intensa en Sevilla.

    Las cenizas de Colón reposaban desde enero de 1796 en la Catedral de La Habana. Entre los honores que se le tributaron al Almirante en el siglo que descansó en aquella tierra vamos a recordar dos que casualmente se han perpetuado en la Catedral hispalense. El primero de ellos fue una nueva lápida hecha en 1822 para cerrar la urna del Almirante, de mármol blanco con un bajorrelieve del busto de Colón y atributos marítimos. Se envió a Sevilla junto al mausoleo y la urna y hoy podemos contemplarla en la Biblioteca Capitular y Colombina.

El segundo homenaje tuvo lugar casi setenta años después, en 1891, cuando se convocó un certamen público para construir un monumento funerario a Colón. El proyecto finalmente aprobado fue el de Arturo Mélida y Alinari (1849-1902), artista polifacético -arquitecto, escultor, ilustrador de libros, diseñador, etc.- quien ya en 1877 había ganado otro concurso para un monumento a Cristóbal Colón en Madrid.

La descripción es por todos bien conocida: cuatro reyes de armas vestidos de gala portan a hombros el féretro de Colón. Corresponden a los cuatro reinos históricos de España: Castilla, León, Aragón y Navarra “que en postrer viaje llegan ante el altar mayor de la catedral de La Habana a dar reposo a los huesos que hasta entonces peregrinaron”. El significado simbólico que quiso darle su autor era representar a “España guardando en tierra americana las cenizas de Cristóbal Colón”, aquélla representada por los cuatro heraldos y América figurada por un basamento de estilo azteca.

Llegamos así a 1898. Los graves acontecimientos obligaron a la retirada de los españoles de la isla y con ellos, de nuevo, los restos del Almirante. Varias ciudades de España lo reclamaron. Consultado el Duque de Veragua, manifiestó su satisfacción por la petición del Ayuntamiento hispalense por muchos motivos: el paso de Colón por Sevilla y que pudiese descansar junto a su hijo Hernando, cerca de la Colombina y del Archivo de Indias. En diciembre, el Gobierno aprobó el traslado a Sevilla, comenzando así una nueva etapa: la búsqueda de un lugar en la Catedral para el mausoleo. Lo que a primera vista parece sencillo, en la realidad supuso un amplio debate (en algunos casos se calificó como “agria disputa”) por su ubicación.

Fueron muchas y muy variadas las propuestas que se hicieron entre diciembre de 1898 y enero de 1899:

-    Colocar el mausoleo sobre la tumba de su hijo Hernando. No era posible porque había que reservar esa zona de la catedral para el monumento de Semana Santa y para el altar del Corpus.

-    La sacristía mayor: se desistió ante la oposición del Cabildo Catedral, aunque fue muy defendida por algunos, entre ellos el propio Mélida.

-    La capilla de San Francisco: demasiado pequeña.

-    En el interior del coro: demasiado oculto.

-    La Capilla de la Virgen de la Antigua. Había muchos argumentos a su favor pero finalmente también resultó pequeña, como se comprobó al montarse provisionalmente el mausoleo.

-    También se desestimaron: la nave donde está el retablo de la Virgen del Reposo, frente a la Capilla Real,

-    el Sagrario y

-    el Patio de los Naranjos, “en el sitio donde hoy está la pila, sobre elevado y rico pedestal”.

-    Finalmente la opción aprobada -aunque sin evidente unanimidad- fue ante la puerta de San Cristóbal, también conocida como del Reloj o del Príncipe.

 

El emplazamiento del mausoleo no fue sólo una cuestión de los dos Cabildos sevillanos (el Ayuntamiento además de encabezar la petición ante el Gobierno iba a costear el montaje del mausoleo). A lo largo de todo el proceso la prensa se fue haciendo eco de las controversias sobre su ubicación, de “este ya tan debatido y quizás escabroso asunto, y en el que todo el mundo se interesa”.

                

    Mientras tanto, a finales de diciembre de 1898 había llegado el mausoleo desde La Habana, sin el basamento original, ya que se acordó hacer uno nuevo, adaptado a su emplazamiento definitivo, de “estilo Reyes Católicos, entre gótico y plateresco”.     Por su parte, el vapor Conde de Venadito había zarpado de La Habana el 13 de diciembre con la urna del Almirante. Cuando llegase a Cádiz debía trasbordar los restos al aviso-torpedero Giralda y éste continuar viaje a Sevilla.

    Se preparó un solemne recibimiento en el muelle de San Telmo para el 19 de enero de 1899. El Gobierno y la familia Colón estuvieron representados por D. Cristóbal Colón de la Cerda, Duque de Veragua, quien hizo entrega de la urna al alcalde para ser trasladada a continuación en un armón de artillería en solemne procesión hasta el Sagrario de la Catedral y depositarse sobre un túmulo. Participaron los dos cabildos sevillanos, eclesiástico y secular, junto a una nutrida representación de autoridades militares y civiles. Concluido el oficio fúnebre, se bajó la urna a la cripta donde fue depositada en un sepulcro vacío. El alcalde entregó la llave de la urna al Cabildo Catedral para su custodia.

    Se inicia ahora una nueva fase definida por el largo y complejo proceso de montaje del mausoleo (desde enero 1899 hasta octubre1902) cuyas causas, además de las burocráticas –las de mayor peso, como suele ocurrir-, serían un cúmulo de incidentes imprevisibles, tales como la quiebra de la cantera inicialmente seleccionada.

El proyecto que seleccionó el Ayuntamiento de los dos presentados por Arturo Mélida fue el más completo, aquél que incluía, además de lo recogido en la propuesta más sencilla (ejecución del nuevo pedestal y las reparaciones necesarias), la obra que él soñaba realmente realizar: un palio, que “formado por el escudo de la Ciudad de Sevilla completa la idea procesional por decirlo así, del sepulcro, y al mismo tiempo representa el recibimiento triunfal con que el pueblo sevillano ha acogido los despojos del que tanto engrandeció a España”. Estaría hecho en metal (plata, bronce e hierro), con las figuras de San Fernando, San Leandro y San Isidoro. Finalmente este proyecto no prosperó, reduciéndose la obra sólo al pedestal. Lo mismo ocurrió con la iniciativa de Mélida de que se hiciera una verja en torno al mausoleo, ya que “el emplazamiento designado por el Cabildo Catedral al referido monumento sepulcral, en el tránsito del público exige siempre pero muy principalmente en los días de solemnidades religiosas, en que la afluencia de público es grande, una verja que le defienda”.

    A pesar de todo, poco a poco se fueron ejecutando los trabajos y así, a mediados de 1900 se concluyó la cimentación, en diciembre de 1901 se recibió por fin la piedra y el pedestal pudo concluirse en julio de 1902. La última fase de trabajo, el montaje en sí de las piezas del mausoleo sobre el nuevo pedestal, pudo certificarse finalmente en octubre de 1902.

Terminada la instalación del mausoleo, se fijó la fecha del lunes 17 de noviembre para el traslado definitivo de los restos de Colón. De nuevo, en solemne procesión, con la presencia de los dos cabildos sevillanos y numerosas personalidades, se trasladó la urna desde la cripta del Sagrario hasta el crucero de la Catedral, donde fue depositada sobre un túmulo diseñado por José Gestoso. Tras la misa de réquiem de Eslava se trasladó la urna al mausoleo, donde había “una gradería portátil para dar acceso al féretro del monumento” y a los acordes de la Marcha Real depositaron la urna el alcalde y el Capitán General de Andalucía. Se cerró con tres llaves que se entregaron al Duque de Veragua, al Ayuntamiento y a la Catedral.

    En la relación de invitados no aparecía Arturo Mélida (tampoco estaba en la de 1899). Tal vez su cercana muerte, el 15 de diciembre, causada por una “dolorosa enfermedad” le impidiera asistir.

        Aún no hemos terminado. Cinco años después, en mayo de 1907, varios concejales sevillanos consideraron injusto que apareciera en la leyenda del pedestal del mausoleo el calificativo de “ingrata” para la tierra americana y pidieron que se modificase. Se llevó a cabo con el permiso de la Catedral y hoy podemos leer lo siguiente: “Cuando la isla de Cuba se emancipó de la madre España Sevilla obtuvo el depósito de los restos de Colón y su Ayuntamiento erigió este pedestal”.

La cadenas de la Catedral

Las cadenas de la catedral de Sevilla representaban el límite de la jurisdicción civil. Se pusieron en 1.565 para evitar que los mercaderes de las gradas que rodeaban al recinto, entraran con cabalgaduras en los días de mal tiempo para refugiarse. También servían para acogerse al derecho de asilo que los ciudadanos desesperados imploraban ante la dureza que demostraba la justicia ordinaria en aquel momento: siglo XVI. Este derecho, impedía que los representantes de la justicia penetraran en lugares sagrados para ejecutar sus acciones.

Esta disposición de las cadenas en torno al edificio, propiciaba roces y pleitos entre las distintas jurisdicciones que tardaban largos períodos de tiempo en resolverse.

Al hecho de refugiarse de esta forma se le conoce como retraimiento. No siempre era respetado y dependía del grado del delito cometido. Un ejemplo lo tenemos en el escribano de su majestad Diego de Marchena que en 1.524 asesinó a su esposa y se refugió en el monasterio de la Santísima Trinidad. Lo sacaron y lo ahorcaron en el “mármol de la cuadra” de la plaza de San Francisco, junto a la Audiencia.

Como vemos, las cadenas eran frontera de la vida ajetreada del exterior del recinto catedralicio y de la paz y sosiego imperantes en el interior del recinto sagrado.

El Lagarto

En el patio de los naranjos, en la nave del lado Este justo antes de acceder por la puerta de la granada y colgados en la parte superior a la entrada, se encuentran cuatro objetos: de las vigas del techo se suspende un cocodrilo de madera de tamaño natural y adosados a la pared superior de la puerta se encuentran: un bocado de caballo, un colmillo de elefante y un bastón de mando.

Existen varias leyendas populares referidas a estos objetos que narraremos a continuación.

Por el año 1260, el sultán de Egipto envió una embajada al rey Alfonso X “el sabio” para pedir la mano de su hija Berenguela. La embajada trajo diversos presentes, entre ellos: un hermoso colmillo de elefante, un cocodrilo del Nilo vivo y una jirafa o animal similar, domesticada con su montura, su freno y bridas. El rey castellano rechazó la petición de mano de su hija, devolvió la embajada cargada de buenas palabras y de regalos para el sultán y aquí se quedaron: el cocodrilo, la jirafa y los presentes. Pasando el tiempo y muerto el cocodrilo, se disecó y su piel rellena de paja fue colgada en el patio de los naranjos junto con el freno, las bridas y el colmillo de elefante. Años después se colgó como recuerdo, la vara del embajador castellano que había regresado de Egipto.

El cocodrilo actual  está tallado en madera por autor desconocido y se estima del siglo XVI. Por su tamaño y por haber estado forrado de tela que al partirse y desde abajo, daba la impresión de ser piel a jirones, popularmente en Sevilla siempre se ha creído que el animal era auténtico y estar disecado. Hoy en día sólo se conserva la estructura restaurada del animal en madera, popularmente llamado “lagarto” por no conocerse en aquel momento espécimen mayor que dicho animal y dando nombre tanto a la nave del patio que lo contiene como a la puerta de acceso desde el exterior a dicha parte del patio.

Popularmente, existe la leyenda de que esos objetos fueron puestos en este lugar y de esa forma en representación de las virtudes cardinales: el cocodrilo como la prudencia, el colmillo como la fortaleza, el bocado como la templanza y la vara como la justicia, dando explicación de su designación específica la característica de cada objeto.

Existen otras versiones que revelan al cocodrilo como un exvoto u ofrenda que se cuelga en un lugar de privilegio como en otras catedrales. En algunos casos, dicho elemento servía para espantar a las aves que se colaban en los templos y cuanto más grande y temible fuese el objeto, mejor hacía su función.  

Es uno de los objetos populares de la Catedral mas buscados por niños y adultos que se asombran de semejante elemento puesto en un lugar como lo es este maravilloso templo.

Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías propiedad del Excmo. Cabildo de la S. I. Catedral de Sevilla.

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