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Casa Paco

Casa Paco fue abierta en 1870 como la clásica taberna de vino, cartas y dominó. Refundada en 1933 por Francisco Morales Esteban, “Paco”, que reformó el local.

Fue abierta en 1870 como la clásica taberna de vino, cartas y dominó. Refundada en 1933 por Francisco Morales Esteban, “Paco”, que reformó el local. Nacido en Guadalajara llegó a Madrid en 1919, con 10 años, y comenzó a trabajar en la cantina militar de la Ronda del Conde Duque. Como era bajito, se tenía que subir a una banqueta para atender a los clientes. Más tarde trabajó en otras tabernas.

Con su experiencia y algunos ahorros abrió la primera Casa Paco en la plaza del Carmen. Ganaba 40 ó 50 pesetas al día vendiendo chatos a 7 céntimos. Más tarde comenzaría a servir cocidos. Posteriormente se traslada a Puerta Cerrada y adquiere una vieja taberna que existía desde 1870, que reforma. Convirtió Casa Paco en lugar de encuentro de tratantes de ganado, joyeros, carboneros, fontaneros, toreros, escritores y anticuarios del Rastro.

Casa Paco permanece cerrada durante la Guerra Civil. Después del conflicto,  comenzó a servir el cocido en pucheros individuales a 25 céntimos, tradición que ha llegado a la actualidad: los martes hay cocido en Casa Paco (como en Casa Ciriaco), célebre además por la carne a la francesa servida sobre piedra caliente.

Siendo Paco Morales un nostálgico de los Carnavales y estando estos prohibidos en aquella época, consiguió permiso junto con Serafín Guillén, anticuario del Rastro, para celebrar "el Entierro de la Sardina". Al principio sólo se acercaban algunos amigos y clientes pero más tarde los festejos alcanzaron cifras importantes. Los hombres visten con chistera y capa, y las mujeres el traje de chulapa con el pañuelo a la cabeza, y se acercaban desde la taberna en procesión hacia San Antonio de la Florida. Este rito del entierro de la sardina es singular dentro del folclore europeo, pues aquí, en vez de “enterrar la carne” cuando comienza la cuaresma, los miembros de la cofradía deciden privarse del pescado.

La costumbre del entierro de la sardina se remonta a los tiempos de Carlos III. El monarca, para inducir a la abstinencia cuaresmal, decidió regalar al pueblo de Madrid, con ocasión de un miércoles de ceniza, varias toneladas de pescado fresco del Cantábrico. Pero claro, cuando llegaron a Madrid las sardinas para ser asadas, como el viaje había sido largo y accidentado, el pescado estaba un poco “pasadillo”. Entonces, los madrileños, con la guasa que siempre les caracteriza, decidieron enterrar las sardinas, en un desafiante gesto a la autoridad. Entre músicas y cantos llegaron con los pobres cadáveres hasta la Casa de Campo, y cerca de la Fuente de la Teja los enterraron.

Paco, castizo y jovial, aficionó a Ernest Hemingway y Ava Gardner al buen vino de Valdepeñas y a los pepitos de ternera (todavía reciben el vino de las mismas bodegas Antonaya y siguen siendo expertos en buena ternera). Otros clientes famosos de la tasca han sido Samuel Bronston, Palomo Linares, Francisco Rabal, Fernando Fernán Gómez,…

Tras el precioso mostrador de nogal labrado, los mozos, vestidos a la usanza de la tabernería clásica, despachan chatos de Valdepeñas y pinchos de queso o chicharrones.

Si  quieres saber más sobre tabernas centenarias, puedes hacer con nosotros la visita guiada de Madrid Tabernario

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