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Ermita de San Antonio de la Florida

La ermita de San Antonio de la Florida, construida en 1792 posee unos maravillosos frescos de Francisco de Goya, su gemela fue construida en 1925.

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La ermita de San Antonio de la Florida , está situada en la plaza del mismo nombre, en Madrid y se encuentra en el distrito de Moncloa. Se considera como la única superviviente de las tres ermitas dedicadas a San Antonio de Padua que hubo a las afueras de Madrid. De las otras, una estaba situada en la actual  Parroquia de San Antonio de los  Alemanes y la otra en lo que se llamaba el Huerto del Francés en los jardines del Retiro. Fue a principios del siglo XX, cuando se las consideró Ermitas.

Primera ermita: Churriguera

Construida en 1720 por José de Churriguera fue derribada en 1768 para la apertura de la ctra. de Castilla.

Segunda ermita: Sabatini

Poco tiempo después, cuando el rey Carlos III fue coronado  ordena la demolición y nueva construcción de la ermita en 1768, encargándoselo a Francesco Sabatini. Esta nueva ermita fue mandada derribar por su sucesor Carlos IV veintidós años después para una nueva remodelación urbana.

Tercera ermita: Fontana

Carlos IV adquiere el Palacio de la Florida para recreo personal cercano a la ermita, esto supone el derribo de la misma y construye en su lugar las caballerizas del Palacio. Ya en 1792 el rey propone construir otra y el mismo pone la primera piedra de la ermita. Las obras finalizaron en 1798. Del Palacio de la Florida no queda nada actualmente, fue destruido para hacer la nueva Estación del Norte. La nueva ermita construida por Carlos Fontana se desplazó al Norte y pasó a denominarse San Antonio de la Florida, en  ella se encuentran  las decoraciones murales  de Francisco de Goya, además de Museo y Panteón del pintor.

Al principio del levantamiento del dos de mayo en Madrid en 1808  se produjeron los fusilamientos del día posterior en la Montaña de Principe Pío, siendo protagonista la ermita de San Antonio de la Florida. Llevaba diez años construida cuando se inició la Guerra de la Indepedencia.

La ermita se convirtió en parroquia en 1881 y se cedió en usufructo al arzobispo de Toledo. En 1919 se inhumaron los restos mortales de Francisco de Goya que estaban enterrados en el cementerio de San Isidro.

Las ermitas

Al convertirse en parroquia el cambio perjudicó enormemente  los frescos de Goya debido al humo de los cirios. La preocupación por la conservación de los frescos de Goya hizo que se encargase al arquitecto Juan Moya Idígoras una nueva para cultos religiosos exactamente igual que la primera la cual se comenzó a edificarse en 1925. Se celebra misa los días 30 de marzo, coincidiendo con su nacimiento y 16 de abril, coincidiendo con su muerte de Francisco de Goya y Lucientes.

 Fue declarada monumento nacional en 1905. En 1919 se trasladaron los restos de Goya desde la Sacramental de San Isidro a la ermita, colocando una imagen del pintor frente a la ermita museo obra de  José San Bartolomé .

Las dos ermitas sufrieron saqueos durante la Guerra Civil. Hubo desaparición de piezas de valor en su interior. Además los frescos de Goya en la nueva ermita resultaron afectados en la cúpula por metralla, así como la entrada al edificio ya que rebotaba del cercano frente de batalla.

Las ermitas tienen estilo arquitectónico neoclásico con planta de cruz griega. Las cubiertas están rematadas por cúpulas que acaban en linternas soportadas sobre pechinas, ambas son asimétricas respecto al plano principal de la plaza donde se ubican. Los altares son de estuco italiano, con esculturas de ángeles. Destaca en el Altar Mayor el Cristo de Marfil del siglo XVIII y en la sala de entrada la pila original donde en las fiestas de San Antonio se colocan tradicionalmente los alfileres para que las mujeres que quieran metan la mano y encuentren pretendientes, tantos como número de alfileres queden pegados a su mano.

Frescos de Goya

De aspecto sobrio la ermita sorprende por el grandioso conjunto pictórico que Francisco de Goya pintó a finales del siglo XVIII con pinceladas al temple. Cuando el pintor recibió en 1798 el encargo de decorar el interior de la ermita como pintor de cámara de la corte, tenía 52 años y estaba atravesando un mal momento debido al agravamiento de su sordera. A pesar de sufrir continuos mareos, acudía todas las noches en un coche de caballos a la ermita, con su amigo y colaborador Asensio Juliá. Pintó los frescos de San Antonio en apenas seis meses, entre los meses de agosto y diciembre. El trabajo que realiza se acerca más a una visión fantasmagórica y onírica propia de Goya, y no al estilo popular de la época. Todos los frescos se pintan en la denominada quadratura.

Sobre la planta de cruz griega y con los muros, apenas adornados con pilastras y frontones, los querubines y ángeles femeninos se encuentran ataviados con vestidos típicos de la época de la reina María Luisa. Estos como si se trataran de unos ayudantes teatrales, descorren unos cortinajes como si nos descubriesen la escena. Goya eligió para decorar la cúpula el milagro de San Antonio, lugar que estaba tradicionalmente reservado para la escena celestial, esta la situó en las zonas bajas dejando una huella clara de su forma de hacer las cosas.

En la bóveda del ábside representó a la Adoración de la Trinidad. La parte de los frescos que más atrae la mirada de los visitantes  son las pinturas de la cúpula, donde se encuentra representado uno de los milagros de San Antonio de Padua, el pintor en la escena pinta a San Antonio  resucitando milagrosamente a un hombre al que habían asesinado, para mostrar la inocencia del padre del Santo. Cuenta la leyenda que fue trasportado por ángeles a Lisboa (ciudad natal de santo), y por la gracia divina hace que el difunto conteste a las preguntas del juez  para confirmar su inocencia, ya que el padre había sido acusado del crimen. Uno de los aspectos que más llaman la atención es que sitúa la escena en el Madrid del siglo XVIII en un día de fiesta en honor a San Antonio, en vez de en el siglo XIII y en Lisboa donde realmente ocurrió. La cúpula tiene un diámetro de 6 metros.

Goya convirtió su obra en una magnífica galería de diferentes personajes del siglo XVIII y los vistió unos con vestidos típicos de la época y otros con prendas que no eran propias de ese momento. Las figuras del difunto, los padres del santo y el propio santo sobre una roca están distribuidas por la cúpula. Cerca del óculo se puede ver el paisaje, y consigue la sensación óptica de estar a cielo abierto. Todo el pueblo de la ciudad de  Madrid está mirando el milagro: majas, caballeros embozados... se encuentran hablando o miran atentamente, apoyados en la barandilla que recorre toda la base de la cúpula, de esta forma consigue por la perspectiva un gran realismo en su conjunto. Para poder pintarlos Francisco de Goya contó con la colaboración de su ayudante Asensio Juliá.

Goya utilizó en las pinturas al fresco un acabado al seco, una nueva técnica que consistía en pintar con colores diluidos en agua y sobre ello una capa de mortero todavía húmedo .Como era normal primero dibujaba sobre papel los dibujos que luego trasladaba al muro, pero su gran capacidad creadora le lleva hacia un nuevo camino en su arte con una técnica avanzada, de pincelada suelta y enérgica, con manchas de luz y color y fuertes contrastes, adelantándose al movimiento expresionista e impresionista, que hizo a esta obra la cumbre de su pintura mural. Se la suele conocer como la "Capilla Sixtina de Madrid".

Panteón

A los pies del presbiterio se encuentra el panteón del pintor. Fallecido en Burdeos en 1828 sus restos los trasladaron a España en 1919. Junto a él está enterrado su consuegro Martín Miguel de Goicoechea, su gran amigo, ambos fueron trasladados a Madrid y el 29 de septiembre de 1919 fueron enterrados juntos, para evitar un posible error en la identificación de los restos mortales. La tumba de Goya es de granito y conserva la lápida de la sepultura de Burdeos.  El cuerpo de Goya carece de cráneo, pues probablemente fue separado del tronco para la realización de análisis frenológicos, aunque existen varias versiones a cual más dispar sobre los verdaderos motivos.

El 1 de abril de 1905  la ermita fue declarada Monumento Nacional. Estuvo abierta al culto hasta 1929. A partir de entonces se convierte en museo, propiedad de Patrimonio Nacional, aunque su cuidado fue cedido al Ayuntamiento de Madrid, que lo gestiona desde 1987.

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