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El Rey Felipe II, por Real Cédula de 25 de julio de 1575, consideró necesario realizar una gran fortaleza en el puerto de Santa Cruz que sustituyese a la que llamaban Cubilete Viejo. En diciembre de ese mismo año se inició su construcción, al norte de la caleta de Blas Díaz, entre ésta y la playa que después se llamó de la Alameda, en el lugar que antes estuvo la ermita de Ntra. Sra. de la Consolación y actualmente se ubica la Plaza de España.
El 3 de mayo de 1557, el Gobernador Juan López de Cepeda se personó en el puerto de Santa Cruz, en compañía de Francisco Merino, maestro mayor de obras de cantería y geometría de la Isla, y los constructores Simón Merino y Luís Hernández, con el fin de dar el visto bueno para su habilitación y emplazar en ella su artillería (14 cañones). Las obras finalizaron en 1579.
El Castillo de San Cristóbal formaba una fortificación regular adaptada al terreno, situación y defensa; tenía forma de un cuadrado amurallado de 53 por 50 metros. El frente que daba a la plaza poseía dos murallas de 8,3 m. de alto, con sus aspilleras para fusilería; delante de este muro había otro, de pequeña altura, que estaba guarnecido con estabas. El frente marítimo, batido por la mar hasta su mitad, estaba motado sobre rocas salientes y, a pesar de los años, su sillería se hallaba en perfecto estado en la fecha de su demolición (1928).
Las acciones de guerra más importantes en las que tomó parte fueron: el 30 de abril de 1657, enfrentándose a la escuadra de Blacke; el 6 de noviembre de 1706, contra Jennings; y el 25 de julio de 1797, frente a Nelson. De esta última, cuentan las crónicas que, esa noche, y por iniciativa del teniente Grandy, se abrió una tronera por el costado del baluarte con dirección a la inmediata playa, que por aquel lugar estaba indefensa, y colocaron en ella un cañón: El Tigre, el cual ha pasado a la historia por ser el que le llevó el brazo derecho al Contralmirante en el momento en que éste iba a poner pie en la playa.
El Castillo pertenecía al Cabildo de San Cristóbal de La Laguna, de la cual recibió su nombre, y por lo tanto pagaba las obras, costeaba el sueldo de la guarnición (un capitán, un teniente, un sargento y 35 artilleros), los gastos de la artillería y las municiones; por todo ello, tenía la facultad de nombrar Castellano o Alcaide, categoría militar que tenía las atribuciones de otorgar las licencias de entrada o salida de los navíos y dirigir la policía del puerto. El primer Alcaide fue el capitán Pedro Fernández Campos.
El castillo de San Cristóbal fue residencia del Capitán General, desde 1723 hasta 1732, y sede del Gobierno Militar, desde 1859 a 1926, en que se le permutó al Ayuntamiento por otros edificios.
Castillo de San Cristóbal a principios del siglo XX
En su azotea, derecha de la foto, se observa la campana con la que tocaba a rebato y los palos asta-banderas, colocados en 1852, con verga y herrajes, dotados de bolas gallardetes, para señalar la entrada de los buques al Puerto, repitiendo las señales que le enviaba el vigía de Anaga.
Si el barco venía de “abajo” o Punta de Guadamojete, la bandera roja se arbolaba en el penol de la verga que miraba al Sur; si aparecía por arriba o Punta de Anaga, se enarbolaba en el que estaba al Norte; y si llegaba de “enfrente” la bandera se izaba a tope del palo.
Centro de Interpretación Castillo de San Cristóbal
Durante las obras de remodelación de la Plaza de España, junio de 2006, salieron al descubierto los restos del Castillo de San Cristóbal que había sido demolido en 1928; por ello, ante la importancia histórica del hallazgo, al proyecto original se le incorporó una galería subterránea con el fin de que los citados restos se pudieran visitar.
El Centro de Interpretación Castillo de San Cristóbal, inaugurado el 24 de julio de 2008 permite al visitante descubrir y contextualizar un espacio museístico elaborado por el Museo de Historia y Antropología del Cabildo Insular de Tenerife.
En el año 2009, a la muestra expositiva se incorporó el cañón “El Tigre”, una pieza de incalculable valor histórico que desde 1988 se encontraba en el Museo de Almeyda.
Debido a los daños sufridos por las lluvias torrenciales, acaecidas el 1 de febrero de 2010, el Centro de Interpretación tuvo que cerrar sus puertas hasta el 28 de julio del mismo año, en que se volvió a reinaugurar.
El Cañón Tigre
El cañón Tigre, fundido y barrenado en la Real Fundición de Sevilla en 1768, está formado por tres cuerpos: en el primero, separado de la culata por la faja alta, se encuentra el Escudo Real, con la inscripción Carolus III D.C. Hispania Edind Rex, y el grano de fogón, por donde se efectuaba el disparo con el botafuego. En el segundo, separado del anterior por una moldura con cordón, se hallan las asas en forma de delfines y los dos muñones, donde tiene grabado su peso: 44 quintales y 62,5 libras (2.053 kg.). Y, en el tercer cuerpo, separado por una bella faja alberga, aparece una filacteria, en la parte superior, en la que está esculpido su nombre: Tigre.
El Tigre es un cañón de a 16; es decir, disparaba balas de hierro de 16 libras (7,360 Kg.), tiene un calibre de 133 mm y una longitud de ánima de 2.734 metros.
El día anterior a la Gesta del 25 de Julio de 1797, el teniente tinerfeño Francisco Grande Giraud, sugirió a sus superiores la conveniencia de abrir una tronera en la pared que daba a la playa de la Alameda, debido a que se encontraba desprotegida ante un posible desembarco enemigo, y colocar en ella un cañón (El Tigre) cargado de metralla. Cuando en la madrugada, las lanchas que conducían a lo más granado de la oficialidad británica, entre la que se encontraba el contralmirante Nelson, varaban en la citada playa, un certero disparo de nuestro cañón hizo que Nelson perdiera su brazo derecho y que los ingleses perdieran la batalla.
Terminada la acción bélica, el cañón permaneció una larga temporada olvidado en el castillo de San Pedro, hasta que, en 1882, un hecho sencillo le devolvió su notoriedad. Por orden de la superioridad se dispuso instalar en Las Palmas una batería para salvas y entre las piezas que se asignaron para viajar se encontraba El Tigre. Cuando los cañones estaban sobre el muelle, dispuestos para ser embarcados, Manuel Marsel Carrión, comisionado de la República de Venezuela, impidió su marcha, recordando a los presentes su historia, tan popular en otro tiempo, a la vez que lo elevaba a la categoría de preciado trofeo.
Para conmemorar el primer centenario de la Gesta del 25 de Julio, el Ayuntamiento pidió su cesión al Ministro de la Guerra y, el 23 de abril de 1894, El Tigre pasó a ser propiedad del pueblo de Santa Cruz de Tenerife, constituyéndose en uno de sus más entrañables símbolos.
El 2 de mayo de 1955, con motivo de la creación del Museo de Paso Alto, fundado como homenaje a la Gesta del 25 de julio de 1797, El Tigre fue encabalgado de nuevo, con una cureña réplica de la original, y se colocó en la plataforma del citado castillo, junto con otros cuatro cañones traídos de la Península: Horrible, Torpe, Invencible y Espanto.
El Tigre permaneció en el castillo de Paso Alto hasta que al fundarse el Museo Militar Regional de Almeyda, enero de 1988, el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife se lo cedió en depósito y fue entronado en una digna ubicación donde era la admiración de los visitantes hasta que, en el año 2009, fue retirado para exponerlo en el Centro de Interpretación del Castillo de San Cristóbal.