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La localidad de Siurana conserva los restos del castillo árabe, un establecimiento militar o “hisn” bastido del siglo IX.
Perteneciente a un ancho territorio musulmán y situada estratégicamente, esa fortificación cerraba el paso al núcleo urbano de la población. Actualmente se observan los efectos de una primera fase de rehabilitación gracias a la cual se identifican perfectamente sus límites perimetrales y las torres de defensa entre otras partes. La conquista de este castillo por parte de Ramón Berenguer IV se planificó antes que Tortosa o Lleida pero no se pudo verificar hasta 1153 o 1154. Una vez conquistado Ramón Berenguer otorgó carta de población a Beltrán de Castellet, y más tarde a Albert de Castellvell. En 1324 pasó a formar parte del condado de Prades. Sirvió, desde el siglo XIII, como presidio de miembros de la aristocracia, entre los que destaca Carlos el Cojo, príncipe de Salerno y después rey de Nápoles. Después de la Guerra dels Segadors Felipe IV ordenó su destrucción.
El asedio al castillo de Siurana ha dado pie a diversas leyendas sobre guerreros y princesas. Los musulmanes penetraron en la península Ibérica en el año 711 y en 714 ya estaban instalados en Catalunya. Siurana empezó a tener importancia en el siglo XI, cuando se convirtió en una defensa de primera línea del Islam, dada su situación estratégica. Conquistada en 1153, después de caer Lleida y Tortosa, fue el último reducto de la reconquista a Catalunya. Fueron necesarios los caballeros de cuatro condes para someterla.
Según cuenta la leyenda, recopilada por el escritor Joan Amades, "la esposa de Almemoniz, reyezuelo moro de Siurana, se llamaba Abdelazia, mujer de extraordinaria belleza. La lucha entre Amat de Claramunt, señor de Tarragona y los moros de Siurana, se oía ya muy cerca, pero la reina creía que Siurana era inexpugnable y celebraba un banquete con sus cortesanos, mientras fuera se escuchaban los sonidos de la batalla. De pronto, una flecha penetró por una ventana y se clavó en la mesa del banquete, produciendo un pánico terrible: ¡Ya han tomado Siurana! La reina salió y montó su caballo, se escapó en medio de la confusión, pero Amat y los suyos la persiguieron. Llegó a un despeñadero, con un altísimo abismo a sus pies, y se lanzó haciendo saltar el caballo al vacío. Fue tanto el impulso, que la bestia dejó marcada la herradura en la roca, y aún puede verse". Desde ese momento el lugar es conocido con el nombre de “el salto de la Reina Mora”.
Los restos del castillo musulmán son sin duda uno de los grandes reclamos.