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Cementerio Civil de Madrid

Cementerio Civil de Madrid sus orígenes son del año 1883 y en el se encuentran enterradas diversas personalidades que profesaban una confesión diferente a la católica.

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El Cementerio Civil de Madrid está separado del Cementerio de la Almudena por la avenida de Daroca, enfrente del crematorio. Dentro del recinto encontramos las tumbas de varios de los protagonistas de la historia contemporánea de España y numerosas cruces pertenecientes a sepulcros en los que se hallan inhumadas personas que profesaban una confesión cristiana diferente a la católica.

El origen de esta necrópolis se encuentra en el año 1883, al dictarse una Real Orden por la que las cabezas de partido y poblaciones de más de 600 habitantes podían y debían disponer de un cementerio civil separado del confesional, a fin de diferenciar a los difuntos católicos de los que no lo eran. Por esta razón, en el Cementerio Civil de Madrid se hallan enterrados protestantes, testigos de Jehová y miembros de confesiones evangelistas. Pero también hay estrellas de David sobre sepulturas judías, en un recinto habilitado a tal fin y adyacente al Cementerio Civil, separado por una valla.

El primer enterramiento civil data de 1884 y corresponde a una joven de 20 años llamada Maravilla Leal González. El acceso al cementerio está flanqueado por políticos tan relevantes como Dolores Ibárruri, Pasionaria, cuyos restos reposan bajo una tumba de mármol blanco. Junto a ella yace el fundador del PSOE y de la UGT, el tipógrafo Pablo Iglesias, en un panteón neoclásico y columnado. Frente a estos personajes de ideología izquierdista están enterrados tres presidentes de la I República: Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall y Nicolás Salmerón. En el magnífico panteón de éste último podemos leer una reseña que asegura que el sr. Salmerón renunció al poder por no firmar una sentencia de muerte.

Si nos adentramos un poco en la necrópolis, los difuntos ya no poseen esa celebridad y los símbolos, contrapuestos en ocasiones, se entremezclan en luctuosa amalgama de cruces, hoces, martillos y hasta instrumentos musicales. Los graves mensajes menudean: “Nada hay después de la muerte” o “No quiero, cuando me muera, nada con el otro mundo. Quiero quedarme en la tierra. No quiero cielo, ni infierno, ni purgatorio siquiera (…)”.  Determinados  finados, algunos tan famosos como don Pío Baroja eligieron un sencillo epitafio, su nombre tan sólo, y se fueron de este mundo con el menor ruido posible.

También es de destacar la placa que recuerda a las Trece Rosas, como se conoció a las jóvenes socialistas fusiladas en las tapias de la Almudena tras concluir la guerra civil.

Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías propiedad de Diego Salvador Conejo

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