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El edificio que hoy sirve de sede al Museo Nacional del Prado fue diseñado por el arquitecto Juan de Villanueva en 1785, como Gabinete de Ciencias Naturales, en el marco de una serie de instituciones de carácter científico orden de Carlos III, para la reurbanización del paseo llamado Salón del Prado. Carlos III contó con uno de sus arquitectos favoritos, autor también del Real Jardín Botánico y El Observatorio Astronómico.
Villanueva presentó dos proyectos conocidos en 1785 al Conde de Floridablanca, uno de los cuales se conserva en la Academia de Bellas Artes de San Fernando ilustrado en cuatro láminas con unos pórticos cubiertos para el paseo público. Del otro proyecto, muy diferente al anterior solo queda una maqueta de madera dentro del Museo, los planos desafortunadamente se perdieron. Este último fue el elegido por el Rey para su construcción.
A finales de ese mismo año se inician los movimientos de tierra y la cimentación del edificio y en 1788 vería elevarse sus muros sobre el terreno, desgraciadamente el mismo año de la muerte de Carlos III.
En su momento como hemos comentado se pensó para alojar una academia de ciencias naturales con laboratorios, gabinete de historia natural, aulas y biblioteca así como un gran salón para Juntas Académicas. Un solo edificio para tres establecimientos. No obstante, el destino final de esta construcción no estaría claro hasta que el nieto de Carlos III, Fernando VII, impulsado por su esposa la reina María Isabel de Braganza, tomó la decisión de recuperar el edificio sobre la base de planos de Villanueva y destinarlo a la creación de un Real Museo de Pinturas y Esculturas y posteriormente Museo Nacional del Prado, realizado por el discípulo de este, Antonio López Aguado, que abrió por primera vez al público en Noviembre de 1819. Nació con el propósito de mostrar algunas de las mejores piezas de las obras propiedad de la corona y a su vez, que Europa descubriera la existencia de tan gran escuela española.
EDIFICIO
El solar estaba sobre un terreno que presentaba una doble pendiente con una gran inclinación, desde Los Jerónimos hacia el Paseo del Prado. Por ello se creó un muro de contención en ángulo y en relación con este, se definió un plano para elevar el edificio.
Villanueva creó un cuerpo central que sobresalía y a los lados unas galerías alargadas que terminan en pabellones cuadrados, en cuyo interior están las rotondas, con una construcción que se compone de seis columnas toscanas, una cornisa y un ático que lo remata. Luego dos galerías laterales con dos plantas en altura. La de abajo con unos ventanales alargados que terminan en arco de medio punto y la de arriba con una galería de columnas estilo jónico, hoy en día hay un tercer piso hacia dentro que ha sido obra posterior. El interior del edificio es abovedado en sus salas centrales habiendo una rotonda con ocho columnas jónicas con decoración de casetones en su bóveda.
La fachada norte, compuesta por un pórtico con columnas jónicas y encima un entablamento, que corresponde a la segunda planta del edificio. Cuando Villanueva construyó al principio el edificio, la primera planta quedaba, en ese lado, bajo el nivel del terreno, ya que bajaba en cuesta hasta el Paseo del Prado, más tarde se quitó dicho desnivel para colocarlo a la misma altura que el suelo real del monumento. En 1882 se construyó una escalinata para acceder a el.
La fachada sur, tiene un arco de luz adintelado o plano, que da acceso al interior, y una galería con seis columnas corintias sobre las que se apoya un entablamento, esta da a la plaza de Murillo, en la fachada que da al Paseo del Prado, se encuentra la Puerta de Velázquez, con la parte frontal estilo dórico, y las estatuas y medallones en referencia al rey Fernando VII, como si protegiera las ciencias, las artes y la técnica. Frente a esta puerta se sitúa la estatua de Velázquez, realizada por el escultor Aniceto Marinas. En su pedestal aparece una dedicatoria: Los artistas españoles, por iniciativa del Círculo de Bellas Artes, 1899. Este monumento inaugurado el 14 de junio de ese año estuvo presidido por la Reina Regente y por Alfonso XIII. En ella se rindió homenaje y reconocimiento al grandísimo pintor Diego Velázquez uno de los más admirados de todos los tiempos y a la pintura española. También acudieron otras muchas personalidades de otros países así como asociaciones de artistas representados por sus más ilustres hombres.
Las obras de construcción se desarrollaron durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, quedando el edificio prácticamente finalizado a principios del siglo XIX. Después llegaron las tropas francesas a España y con la Guerra de la Independencia el Museo tuvo un periodo de deterioro, cayendo casi en estado de ruina y se destinó como cuartel de caballería; desgraciadamente las planchas de los tejados fueron fundidas para la fabricación de balas ya que eran de plomo.
Al principio contaba con 311 pinturas en su primer catálogo, realizado en 1819 y dedicado exclusivamente a la pintura española, aunque, en ese momento, el Museo ya contaba con 1.510 obras procedentes de los Reales Sitios pertenecientes también a otras escuelas. Esta valiosísima Colección Real, comenzó a tener su mayor desarrollo en el siglo XVI en tiempos del emperador Carlos V y continuó enriqueciéndose con el transcurso de los monarcas que le sucedieron, tanto Austrias como Borbones.
En los siguientes años se han ido añadiendo nuevas salas y obras de arte, sobre todo la de los fondos del Museo de la Trinidad, absorbido por el Prado en 1872.
Durante la Guerra Civil gran parte de las obras maestras del Prado fueron evacuadas para su seguridad a diversos lugares como Valencia, Cataluña, hasta que llegaron a Ginebra. Después de la Guerra volvieron al museo estando fuera casi tres años.
Un acuerdo parlamentario en el año 1995 puso al museo a salvo de problemas políticos para poder empezar un proceso de modernización, que incluía ampliación y ciertos cambios. Tras varias reuniones se nombró para ello al arquitecto Rafael Moneo, ya que sus trabajos en el Museo Thyssen-Bornemisza, entre otros, avalan su buen trabajo.
El Museo del Prado se ha convertido en uno de los museos más importantes del mundo y se enriquece día a día con obras de gran relevancia universal para el patrimonio del hombre. Cada año es visitado por cientos de miles de turistas y madrileños para ver la obra de tantos genios de la pintura europea, en confluencia con el triángulo que componen el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen Bornemisza.