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Piedra Escrita de Cenicientos

Piedra Escrita de Cenicientos podría ser un santuario rural consagrado a Diana y también podría haber señalado la frontera oriental entre Lusitania y Citerior.

Cenicientos es el pueblo madrileño más occidental. Para llegar a Piedra Escrita, localizado dentro de su término municipal, dentro de una finca privada, tomar la carretera M-544 en dirección a Almorox. Pasado el km 4 de la carretera, a 100 m y  ala derecha se abre una pista cerrada al tráfico rodado por unos bloques de piedra. Dejar aquí el vehículo y seguir dicho camino unos 800 m hasta encontrar una verja. Abrir y entrar en la finca privada, atravesando el viñedo en dirección sur hasta que a la derecha veamos el monolito que contiene el bajorrelieve que se conoce como Piedra Escrita. Ni decir tiene que ni existe indicación ni panel informativo alguno.

Descripción

Es un megalito de casi 5 m de altura, interpretado por la profesora Canto como sacellum o santuario rural consagrado a Diana, como lo prueban un antiguo epígrafe retocado y algunos paralelos. Podría haber señalado la frontera oriental entre Lusitania y Citerior. En la parte de atrás de la roca, observamos un tallado en forma de garra de oso, que puede o bien señalar la presencia de bosques sagrados o incluso mantener una simbología astral.  

En sus alrededores, los arqueólogos han detectado la presencia de abundantes fragmentos de cerámica romana (terra sigilata). El catedrático de la Univ. de Berkeley R.C. Knapp experto epigrafista especializado en epigrafía romana de la Hispania central lo interpretó  como un lugar convertido de peregrinación medieval, mostrando la "cristianización post-clásica", del relieve de un monumento romano con ninfas (para él las tres figuras son femeninas y representarían las Tres Marías), quizá del siglo II d.C. Debajo de las figuras hay un espacio raspado y a la izquierda parecen distinguirse los restos de letras latinas. Knapp pensó que el verdadero epígrafe romano estuvo en la zona inferior de la roca.

Según Canto, Piedra Escrita sería el último vestigio del territorio vetón y del convento emeritense, cuya divisoria pasaría unos kilómetros más al E. de él. Esta señalización de una frontera teórica entre dos divisiones territoriales romanas basadas reforzaría la idea de la existencia de poblaciones indígenas diferenciadas a ojos romanos, previas a la conquista y romanización de estas tierras. A. Fuentes opina que el monumento sería la divisoria entre dos conventos.

El monumento en sí se trata de una gran piedra natural de granito, de forma trapezoidal, de unos 5 m de altura por 4 de ancho. En el centro de su cara norte, observamos una hornacina tallada vertical, dividida en tres espacios: una cabecera semicircular en forma de concha, una escena central donde figuran tres personajes en bajorrelieve, cuya talla se encuentra bastante desgastada y una parte inferior donde algunos autores suponen la existencia, hoy completamente desaparecida, de la inscripción epigráfica que solía acompañar a las manifestaciones romanas de este tipo. La profesora Canto hace la siguiente descripción de las figuras, a la luz del lamentable estado de conservación de las mismas: “La de la izquierda del ara, vestida con ropas femeninas, tiene mayor volumen y prestancia que las otras dos, hacia las que ella mira. Parece llevar cubierta la cabeza por un velo y sujeta en su mano izquierda un urceus, como derramando líquido sobre una pátera, que sostiene la figura que vemos a su derecha. Aún me parece posible distinguir otro objeto, rígido, que sostiene horizontalmente en su mano derecha, por delante del manto, de forma aproximadamente ovalada y compuesto de muchas borlas o cuentas. Las otras figuras están en el lado derecho del ara. De estas dos, la de nuestra diestra es sin duda un varón togado, que, más que pasar su brazo derecho por el hombro de la figura central, está simplemente junto a ella, mientras con el izquierdo parece asirla por un brazo. En torno a su antebrazo y mano pende un objeto de extraña forma y borde inferior dentado, que quizá sea un sistro. La figura central, de ropaje mujeril, que semeja llevar también velo, alarga a su vez el brazo derecho hacia el altar, pareciendo sujetar, como dije, la pátera (parte de la cual se oculta tras el jarrito). En conjunto, me parecen un matrimonio que realiza un sacrificio en un altar y ante una diosa, que atiende a su ofrenda y ofrece a su vez una libación.”

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A mí también me parece, y en función de la semejanza con la actitud de figuras similares que obran en obras epigráficas romanas, dos personajes que realizan una ofrenda a una divinidad, posiblemente de sexo femenino, a la luz de los ropajes largos que porta. A ambos lados de la escena, podemos observar dos parejas de oquedades de indudable origen artificial que pudieron sostener algún tipo de protección delante de la escena, seguramente de material perecedero.

Del relieve inferior, que debía incluir las palabras de oración, suponiendo que se trate de una escena votiva, no quedan más que los restos de haber sido destrozado, seguramente a conciencia. Sinceramente no queda nada que pueda ser interpretado a simple vista.

A la izquierda del conjunto principal formado por la hornacina, distinguimos una serie de caracteres, que también han sido destruidos, aunque los vestigios que restan permiten realizar alguna interpretación sobre ellos.

Nuevamente siguiendo a Canto, es posible que se trate de una inscripción de época medieval, que reutilizaría la original de cronología romana. Ella lee lo siguiente:

A(nimo) l(ibens) s(olvit votum?) • Sisc(inius?) Q(...?)

Dîanae (con la I inscrita dentro de la D)

“Sisc(inio?) Q(...?) (consagró este monumento) a Diana, cumpliendo con agrado su promesa.”

En resumen, se trataría de la fórmula de cumplimiento de un voto, el nombre del dedicante y el de la diosa.

Concluyendo: estaríamos ante un sacellum, un oratorio o santuario rural y rupestre (lo que justificaría su aislamiento de núcleos urbanos romanos), esculpido como exvoto y obsequio de un oferente, que aprovecha una formación granítica natural para consagrarla, a Diana, la diosa greco-romana de la caza y los bosques, protectora de las mujeres y diosa también de la fecundidad. Las ofrendas usuales para los ritos en los que estaba Diana relacionada eran machos cabríos, cabritos blancos, jabatos y bueyes. Por la vestimenta elegida para la diosa y la presencia de una pareja oferente, posiblemente  fuese una advocación concreta de Diana Lucina, la protectora de los partos. Probablemente el oferente solicitaba o agradecía a la diosa en algún asunto relacionado con la fecundidad de su mujer, ya que aquellos tiempos (y hasta no hace muhco tiempo), por defecto se consideraba al varón la parte fértil de la pareja y era la mujer la que fallaba si no existía descendencia, cuando sabemos que los problemas existen por ambas partes. La fecha, considerando los elementos arqueológicos, epigráficos y antroponímicos, debe estar dentro del siglo II d.C. El monumento rupestre de Piedra Escrita, de los más importantes de época romana de la Comunidad de Madrid (si excluimos Complutum, por supuesto), a pesar de su estado de lamentable abandono, responde por completo a la plástica y fórmulas de la religiosidad romana. Aunque enfrente del bloque donde se desarrolla el entramado ritual que acabamos de comentar, se sitúe una roca que tiene todo el aspecto de un verraco acomodado en el suelo, y al que no le falta detalle dentro de los convencionalismos (si es que existieron) de estas esculturas procedentes del ámbito vettón.

Y aquí no acaba la historia, ya que según información de los lugareños, en tiempos pasados esta roca tuvo alrededor un circulo de piedras que hoy están desperdigadas por el entorno, pudiendo encontrarse en sus cercanías de 12 a 20 tumbas antropomórficas excavadas en la roca de difícil datación, aunque posiblemente de cronología altomedievales por analogía con otras tumbas similares encontradas en la Comunidad madrileña y fechas con certeza.

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Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías propiedad de Diego Salvador Conejo

Geolocalización:

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