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Pontón de la Oliva y canal de Isabel II

Pontón de la Oliva fue encargado por Bravo Murillo en 1848, a Juan Rufo y Juan de Ribera para solucionar el problema del abastecimiento de agua de Madrid.

El pueblo de Lozoya dio nombre al río Lozoya, según el Diccionario Geográfico-Estadístico e Histórico de España y sus posesiones de Ultramar, obra de Pascual Madoz, y publicado en 1848. Madoz rebatía en su libro la tesis contraria, mantenida por el Cardenal Lorenzana. El río Lozoya nace entre las cumbres de Peñalara, las Cabezas de Hierro y el puerto de Cotos, en los límites entre Madrid y Segovia, y en sus tramos más altos es conocico como río Angostura, encajonado entre rocas de granito, ubicación geográfica de la que parece provenir tan sugestivo nombre. 92 Km aguas abajo, desemboca en el río Jarama, en las proximidades de Patones de Abajo.

El río Lozoya es el curso de agua más importante del norte de la Comunidad madrileña, el de mayor longitud y caudal. En su curso alto pasa por paisajes de montaña, praderas y bosques de ribera. Posteriormente gira hacia el noroeste, donde se ubica el valle medio y el paisaje se vuelve abrupto entre las estribaciones de la cordillera de Somosierra. La Sierra del Rincón pone límites geográficos entre Madrid y Guadalajara, y los arroyos que descienden de ella, enriquecen el caudal del Lozoya. Ya en el valle bajo, pierde la fiereza y angostura inicial, y forma enormes embalses como el Atazar, poc antes de que muera en el río Jarama, cerca del Pontón de la Oliva, en el término municipal de Patones.

Esta introducción nos adentra en la historia del Canal de Isabel II, que utilizó en sus comienzos el agua del Lozoya para abastecer a la ciudad de Madrid. Desde época musulmana hasta mediados del siglo XIX, Madrid se abastecía a través de los pozos perforados que accedía a las aguas subterráneas que corren bajo su superficie, y que forman parte de un gran acuífero que subyace bajo la superficie de gran parte de la Comunidad de Madrid. Las minas de captación y galerías de distribución completaban la red distributiva de aguas de Madrid. Pero el aumento de población llevó al agotamiento de los pozos, que supuso la creación por los madrileños de los "viajes de agua", conducciones por las que el líquido elemento "viajaba" desde la periferia a las fuentes públicas de la ciudad, en continua expansión. Los aguadores que suministraban agua a las viviendas completaban el sistema.

Pero a mediados del siglo XIX, los políticos piensan que ya es hora de mejorar la distribución de agua a la capital, y en 1848, el ministro de Obras Públicas, Bravo Murillo, encarga a los ingenieros Juan Rufo y Juan de Ribera el diseño de un proyecto para solucionar de una vez por todas el problema del abastecimiento de agua de la gran urbe. Los técnicos se ponen manos a la obra y basan sus proyectos en la recogida de agua del río Lozoya, en un punto próximo a su desembocadura en el Jarama. La presa que se construyó en ese punto para embalsar el agua, se conoce como Pontón de la Oliva, desde donde se conduciría el agua hacia la capital.

Poco más tarde se crea el Canal de Isabel II, en forma de empresa pública a partir del Real Decreto de 18 de Junio de 1851, que define además las vías de financiación del ambicioso proyecto, a través de un crédito concedido por el Ministerio de Hacienda y la suscripción pública de acciones. El proyecto ingenieril de Rufo y Ribera tenía la misión de garantizar el abastecimiento de agua de Madrid durante un período de 70 años.

El 11 de agosto de 1851 se puso la primera piedra de la presa del Pontón de la Oliva, con la presencia del rey consorte, Francisco de Asís, además primo de la reina y de dudosa reputación. La construcción de la presa trajo consigo la edificación de obras diversas para la distribución del agua (minas, canales, acueductos y sifones) que todavía se pueden observar en toda la sierra de Patones.

Los obreros que participaron en la construcción de tan ingente obra de ingeniería hidráulica fueron principalmente presidiarios, muchos de ellos procedentes del bando carlista o absolutista, a quienes se ofreció como contraprestación la reducción de condena si participaban en el proyecto. Otros fueron de obligado cumplimiento. Los responsables de las obras se comunicaban sus progresos mediante un servicio de palomas mensajeras, y que se conoció como "telegrafía alada". A pesar del entusiasmo puesto por las altas instancias en la ejecución de la obra, se produjeron numerosas vicisitudes en forma de desprendimientos del terreno, riadas, epidemias y como no, problemas financieros, que retrasaron unos cuantos años la correcta finalización de los trabajos.

Los cuatro años que inicialmente habían previsto los ingenieros se convirtieron en siete, por lo que finalmente pudo inaugurarse oficialmente el Canal de Isabel II el 24 de junio de 1858, cuando las aguas del río Lozoya llegaron oficialmente a Madrid. Esta vez la reina Isabel II en persona asistió a la apertura de compuertas en el depósito del Campo de Guardias (en la actual C/Barvo Murillo de Madrid). Antes de que las campanas de la Villa y Corte alzasen el vuelo para celebrar el acontecimiento, había sido necesario levantar una presa, una docena de acueductos y unos 70 km de conducciones.

Pero no todo iba ir sobre ruedas, ya que filtraciones en el terreno que rodeaba el embalse del Pontón de la Oliva, pusieron fuera de juego la instalación en poco tiempo. Así que los responsables del Canal se pusieron a pensar en soluciones. En 1859 ya se había decidido construir otra presa, el Villar, cuyo proyecto se encargó a Elzeario Boix, quien diseñó la por aquel entonces, presa más moderna de toda Europa. En 1860 se prolongó el Canal 7 km aguas arriba del río Lozoya, mediante un túnel practicado en la roca de la ladera derecha y se construyó una pequeña presa de captación (la Presa de Navarejo), para poder tomar el agua lejos de las rocas calizas permeables al agua. Esta obra y la construcción del canal de Guadalix, en 1859, permitieron abastecer a la capital hasta finalizar definitivamente la Presa del Villar, en 1882. Ahora sí que parecía que el abastecimiento de los 300000 habitantes con que contaba Madrid en ese momento estaba garantizado para varias décadas.

Entre tanto, el Canal continuó construyendo sistemas de saneamiento de agua y demás elementos del sistema distributivo. La gran sequía de 1924, junto al enorme crecimiento demográfico madrileño pusieron en evidencia la necesidad de mejorar y ampliar el sistema, aunque el estallido de la Guerra Civil del 36 paró de momento las obras. Durante la contienda, los responsables del Canal, ahora denominado Canales del Lozoya, durante el período republicano, se vieron obligados a reorganizar internamente el sistema de distribución, sanear económicamente la entidad y defender militarmente las instalaciones, para garantizar el suministro de agua a la asediada población madrileña.

Terminada la guerra, Madrid comenzó a recibir miles de inmigrantes, situación que, junto a los períodos cíclicos de sequía, pusieron en primera plana el abastecimiento capitalino. Un parche más fue la inauguración del embalse de Riosequillo, en 1958, que se quedaba corto y obsoleto enseguida ante los 2.300.000 habitantes que alcanzaba ya Madrid en 1963. Por fin, las autoridades competentes se pusieron a diseña soluciones de gran calado, a la vez que muy urgentes, y en 1965 comenzó la construcción de la gigantesca presa de El Atazar, capaz de acumular 426 Hm3 de agua. El gran embalse madrileño comenzó a funcionar en 1972, y garantizaba el suministro de Madrid hasta finales de siglo. Durante este período se construyeron embalses subsidiarios como los de Puentes Viejas y Pinilla, también sobre el río Lozoya, y El Vellón, sobre el río Guadalix.

Hoy día, el Canal de Isabel II cuenta con 14 embalses y 4 azudes (barreras para para elevar el nivel de un caudal o río con el fin de derivar parte de este caudal a las acequias), con capacidad para embalsar 946 Hm3 y una red de distribución de 12000 km de canalizaciones

 

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Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías propiedad de Diego Salvador Conejo

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