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Castillo de Cornatel

Castillo de Cornatel está en la comarca de El Bierzo, provincia de León, su origen data del siglo IX aunque su último uso fue en el siglo XVI.

Castillo de Cornatel

 El Catillo de  Cornatel, arrogante todavía, encaramado en los más alto de la roca, parece proclamar a los cuatro vientos su gloria pasada. Escondido en los confines del Bierzo su recia arquitectura resiste gallardamente el paso de los años cobijando, muros adentro, todo un tesoro de historia y leyenda que cautiva al instante. Sus adarves aún recorren las truncadas almenas desafiando el tiempo, como esperando volver a sentir algún día el resonar de los pasos antiguos de la bella Condesa Jimena Muñiz, su más ilustre huésped. La evocación de grandes señores feudales, damas nobles, Caballeros Templarios, envueltos en gestas heroicas, ambiciones políticas y románticas historias de amor rodea de intriga y misterio esta impresionante fortaleza con más de nueve siglos de historia que se resiste a morir. La joven berciana que enamoró a un rey fue dueña y señora del castillo y desde él gobernó el territorio circundante hasta la primera década del siglo XII. Nobles señores y condes se sucedieron en la tenencia hasta la llegada de la Orden del Temple que lo poseyó durante casi cien años hasta su disolución a comienzos del siglo XIV. Será a mediados del siglo XV cuando Cornatel va a alcanzar su máximo esplendor. Un ambicioso personaje, el primer Conde de Lemos, transformó por completo el castillo convirtiéndolo en su residencia y en uno de los puntos fuertes de sus estados. Allí vivió y allí le alcanzó la muerte a finales de aquel siglo. No faltaron después las luchas fraticidas por su propiedad entre su hija legítima y el nieto bastardo, con intervención directa de los Reyes Católicos.

 Hasta aquí la historia pero la otra faceta, la legendaria, recreada por Enrique Gil y Carrasco en su novela “El Señor de Bembibre” no es menos intrigante. Cornatel presta el escenario para algunos de los episodios más sobresalientes de su novela. Además de ésta dejó escritas otras obras en las que Cornatel y el Bierzo le sirven de argumento para expresar la nostalgia, el amor y también la preocupación que siente por su tierra natal, especialmente por los monumentos, los paisajes pintorescos y la gran riqueza artística.

TIERRA DE ULVER

 Distintos autores son de la opinión que el castillo de Ulver (Cornatel) tuvo su origen en algún destacamento militar romano, aunque, hasta el momento, no se hayan encontrado pruebas que lo confirmen. Sin embargo, parece de sentido común, que desde algún punto cercano al más importante yacimiento de oro, las Médulas,  se estableciera una estrecha vigilancia militar mediante un destacamento que asegurara el orden y la buena marcha de las explotaciones auríferas. Una vez abandonados por los romanos estos yacimientos, el antiguo “castrum” de Ulver se mantiene más o menos relegado a un segundo plano durante el dominio visigodo, reapareciendo posteriormente como destacado “castellum” en la España cristiana de los siglos IX y X, época en la que seguirá cumpliendo su misión defensiva, con una configuración bien distinta de la anterior, en un país sometido al dominio árabe. A comienzos del siglo XI ya empieza a asomar entre la documentación el castillo de Ulver ocupando un lugar importante, en aquellos primeros tiempos de la Reconquista, como punto fortificado.

LOS CABALLEROS TEMPLARIOS

 Arrastrados por la marea de la historia hacia 1178 llegaron los Templarios a Ponferrada. Ellos van a ejercer el control y la vigilancia del territorio desde su convento-fortaleza asentado en las proximidades del puente denominado “Ponsferrata”, construido a finales del siglo XI por el obispo de Astorga, don Osmundo, para facilitar a los peregrinos el paso del río Sil. Cornatel no ofrece ninguna duda respecto a su pertenencia al Temple, como muy bien lo acredita una escritura del Cartulario de San Pedro de Montes del año 1228: “Tenente Ulver Freyres del Templo”. En ese año, por tanto, los Templarios ya se hallaban en posesión del castillo de Ulver (Cornatel). Sobre su permanencia en esta fortaleza en los años sucesivos también existe evidencia documental aunque sea escasa pero suficiente para conjeturar que se prolongaría hasta la extinción de la Orden en 1312.

APOGEO Y DECADENCIA DE CORNATEL

 Una vez entregada la ciudad de Ponferrada con su fortaleza a los Reyes Católicos, Cornatel era quizás el lugar más seguro donde establecer su residencia los primeros Marqueses de Villafranca. Esta fortaleza había gozado de las preferencias del viejo Conde de Lemos, donde transcurrió gran parte de su vida y en la que había visto nacer a su nieto D. Rodrigo, heredero del condado. Ahora, en los años finales del siglo XV, asciende de rango convirtiéndose, en cierto modo y de manera transitoria, en la capital del nuevo marquesado instituido en 1486, en favor de Doña Juana Osorio y D. Luis Pimentel. Es una situación provisional que se va a prolongar durante un cierto tiempo antes de producirse el traslado definitivo a la ciudad que daba nombre a su título: Villafranca del Bierzo. En adelante la función primordial de Cornatel será principalmente defensiva. Estratégicamente situado sobre el valle del Sil, podía rechazar cualquier intromisión procedente de los estados gallegos del condado de Lemos, como así lo hizo en 1507 al repeler las mesnadas de don Rodrigo que ya habían tomado una vez más la fortaleza de Ponferrada y trataban de poner asedio a Corullón y Cornatel. Quizás fuese ésta una de las últimas hazañas bélicas de este castillo que estaba a punto de escribir las últimas líneas de una historia comenzada varios siglos atrás. Hasta principios del siglo XIX toda la merindad de Cornatel y la Ribera del Escontra continuaron bajo el señorío del Marqués de Villafranca que nombraba los correspondientes merinos. Con la supresión de los señoríos nobiliarios el marquesado de Villafranca perdió su jurisdicción definitivamente y después de 1823 la merindad de Cornatel pasó a pertenecer al municipio de Ponferrada. El funesto siglo XIX para tantos edificios históricos y obras de arte también cubrió con su sombra Cornatel provocando su abandono y abriendo la negra brecha hacia la ruina y el olvido. Ya en estado ruinoso la histórica fortaleza encara el siglo XX que ve prolongar su lenta agonía en medio del desinterés general. Los Condes de Peñarramiro, herederos legítimos del castillo de Cornatel, decieron la titularidad del mismo a la Junta Vecinal de la cercana aldea de Villavieja. Así consta en la escritura correspondiente de 29 d noviembre de 1900, expedida en Ponferrada ante el notario D. Ramón Cavadas, en la que D. Joaquín Caro y Álvarez de Toledo vende a los vecinos de Villavieja trece hectáreas de terreno con el castillo incluido, quienes siguen actualmente ostentando los derechos de propiedad.

ARQUITECTURA Y HERÁLDICA

 Habida cuenta de las vicisitudes históricas por las que atravesó todo el recinto, una pequeña parte de lo que podemos contemplar en la actualidad debe de corresponder al período de tiempo que abarca desde su fundación hasta el siglo XIV -cuando es requisado a los Templarios- pero la mayor parte data del siglo XV una vez incluido en el patrimonio de los Osorio y más concretamente de los años posteriores a 1468 después de sufrir el devastador ataque hermandino que obliga al Conde a emprender una profunda reconstrucción perimitiéndole seguir utilizándolo como baluarte y a la vez mansión desde donde gobernar sus muchos estados. El conjunto de la fortaleza tiene planta irregular por necesidad de adaptación al terreno en que se halla asentada. Nacido con carácter eminentemente militar, es el denominado castillo roquero por echar sus cimientos directamente sobre las rocas, de las que aprovecha sus escarpes, a veces totalmente verticales y de enorme altitud (808 m.), como en su vertiente nordeste, por donde aparece inexpugnable. Un estrecho sendero exterior al abrigo de la muralla norte nos conduce a la entrada principal retranqueada entre dos lienzos del grueso muro donde se observan a cada lado dos saeteras para defensa y vigilancia. Franqueando el arco de entrada semiderruido penetramos en el interior donde nos rodea el amplio patio de armas, con forma de polígono irregular. Al frente, el torreón principal descubre sus entresijos a través de un enorme boquete que amenaza su estabilidad aunque, por el momento, siga aguantando como altivo dueño y señor del hermoso lienzo de muralla que se alarga a sus pies de oriente a poniente. La mayor parte de las dependencias del castillo se sitúan a la izquierda, comenzando por la torre de vigilancia y defensa ceñida a la puerta principal; a continuación se van alineando construcciones difícilmente identificables que albergarían otras dependencias necesarias en un castillo: viviendas, almacenes, calabozos, cuadras, silos. Construcción verdaderamente atrevida, rematada en el lado oriental por un pasadizo, a modo de coracha, que enlaza el final del recinto fortificado con una especie de torre atalaya. Esta parte parece la más antigua y semejante a otras construcciones templarias. Los lienzos de muralla y las torres están hechas de mampostería, sobre todo de pizarra por ser un material abundante en la zona. El castillo carece de cualquier signo, figura o emblema atribuible a algún determinado linaje u orden de caballería. Sin embargo, al acercarnos a la puerta principal inmediatamente encima del arco de medio punto, sobre la clave todavía se puede observar un hueco considerable que no parece ser resultado de un derrumbe casual sino más bien la señal inequívoca de la existencia de algún blasón o escudo de armas que alguien bárbaramente decidió arrancar.

{El texto ha sido extraido del libro “El Castillo de Ulver. Cornatel“, de Santiago Taladrid Rodríguez}

 

 

Bibliografía, Créditos y menciones

Texto y fotografías facilitadas por Asociación de Amigos del Castillo de Cornatel.
Fotografías cedidas bajo una licencia Creative Commons por José Félix Muelas Méndez.

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