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No fue Cantabria tierra pródiga en castillos o, al menos, no se han conservado. Sólo las villas marineras se dotaron de castillos para proteger sus puertos como Castro Urdiales, San Vicente de la Barquera y Santander, que no se conserva.
Un caso singular es el Castillo de San Vicente de Argüeso, que situado en lo alto de un cerro custodiaba el acceso a Castilla desde la costa a través del valle del Saja. Pertenece al término municipal de Hermandad de Campoo de Suso.
Se trata de una fortaleza de carácter militar y de estilo gótico, siendo la más antigua y destacada muestra de castillo roqueño de Cantabria. La unidad del conjunto está compuesta por dos torres, ligeramente desviadas para adaptarse a la topografía del terreno, construidas en los siglos XIII y XIV que presentan puertas en altura y ventanas con arcos trilobulados.
Ambas torres se encuentran unidas por un cuerpo central de tres plantas, construido en el siglo XV, con arcos ojivales, ventanas conopiales y matacanes ―parapeto de madera apoyado sobre ménsulas de piedra― uno orientado al norte y otro al sur con el objeto de defender los puntos más débiles del recinto. Esta garita estuvo custodiada por el cuerpo de guardia del castillo que vigilaba entradas y salidas y defendía la fortaleza con armas arrojadizas a través de saeteras y trampillas.
La barbacana cierra el castillo como si se tratara de una muralla de gran espesor que se alza sobre los riscos del terreno.
El castillo de Argüeso era la fortaleza de la casa de Mendoza en las tierras altas de Campoo y guarda relación con las luchas entre señores de fines de la Edad Media. Doña Leonor de la Vega, “la leona de Castilla”, habitó temporalmente el castillo defendiendo contra los Manrique de Lara.
Du hijo, don Íñigo López de Mendoza, noble y literato, que merecerá el título de Marqués de Santillana, fue desde el principio un miembro de la alta nobleza castellana como heredero de los linajes de la Vega, radicado en Asturias de Santillana, y de los Mendoza, con extensas posesiones en el centro de Castilla.
A su muerte en 1455 las tierras de Argüeso, como las de Santillana, pasan a su primogénito, Diego Hurtado de Mendoza, que alcanzará el título de Duque del Infantado. A éste le sucederá su hijo primogénito llamado Iñigo que porta de nuevo los títulos de II Duque del Infantado y Marqués de Santillana, a los que añade ya el de Marqués de Argüeso y Campoo.
El castillo será en adelante residencia del alcaide de la fortaleza y Justicia Mayor del Marquesado.
Los siglos que preceden a la construcción del castillo fueron tiempos de reconquista y repoblación, siglos de arte prerrománico y románico y sobre todo, siglos de necrópolis. Los restos materiales que quedan de aquellos tiempos como memoria histórica son fundamentalmente los enterramientos.
El castillo ha sido restaurado por el Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de la Hermandad de Campoo de Suso respetando su estructura original. Es digno de mención el trabajo artesanal realizado sobre madera noble.
En las labores de restauración se comprobó que antes del castillo hubo en el lugar una ermita dedicada, según documentos de la época, a San Vicente Mártir. Los muros de la ermita se han encontrado en el sótano de la torre del sur. Alrededor de la ermita se generó una necrópolis en torno al siglo IX. La presencia de tumbas con forma de cista realizadas a base de lajas de piedra, recuerda la primitiva condición de camposanto que tuvo el lugar durante la Edad Media, antes de que el castillo se erigiese. Esta garita estuvo custodiada por el cuerpo de guardia del castillo que vigilaba entradas y salidas y defendía la fortaleza con armas arrojadizas a través de saeteras y trampillas.