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FANTOVA
El lugar de Fantova tiene posiblemente un origen romano, y pertenecería a una entidad denominada pago, que incluiría toda la comarca ribagorzana. Con posterioridad, la conquista musulmana de la Península establece sus límites más al norte en las plazas de Graus, Lascuarre o Benabarre, y comienza a crearse una tierra de éxodo sobre estos puntos, a la que se dirigen hispanos huidos de la dominación árabe. Desde el siglo IX se crean una serie de estados tapones, entre ellos el de Ribagorza, auspiciados por el poder del Reino de Toulouse con Carlomagno y sus sucesores, en los que dominan señores locales, pero que paulatinamente van desarrollando cierta autonomía hasta convertirse en independientes.
Este proceso se consolida en Ribagorza a mediados del siglo X, cuando ya Ramón II se considera conde, funda una diócesis propia en Roda de Isábena y comienza a repoblar el territorio y establecer una especie de frontera frente al poder musulmán, una de cuyas piezas clave es Fantova. Se consagra su iglesia de Santa Cecilia en 961, ya por el obispo de Roda, de nombre Odesindo. La sucesión familiar del condado hace que a principios del siglo XI pase a manos de Guillermo Isárnez.
En 1006 se conoce la invasión musulmana dirigida por el caudillo cordobés Abd Al Malik, que arrasa gran parte de la comarca, pasando por varios poblados y llegando a su catedral Roda. En medio de su ruta se encontraba Fantova, enclave principal, pero que al parecer no sufriría la toma musulmana, ya que documentalmente no se conserva noticia alguna al respecto.
Además de suponer residencia condal durante algún tiempo, albergó una guarnición militar reducida, que residía en la torre del conjunto.
El conjunto se compone de torre circular, de 20 metros de altura y dividida interiormente en varios pisos: 1 ó 2 ciegos, de almacén; 1 en alto para la puerta, a la que se accedería por una escala de mano; 1 superior de vivienda, al que se llega por una escalera trazada en el interior del muro (de grandes proporciones, casi 2.5 metros de anchura), y 2 superiores de defensa, de 7 ventanas cada uno de ellos, y que irían cubiertas con cadalsos de madera y, posiblemente, una cubierta circular, también de madera.
La realización de la torre pertenece a maestros lombardos, posiblemente las mismas cuadrillas que trabajaron en otros monumentos religiosos de la zona o en el valle de Boí. Aquí se aprecian características de su arte, como son el aparejo en piedra similar al ladrillo, muy regular, o la bonita bóveda de arista que cierra la primera planta.
Del mismo modo, se atribuye un significado mágico al hecho de que las aperturas de los pisos superiores sean 7 en cada caso, número simbólico suma de otros 2, el 4 y el 3, que en la Edad Media identificaban a la Tierra y el Cielo, o sea, la totalidad, la perfección. Una perfección que se da en la propia construcción, no en vano los documentos de la época hablan de Fantova como la Ciudad o el Palacio.
Formando parte del recinto, amurallado originariamente en su totalidad, también quedan la iglesia de Santa Cecilia, que ha sufrido varias remodelaciones desde el románico hasta el barroco; restos de la puerta en recodo del recinto, con su piso superior para el vigilante; un aljibe; y una serie de tumbas antropomórficas dispuestas entre la torre y la iglesia.