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Cementerio de Quijorna

El Cementerio fue el escenario final de la toma de Quijorna por las tropas republicanas. Los cadáveres de los soldados se mezclaban con los ya existentes.

El cementerio se encuentra en el límite del pueblo actual, en un terreno alto, aunque durante la Guerra Civil estaba lejos de la población. Junto con la iglesia, fue el núcleo fundamental de la defensa, resistiendo hasta el 8 de julio a las fuerzas del Ejército Popular. Conserva restos de balas en un muro cercano.

Entre sus tumbas llama nuestra a tención y anterior a la Guerra Cilvil: 1875 es la de un tal Francisco Blake Tovar, que podría ser primo o familiar de Don Joaquín Blake Tovar, Brigadier, Caballero de San Fernando y fundador académico de la Academia de Ciencias Exactas, Física y Matemáticas. Suele estar cerrado.

A continuación detallamos como transcurrió la lucha en el camposanto, durante la Batalla de Brunete:

Día 6

La 10ª brigada (menos el batallón que iba a Los Llanos) hizo una imperfecta aproximación a Quijorna y no llegó a tiempo de rodearla antes de que despuntara el día, por lo que al comenzar la batalla no habían colocado todos sus efectivos en posición.

Según el diario de operaciones de la 5ª bandera de Falange de Castilla, las fuerzas de la guarnición en Quijorna eran dos mías (compañías) de Tiradores de Ifni – Sáhara y las centurias 1ª (de Ávila) y 3ª (de Burgos) de la 5ª bandera de Castilla. Una vez comenzada su ofensiva, el primer ataque enemigo sobre este pueblo tuvo lugar en la madrugada del día 6, y llegó desde el sur, la dirección en la que estaba Brunete. Estuvo a cargo solo de fuerzas de Infantería y resultó rechazado. El segundo asalto dio comienzo cuando empezaba a amanecer, y esta vez la infantería contó con el apoyo de tanques “en número superior a 30” y de baterías artilleras de 155“, 12,40” y 75 mm, lo cual se sabe por los proyectiles que se han encontrado sin explotar. También son vistos tres escuadrones de caballería enemiga. Cuando este segundo ataque fue rechazado, numerosos cuerpos sin vida quedaron por delante de las posiciones falangistas. La aviación enemiga comenzó entonces a bombardear Quijorna sin encontrar oposición, declarándose un incendio en el almacén de ropa y armamento de la Comandancia Militar, de la que previamente se habían sacado las municiones para llevarlas a las trincheras. Del fuego solo se consiguió rescatar el dinero correspondiente a la paga del mes de julio para la 5ª bandera, 63.495,30 pesetas. Los intentos por entrar en Quijorna continuaron a lo largo de la mañana, apoyados por bombardeos aéreos y por el fuego de los tanques, sin que la infantería enemiga fuera capaz de mejorar sus posiciones. A las 10 y a las 19,30 horas hubo nuevos asaltos desde el sur en los que tomó parte la caballería y que también fueron rechazados. Como era de esperar, las comunicaciones telefónicas con el exterior (Brunete y Los Llanos) quedaron interrumpidas a lo largo de la mañana. Los dos cañones antitanque existentes en Quijorna estuvieron en manos de servidores faltos de serenidad y de un oficial indeciso, por lo que el deficiente uso que se hizo de estas piezas solo permitió alcanzar a dos tanques antes de que a media tarde ambos cañones quedaran inutilizados. Por su parte, la tropa de falangistas demostró tener una gran serenidad y sangre fría, aguantando los sucesivos ataques enemigos con pocos medios, ya que se contaba con munición escasa y con pocas granadas de mano. Ante una situación que se iba volviendo más delicada con el paso de las horas y frente a la falta de comunicación telefónica, el mando de la defensa buscó a un soldado que aceptara arriesgarse a salir para llevar un mensaje de petición de ayuda hasta Colmenar del Arroyo. El mensajero no solo consiguió salir, burlando el cerco enemigo, sino que horas más tarde volvió a entrar en Quijorna asegurando que no tardarían en llegar refuerzos, pues estos ya estaban en camino. (AGMAV, caja 2685, carp.3) o (AGMAV – 9/1)

Según el diario de operaciones de la 5ª bandera de Castilla, recoge que a las 3 horas tres camiones propios cargados de munición y otros 81 suministros consiguieron entrar en Quijorna forzando el cerco al amparo de la oscuridad nocturna, para lo que tuvieron que sostener una escaramuza con algunos soldados enemigos, a los que incluso consiguieron arrebatar un fusil ametrallador y varios cargadores. Cuando regresaron a su lugar de partida, estos camiones se llevarían a cuantos heridos pudieron cargar, que no eran todos los que había.

Día 7

Con las primeras luces del día 7 se reemprendieron los ataques enemigos con bríos renovados y mayores medios que los del día anterior, pero con los mismos resultados, fracasando ante la fría y tenaz resistencia que oponían los defensores. La caza del tanque se veía muy limitada por la carencia de gasolina desde la tarde del día anterior, y hora a hora, el fuego enemigo se vuelve continuo, hecho con aviación, tanques y artillería, pero la infantería no consigue adelantar sus líneas. A las 10 horas entra en Quijorna el grueso del 164 batallón de Toledo, que también ha desplegado por el norte del pueblo a una parte de sus fuerzas, con lo que consigue despejar esa zona del enemigo, causando bajas y haciendo algunos prisioneros. Poco después, todo el 164 batallón recibirá órdenes de meterse dentro del perímetro defensivo de Quijorna. Una vez dentro del pueblo, con las nuevas fuerzas recibidas, el comandante jefe de la 5ª bandera, Esteban González, puede reorganizar la defensa de la posición creando tres sectores: Norte: tiradores de Ifni – Sáhara y falangistas. Oeste: fuerzas de Falange. Este y Sur: fuerzas del 164 batallón de Toledo

La distribución de fuerzas en sus sectores correspondientes se debe hacer bajo la presión del enemigo. El combate continúa con pocas interrupciones durante todo el día 7 y la noche del 7 al 8, y no pasa mucho tiempo hasta que vuelve a escasear la munición, que inexorablemente se consume en frenar los intentos de la 46 división por quebrar la resistencia y entrar en el pueblo. La escasez de municiones se acrecienta ante el hecho de que los hombres del 164 batallón llegaron armados con fusiles de 7,92 mm mientras que los de las otras dos unidades que estaban desde antes los tenían de 7 mm. Unas armas se quedarían inevitablemente sin balas antes que las otras, éste no era un problema exclusivo de las tropas republicanas. (AGMAV, caja 2685, carp.3) o (AGMAV – 9/1)

Día 8

La 5ª bandera de Castilla relata por su parte que a las 4 horas del día 8 un nuevo convoy de municiones y víveres consigue forzar el paso y entrar en Quijorna, siendo recibido con enorme júbilo por los defensores, a muchos de los cuales ya se les habían agotado las balas. Nuevamente los mismos vehículos que trajeron las municiones son capaces de volver a salir hacia las líneas propias sacando a muchos heridos, pero no a todos. Con el amanecer, el enemigo retoma sus ataques con una determinación cada vez mayor, apoyado por el fuego artillero y el de sus tanques, que actúan desde todas las direcciones. A las 19 horas, tras varios intentos, finalmente los tanques logran alcanzar las alambradas, frente a lo que, sin desistir de la defensa de las trincheras, los moros y falangistas de la posición consiguen incendiar dos de los nueve tanques con botellas llenas con gasolina extraída de los vehículos que formaban el convoy de la noche anterior. Las dos tripulaciones mueren y el resto de los carros se retiran entre los vítores de los defensores, que en ese momento se han puesto de pie en sus trincheras olvidando el peligro que para sus vidas representa el fuego enemigo. A pesar de las peticiones del comandante jefe de la defensa, que solicitó gasolina y granadas de mano, solo se recibieron 200 de estas últimas, que se consumieron inmediatamente.

Si dos convoyes y un batallón consiguieron entrar en Quijorna en los días 7 y 8, y los primeros además pudieron volver a sus líneas evacuando heridos, es evidente que el cerco republicano sobre ese pueblo resultaba muy imperfecto. También en esos días, especialmente el 7 y el 8 decenas de civiles atrapados por la ofensiva republicana dentro de Quijorna abandonaron el pueblo. Los testimonios orales conocidos cerca de 75 años más tarde contaron cómo, desesperados por el peligro extremo que se corría en todo momento dentro del pueblo a causa del fuego republicano, grupos de vecinos fueron saliendo por el entorno del arroyo hacia el Perales, en dirección oeste. Al cruzarse con los atacantes, estos simplemente los dejaban seguir su marcha, no había una instrucción o un plan del mando republicano acerca de qué hacer o cómo proceder con los pocos cientos de civiles que entonces quedaban en Quijorna. Tampoco tenemos ninguna evidencia de que los contados camiones del Ejército franquista que llevaron suministros a Quijorna evacuaran a los niños, a las mujeres o algún otro grupo preferente, ni que el 164 batallón de Toledo montara un corredor de evacuación o se negociara nada en ese sentido con la 10ª brigada o su jefe de división, el “Campesino”. Todo apunta a que los vecinos de Quijorna que permanecieron en sus casas cuando llegaron los sublevados en noviembre de 1936, murieron durante el ataque republicano y en su mayoría salieron de Quijorna bajo las bombas, terminando su aventura en los pueblos cercanos bajo control del Ejército franquista, dónde pasaron el resto de la guerra antes de poder plantearse volver a Quijorna.

Día 9

RELATO DE UN BRIGADISTA: LA BATALLA EN PRIMERA LINEA

Mike Blacksmith

“A las diez de la mañana del día 9, nuestra artillería inició un preciso y rápido bombardeo que dejó a los defensores aturdidos. Instantes después, la aviación descargó su fuego sobre sus trincheras sin darles tiempo a replegarse a posiciones más seguras, como habitualmente hacían cuando tronaba la artillería republicana. La compañía especial de la 46 División avanzó resuelta y atacó el cementerio mientras otras unidades lo hacían simultáneamente contra las alturas que protegían la población. Emboscados entre los olivares, les tiroteamos cuando se replegaban. Cedían en todas partes. Modesto ordenó entonces atacar al escuadrón de T-26 y pegados a su trasera y esquivando su fuego automático cargamos contra su flanco con grave peligro de cerco para ellos. En ese momento, nuestra caballería les cayó encima y ya fue su desbandada. Entramos en el pueblo protegidos por los carros y pegados a las paredes para evitar los pacos. Quijorna era nuestro. Fue una acción magnífica de Modesto, que en esta ocasión demostró que no sólo era capaz de mandar un cuerpo de ejército, sino que si hacía falta, se ponía en primera línea y mandaba, los batallones y las compañías como el mejor capitán”

Reflejo de la dureza de la lucha por defender Quijorna, nos llega el testimonio de Arthur London, perteneciente a las Brigadas Internacionales: 

“Los republicanos consiguieron aproximarse al muro del cementerio, pero un fuego infernal contuvo su avance. Bajo un sol implacable, los soldados permanecieron echados sobre el terreno descubierto donde era imposible resguardarse del fuego certero de los moros. El grupo de choque fracasó en sus intentos de aproximarse al muro para lanzar contra los defensores granadas de mano. Entonces, la batería republicana Anna Pauker entró en acción y bombardeó el cementerio. Fracasó, sin embargo, el primer ataque apoyado por tanques. En el segundo asalto, el comandante del batallón, Gustav Kern, se puso a la cabeza de sus soldados que, junto con sus camaradas españoles, se lanzaron fogosamente contra los moros. El tiro de éstos abría brecha en las filas republicanas que, a pesar de ello, continuaron su avance con desprecio de la muerte. Los primeros combatientes consiguieron lanzar granas de mano por encima del muro del cementerio. Las tumbas saltaban y los esqueletos desenterrados se mezclaban con los cadáveres recientes. Los moros fueron arrojados del cementerio que fue ocupado por los republicanos; pero la muerte de Gustav Kern creó un momento de confusión y el enemigo aprovechó para contraatacar.”   (A. London. Brigadas Internacionales).

En la defensa de Quijorna, murió Manolo de Cossío, cuyo padre, el periodista Francisco de Cossío, le visitaría sólo unos días antes del comienzo de la batalla, de esta visita queda una fotografía del joven Manolo frente a la puerta de la Iglesia. El joven falangista murió con 19 años y sus padres, en los años 40 pudieron visitar la tumba de su hijo una vez finalizada la contienda. Hoy en día podemos ver como se alza una cruz blanca sobre una escalinata y un epitafio en el que recuerdan a Manolo y a sus compañeros de la Quinta Bandera de Castilla, allí fallecidos.

 

Detalle cruz. Cementerio de Quijorna Detalle cruz. Cementerio de Quijorna

Bibliografía, Créditos y menciones

Javier M. Calvo Martínez: blog Frente de Batalla: Brunete (1ª Parte) Pedro Corral: blog Acotaciones de un Escribiente: Sobre un libro hallado en las trincheras.

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