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Situada al noroeste de la provincia de Guadalajara existe una mágica comarca medieval en la que se encuentra la villa de Atienza, se asienta a 1.100 metros de altitud en la sierra de Pela. Lugar tradicional de paso entre los reinos de Castilla y de Aragón, su historia es convulsa. Atienza cuenta con un conjunto histórico-artístico que presenta una silueta guerrera con murallas y coronamiento defensivo.
Habitada por aliados de lusones y arévacos, el pueblo Thitio fue un gran oponente de los ejércitos consulares de Metelo y Pompeyo Aulo; no obstante, una vez sometida al poder de Roma la cercana Numancia, hubieron de rendirse ante las columnas de Escipión. Las rencillas correligionarias entre musulmanes provocaron que fuera arrasada en febrero del año 989 por Almanzor y vuelta a reconstruir de nuevo por los árabes.
El Cid pasó una noche con 300 lanzas en su destierro hacia tierras valencianas. Alfonso VI la incorpora al reino de Castilla en su año triunfal de 1.085. A mediados de siglo XII, el rey Alfonso VII de Castilla le concedió un importante fuero, convirtiéndola en un amplísimo Común de Villa y Tierra. Pero habría de ser Alfonso VIII, el de Las Navas de Tolosa, quien como gratitud al leal vecindario, benefició a la población que, cuando fue niño, se confió la custodia de su real persona salvándole de la garras de su tío Fernando de León.
En el siglo XV guerrearon las tropas de rey Juan II y su caballero de confianza don Alvaro de Luna contra el caudillo navarro mosén Rodrigo de Rebolledo con motivo de la llamada "Guerra de los Infantes de Aragón". En los albores de siglo XVIII durante la Guerra de Sucesión, fue huésped distinguido el aspirante al trono Felipe de Anjou, mientras esperaba los refuerzos enviados por su abuelo, el rey Luis XIV. También hay referencias del paso del general Castaños y "El Empecinado" ante la ofensiva del general Víctor Hugo y sus tropas napoleónicas.
La riqueza artística viene representada por sus tres iglesias convertidas en museos de paleontología, pinacoteca y colecciones de arte sacro, donde contenido y continente forman un todo de belleza inagotable para la retina, los sentidos y el espíritu.
La única parroquia abierta al culto es San Juan con sus bellas formas renacentistas y torre campanil inferior en altura al templo pues está aposentada sobre el arco de Arrebatacapas, que a su vez comunica dos magníficas plazas; la del Trigo y la de España. Podemos disfrutar de impresionantes vistas desde el atrio de la Trinidad o mejor aún en la torre del homenaje del castillo que domina todo el perímetro de estas tierras duras y nobles de dominio atencino.
Al finalizar la visita regreso al punto de partida.
