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Plaza del Dos de Mayo

La madrileña Plaza del Dos de Mayo está dedicada a los héroes del 2 de mayo de 1808 y se encuentra ubicada donde anteriormente estaba el Cuartel de Monte León.

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La madrileña  Plaza del Dos de Mayo está dedicada en honor del levantamiento del 2 de mayo de 1808 que fue el inicio de la Guerra de la Independencia de España frente a las tropas francesas.

En el centro de la misma cuenta con un monumento que representa la entrada del Cuartel de Monteleón, que estaba ubicado  en el mismo lugar, y delante de la misma una representación de  los héroes Daoíz y Velarde, tallados en mármol por Antonio Solá Llansas en el año 1831.

El Dos de mayo no fue la rebelión del Estado español contra los franceses, sino la de las clases populares de Madrid contra el ocupante tolerado (por indiferencia, miedo o interés) por gran cantidad de miembros de la Administración. De hecho, la entrada de las tropas francesas se había hecho legalmente, al amparo del Tratado de Fontainebleau (que repartía Portugal, fiel aliada de los británicos, entre Francia y España), cuyos límites sin embargo pronto vulneraron. En realidad, Napoleón quería España y sus territorios de Ultramar, tan apetecibles.

La Carga de los Mamelucos del cuadro de Goya presenta fidedignamente las principales características de la lucha: profesionales perfectamente equipados (los mamelucos, los polacos o los coraceros franceses, que representaban la élite del mejor ejército del mundo en aquel momento, el napoleónico) frente a una multitud prácticamente desarmada: piedras, tiestos, navajas, palos, tirachinas, algún trabuco o vieja escopeta de caza, pero que en manos de personas desesperadas, podían causar más de un desaguisado; presencia activa en el combate de mujeres, algunas de las cuales perdieron incluso la vida (Manuela Malasaña, Benita Pastrana y Clara del Rey, por ejemplo).

La lucha en el Parque de Artillería de Monteleón.

Mientras se desarrolló la lucha, los militares españoles permanecieron, siguiendo órdenes del capitán general Francisco Javier Negrete, acuartelados y pasivos. Sólo los artilleros del Parque de Artillería de Monteleón desobedecieron las órdenes y se unieron a la insurrección.

Los héroes de mayor graduación fueron los capitanes Luis Daoíz y Torres, que asumió el mando de los insurrectos por ser el más veterano, y Pedro Velarde Santillán. A Monteleón habían llegado las noticias de lo que sucedía en las calles de Madrid, y los sonidos de las descargas de fusilería, los gritos aterrados de mujeres y niños, los cañonazos…Velarde era partidario desde el principio de luchar al precio que fuese. Trata de convencer a Luis Daoíz de que se abran las puertas, que se entreguen armas al pueblo, que luchen contra el enemigo.

Por fin, tras debatirse contra sí mismo y contra las órdenes recibidas de sus superiores jerárquicos, Daoíz decide hacer lo que Velarde y su corazón le dictan: detiene a los soldados franceses allí acuartelados, abre las puertas, entrega armas a los ciudadanos y se apresta a defender una posición completamente indefendible. Daoíz tomó el mando de los soldados profesionales y las baterías, mientras Velarde se encarga de armar, instruir y organizar a los civiles en la medida de lo posible, en el poco tiempo que quedaba hasta la aparición de los franceses. Los cañones que había en el parque no estaban en muy buen estado, pues estaban destinados a un museo del ejército. Aun así fueron utilizados contra el enemigo. No quedaba otra cuando se había tomado la decisión suicida que se había tomado, consecuencia de las noticias que llegaban de la Puerta del Sol y otros puntos de Madrid.

Con sus hombres se encerraron en el Parque de Artillería de Monteleón y, tras repeler una primera ofensiva francesa al mando del general Lefranc, murieron luchando heroicamente ante los refuerzos enviados por Murat. Otros jóvenes militares tampoco acataron la orden superior de no intervenir y lucharon junto a Daoíz y Velarde en Monteleón, como el teniente Jacinto Ruiz y el alférez de fragata Juan Van Halen, ambos heridos de gravedad.

Fueron unos 100 soldados y 200 civiles, los que resistirán toda la mañana con sólo dos cañones operativos, fusileros en los pisos superiores y a base de valentía y rabia, el ataque de hasta 4000 soldados franceses de élite que no comprenden por qué Monteleón no se rinde, por qué desprecian las treguas, por qué prefieren morir que dejar sus armas a los pies del invasor. Fue una resistencia suicida. Muy típico del carácter español, según ese punto de vista cerril, rancio y carpetovetónico que de vez en cuando nos sale a los homos hispánicos. El que apareció en los sitios de Sagunto y Numancia.

María Beano, la amante de Velarde, murió de un disparo del ejército invasor cuando corría al encuentro del militar al oír los primeros tiros con los que dio comienzo la batalla en torno al Parque de Artillería de Monteleón.

El primero en morir fue Pedro Velarde, por un disparo en el corazón, con lo que me parece que no pudo recibir a su amada, a la una menos cuarto de la tarde.

Luis Daoíz, herido gravemente en una pierna, se da cuenta de que todo está acabado. Cuando el general Lagrange, se le acercó y le llamó traidor (¿Por desobedecer las órdenes de sus superiores, quizás?) Daoíz se levantó ciego de ira sobre su pierna sana, animado de furia asesina por la situación extrema y la propia afrenta del francés, y reuniendo fuerzas de flaqueza, atravesó con su sable, el pecho del oficial galo. Inmediatamente, fue cosido a bayonetazos por la espalda, aunque, contrariamente a lo que pudiese pensarse, no murió allí mismo. Llevado a su casa de la calle de la Ternera (cerca de la actual Plaza de Santo Domingo), morirá allí sufriendo terriblemente a las dos y cuarto de la tarde. Muchos de los defensores del Parque fueron pasados implacablemente a cuchillo. Los franceses recogieron a sus muertos y heridos, pero no se molestaron ni se dignaron ocuparse de los caídos españoles. Fue una jornada de profundo odio.

Hacia las dos de la tarde, los dos capitanes están muertos, se ha pactado la rendición y de los que quedaban vivos, civiles y militares, algunos huyeron por las casas próximas. Por la tarde, grupos de autoridades recorrieron las calles pidiendo a gritos paz y calma a la población. Ha corrido ya mucha sangre, y más que va a correr tras la orden de represión dada por Murat.

Las calles alrededor de la Plaza del Dos de Mayo, llevan nombres relacionados con la jornada del 2 de mayo (Monteleón, Ruiz, Manuela Malasaña,…) Los capitanes Pedro Velarde y Luis Daoíz, fueron los mandos de mayor graduación del ejército que participaron en la revuelta madrileña, desobedeciendo la orden de la capitanía general.

Una vez aplacada la revuelta, Murat ordena fusilar a todo aquel que sea cogido portando armas.

Bandera Blanca

Otra de los acontecimientos a destacar durante el asalto al Cuartel de Monte León es que durante el asedio el capitán Melchor Álvarez de los Voluntarios del Estado se acerca al cuartel portando una bandera blanca, tanto los franceses como los españoles cesaron el fuego, junto con el coronel francés Montholon se acercaron a parlamentar.  El capitán Álvarez traía supuestas órdenes del Gobierno para que parara la resistencia. Al escuchar estas palabras uno de los defensores del parque sin recibir orden de nadie disparó una pieza de artillería, masacrando a buena parte de loa atacantes y el propio coronel Montholon fue hecho prisionero junto con varios soldados franceses.

Curiosidades del monumento a los héroes de Monteleón.

Fin de semana sí y festivo también las estatuas de dos de los héroes del 2 de mayo, Daoíz y Velarde, se convierten en el objeto de los 'graciosos' cuando no de los vándalos. Ya se ha tenido que reponer más de una vez, como poco, la espada que portan.

Más curiosidades del monumento a los bravos capitanes artilleros. En 1908, se colocó frente al arco del antiguo Parque, el monumento histórico en homenaje a los dos capitanes, que sustituyó a otro provisional fabricado con cartón.

Ambos héroes vestían casacas de color azul, espadas forradas con papel de plata y pantalones y chalecos blancos con vueltas de color rojo, y polainas negras. El pelo era rojo y estaban con los brazos en alto, en actitud heroica. Los enmarcaba un arco pintado de rojo, que simulaba ladrillos. Meses después, las esculturas, por efecto de las lluvias, empezaron a desteñirse y a deshacerse, ante la sorpresa de todos. El monumento de cartón había sido colocado para cumplir con la fecha de la inauguración, ya que aún no estaba terminado el definitivo, en mármol de Carrara, que es el que existe hoy.

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