- Actividades
- Periodo Histórico
- Comunidades
La ermita de San Úrbez es uno de los lugares de romería más característicos del pirineo aragonés. Todos los años durante el martes de Pentecostés, el 1 de mayo, el 14 de septiembre y el 15 de diciembre, los lugareños y visitantes salen en procesión en petición de lluvia y de su efecto benefactor no destructivo.
Sobre San Úrbez o Urbicio hay pocos datos, quedando su historia a caballo entre la leyenda y la realidad. Parece ser que nación en Burdeos hacia el año 702. Capturado y esclavizado primero por los gallegos y luego por los moros, escapa de Galicia llevando consigo las reliquias de los santos niños San Justo y Pastor y se retira a los Pirineos. Son varios los lugares donde se cree que vivió: en una cueva del Cañón de Añisclo, donde actualmente se ubica esta ermita en su honor, en Albella y la Guarguera donde trabajó como pastor y en el Monasterio de San Martín de Val d’Onsera donde se ordenó sacerdote. Sus últimos años los pasó retirado en otra cueva, la de Arial, en las cercanías de Nocito, hasta morir a la nada despreciable edad de 100 años.
La ermita encastrada en una imponente pared rocosa y encuadrada dentro del selecto grupo de ermitas rupestres, nos encontramos ante una excelente “balma”, construcción donde se aprovecha la techumbre natural de la oquedad sobre la que se asienta, así tan sólo fue necesario crear el muro de cierre para crear el santo lugar. De planta rectangular se abre con una puerta en arco de medio punto sobre jambas. El interior se ilumina con un pequeño vano donde todavía se conservan las huellas de la desaparecida campana.
Por último, el atar conserva la gran losa que, según la leyenda, es la misma que sirvió de lecho al santo, así como una hornacina presidida por la talla moderna de un joven San Úrbez con su rebaño. Considerado como “abogado del agua”, San Úrbez cuenta con una de las veneraciones más sólidas del Alto Aragón, extendiéndose por todo el Sobrarbe hasta el valle de Nocito, en la Sierra de Guara.