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Se trata de la necrópolis altomedieval de Cuyacabras. El yacimiento se encuentra muy cerca de la localidad de Quintanar de la Sierra (en la parte burgalesa de la Sierra de la Demanda). A la salida del pueblo, en dirección hacia Neila, encontramos un camino forestal señalizado que indica “Necrópolis”. Continuando la pista, a unos 3 Km, podemos dejar el vehículo, en internarnos en el bosque de pinos y robles, masa forestal que esconde en sus adentros la gran necrópolis altomedieval de Cuyacabras.
Descripción
La necrópolis altomedieval de Cuyacabras, fechada a comienzos del siglo X (aunque se supone que datan de épocas anteriores) tiene 166 tumbas antropomórficas, 13 nichos y una iglesia, excavados en una extensa superficie rocosa. El conjunto, enclavado en el interior de un bosque, proporciona al enclave un aire mágico y sobrecogedor. En lo que fue el ábside de la iglesia se ubican las tumbas más pequeñas, que posiblemente pertenecieron a inhumaciones de niños, costumbre que parece ser se dio entre las comunidades cristianas de los primeros siglos de nuestra Era. A partir de finales del siglo X, serían abandonadas en busca de mejores lugares donde vivir, finalizado el peligro musulmán en la zona, y establecido un poder político todavía de escasa consistencia en la región, el condado de Castilla, que luchaba denodadamente por su supervivencia dentro del espacio leonés, y siendo como era una región fronteriza con el ámbito navarroaragonés al norte y este, y con el poder musulmán meridional.
El lugar donde se encuentra la necrópolis, apartado de núcleos urbanos, nos hace pensar que su utilización se remonta a los difíciles momentos en los que aquellos lugares se encontraron aislados, tanto de los reinos cristianos del norte como de los territorios musulmanes al sur. Eran comunidades que vivieron apartadas en tierra de nadie, ocultas ante las correrías de uno y otro bando. Estos colectivos posiblemente practicaron la comunidad de bienes y la solidaridad de grupo, que primaron sobre cualquier otra circunstancia, habida cuenta de la soledad en la que vivieron. Probablemente la agrupación de las tumbas rupestres proclama de alguna forma el carácter comunitario de la sociedad que habitó aquellos parajes.
La vida que soportaron estas familias, que ya vivían en una época dura, fue de extremada dureza, sometidas a las inclemencias del invierno sobre todo, especialmente recio en la zona.
Seguramente fueron construidas por cristianos que huyeron a las montañas ante el acoso de los musulmanes. En su origen, las inhumaciones se cubrían con lajas de piedra, pero con el tiempo, eran expoliadas por los canteros que trabajaban en la región.
Las tumbas se suelen orientar en dirección este-oeste, hecho relacionado con la salida y puesta del sol, los pies hacia el Este y la cabeza hacia el Oeste, esperando la llegada del Juicio Final y la resurrección de los muertos, que se creía que llegaría con la llegada de un nuevo día, a Oriente, pues. La razón de este tipo de enterramientos es puramente religiosa.
Las tumbas de Quintanar de la Sierra forman en ocasiones grupos de tres o cuatro (quizás una familia). En otras, se encuentran aisladas y alineadas según tamaños, de niños a adultos. La profundidad media de estas tumbas rupestres es de unos 20 cm, y muchas han sido talladas siguiendo la configuración del cuerpo, con un espacio para la cabeza.
Aunque la mayoría de las tumbas se encuentra excavadas en la roca madre en el suelo, algunas se han tallado de forma vertical en la roca, excepción en este tipo de tumbas antropomorfas de Burgos.
Las gentes que ocuparon estos lugares inhóspitos de la sierra de la Demanda, junto con las comunidades de la comarca del Arlanza y las Merindades de Burgos, fueron el germen del condado de Castilla.